¿Y cómo lo iba a aprender la nena? Pues sintiendo la injusticia en sus carnes. No era plan de contármelo, ponerme un vídeo y no concederme nunca un capricho en pro de todos aquellos niños más desgraciados que yo. Eso hubiera sido simple, sencillo, poco pertubardor y mi madre es perturbadora por encima de todas las cosas. Mi madre quería que yo fuera consciente de la marginación, el sexismo, el racismo, la pobreza y sobre todo, el clasismo, una cosa que a mi madre le parece el peor invento del demonio.
Así que el plan era el siguiente:
- Tratamiento de choque contra el racismo: Consistía en no comprarme ninguna muñeca blanca. Nada ni remotamente cercano a la raza a la que pertenezco. Nunca comprarme una Barbie, ni siquiera una Nancy rubia. En la cabeza de mi madre, si yo jugaba con muñecas de otras razas, no sería racista. Así que mis muñecas fueron: una barriguita africana con el pelo ensortijado y una Nancy marroquí (en serio) cuyo mejor complemento era el shari indio que traía para cambiarle la ropa. Tuve un bebe chino de color amarillo chillón, porque tampoco es que comprara los juguetes caros, así que más que oriental el bebé parecía un extraterrestre (tratamiento de choque contra la pobreza). Tuve matriuskas, una geisha, una familia andina al completo y una especie de Barbie regorderta de todo a 100 pelirroja, porque "nena, los pelirrojos también sufren mucho".
Segunda parte del plan, la que era la parte realmente perturbadora. El día de la vuelta al colegio después de Navidad, todos teníamos que llevar un juguete, el preferido, el más grande, el más caro. Finalidad: dar el máximo posible de envidia al resto de niños. Y ahí entraba mi madre.
- Nena, tú juguete lo elijo yo. En tu clase hay algunos niños que no habrán tenido regalos tan estupendos como los tuyos, así que vas a aprender a solidarizarte con ellos. Te llevas la barriguita negra y no se hable más (tratamiento de choque contra las desigualdades sociales, aunque personalmente creo que era un tratamiento de choque contra mis relaciones sociales normales).
- Pero mamááááá´.... Martita va a llevar la autocaravana de la Barbie y Ana lleva el carricoche del Nenuco. Nadie va a querer jugar conmigo, déjame llevarme al menos las marionetas rusas que son más.
- No, cuando seas mayor me lo agradecerás.
Puede mamá, pero con 7 años aquello era un jodido castigo. Me pasaba esos días sentada el pupitre intentando jugar con Laurita y un tangram que llevaba ella, voluntariamente. "Nena, tú hazte amiga de Laurita que es un niña lista, que sabe lo que importa en la vida". Sí mamá, la capacidad de abstración a veces es lo más importante en la vida. Sobre todo cuando te mandan a chulear al cole con un ábaco, para que aprendas la importancia de las matemáticas, otra vez con una plantilla para aprender a atarme los cordones, otra vez con un tampon que imprimaba mini Quijotes, en fin, lo que viene siendo una vida social de mierda.
Consecuencias del consejo:
Lo dicho, escasa vida social y cierta marginación.
Estado total de éxtasis cada vez que iba a casa de Martita: me disfrazaba de princesa, me pintaba la cara, llevaba unas 5 barbies en la mano mientras acunaba a un Nenuco dentro de la autocaravana, y merendaba nocilla, untada sobre Smacks de Kellogs (prohibidos en mi casa: "Nena, eso no es comida, son chucherías inventadas por los americanos para hacer de los niños seres pusilánimes, en nuestra casa se desayunan tostadas, como Dios manda, con su pan y su mermelada. ¡Arroz inflado! El arroz, para la paella, nena. A ver si aprendes a distinguir las cosas importantes de las tonterías, que parece que te cuesta un poco".
Excepciones para utilizar el consejo:
Todas.
Gracias mamá por enseñarme la cantidad de mierda que hay el mundo, y gracias por hacerme creer que es posible educar a los niños de otra manera para que los adultos acaben siendo también de otra manera, gracias por hacerme valorar cada juguete que tuve, y porque gracias a ti hubo muchas Lauritas en mi vida con sus tangram y sus metrónomos, que me siguen acompañando 20 años después y que jamás me dieron de lado por no tener una Barbie.
Eso sí, te pierden las formas mamá, de verdad, que te pierden. Qué te costaba haberme mandado al cole con un muñeco algo más normal, que me daba igual que fuera aquél bebé indígena con taparrabos, pero ¿el ábaco? Eso no es un juguete mamá, eso es hundirle la vida social a un niño. Palabra.