Cuándo utilizaba en el consejo:
Dentro de la lista de 534 recomendaciones ordenadas por importancia cuando me iba de excursión, de viaje o a dar una vuelta a la manzana, una de las última era: "No te separes del grupo".
En la lista estaban: "Pórtate bien como si yo te estuviera viendo, y sé educada, como yo te he enseñado. No hables mucho, que tú eres de hablar mucho, y eso cansa. No te metas en lo oscuro. Lleva siempre las bragas limpias por si acaso tienes un accidente, que los médicos vean que eres una niña aseada. Nunca sabes qué te puede pasar. Da siempre las gracias, acuérdate, nena, que eres mucho de olvidarte. No andes tarde por las calles, ni muy pronto, que a esas horas sólo hay maleantes. No te asomes por las ventanas, no aceptes nada de desconocidos, y sobre todo, nena no te separes del grupo".
Yo todavía no entiendo qué tipo de escudo protector le parecían a mi madre los grupos.
- Mamá, ¿y si el grupo se pierde?
- Pues tú te pierdes con el grupo.
- ¿Y si le roban a todo el grupo? Pues tú los salvas porque te he cosido un bolsillo interno en la falda y te metes ahí el dinero. Los billetes nena, a ver si te vas a meter las monedas, y del peso se te cae la falda y andas con las bragas al aire. Y lleva la mochila para adelante, que así no te robarán. Que hay ladrones muy listos que ni te enteras. Que tu tía Mari cuando fue a Madrid, iba en el metro, que ya le dije yo que qué hacía ella en el metro, que para dos días que va, podían cogerse un taxi. Total, tu tío Ángel que es un poco agarrado, pues ale, en metro. Y la Mari, que mira que es cuidadosa y llevaba el bolso cruzado delante, y con cremallera y todo, un bolso que le regalamos por Navidad, muy bonito, que parece casi de piel, de esos plásticos que lo aguantan todo. Bueno pues se lo abrieron y ella tan tranquila. Que no notó nada dice. Y la Mari, que es veinte veces más cuidadosa que tú, porque sabe lo que vale un peine y el esfuerzo que cuesta ganar dinero, no como tú, que te crees que los pájaros maman, se llevó un disgusto horrible. Con hipo me llamó la pobre, y sobre todo le daba pena que llevaba en la cartera una foto de cuando éramos pequeñas en la que estábamos vestidas de flamencas, ¡más saladas! Y no tenemos copia. Que ya podía el ladrón haber devuelto la cartera, echarla a un buzón, que tu tía todavía va ilusionada cuando llega el cartero y eso que hace tres años desde lo de Madrid. ¿Me estás oyendo nena?
- Que sí mamá, que no me separe del grupo.
- Pues eso.
Consecuencias del consejo:
Ligero aborregamiento. Allá donde hay un grupo, estoy yo.
Confusión cuando le decía a mi madre años después:
- Mamá, que a todo el grupo le dejan salir hasta las 12.
- A mí lo que hagan los hijos de los demás me importa un rábano. Tú, a las 10 en casa y puntual.
- Pero mamá, ¿qué me va a pasar si voy en grupo?
- Te va a pasar que te vas a tirar castigada dos meses sin salir, que no son horas para que una niña ande por la calle. ¡Las 12! Yo hasta que no estuve casada con tu padre no salí por ahí a esas horas. A las 10 y no se hable más.
- Los tiempos cambian mamá- esta soy yo tentando a mi suerte.
- A ver, que igual no me he explicado bien. ¿Qué entiedes tú por "no se hable más"?
Y me callaba, porque yo suicida no era.
Excepciones para utilizar el consejo:
Si sois el quinto Beatle. Si acabo siendo la madre del jodido quinto Beatle, no os queda país para correr.
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martes, 21 de septiembre de 2010
domingo, 19 de septiembre de 2010
36. Bah, esos pelos se ponen rubios con el sol y ni se ven.
http://beardrevue.com/ |
Calculo que tenía 13 años. Igual 12.
- Mamá, quiero depilarme.
- Eres muy pequeña.
- Seré pequeña pero tengo pelos en las piernas.
- ¡Bah tonterías! Esos pelos se ponen rubios con el sol y ni se ven. Nena, que eres muy exagerada. Que tu ves una paloma y ya andas diciendo que es un flamenco. Cuatro pelos tienes, y finitos. Mucho cuento es lo que tienes. Una vez que empiezas a depilarte, tienes que hacerlo todos los meses. Eso es muy esclavo, y caro. Ale, te aguantas un poquito que no te va a pasar nada.
- Pero mamíííí, si los pelos me traspasan los leotardos.
- Pues más calentita que irás y te he dicho cien veces que no me llames me mami que me pone nerviosa, que pareces una niña de cuatro años con ese tonillo. ¡Un poco de carácter, por dios!
- Pero mamá, ¿tú a qué edad empezaste a depilarte?
- Mira, nena, en mi época no nos depilábamos porque no había dinero ni para playas, ni para piscinas. Cuando seas mayor me lo agradecerás. Te habré quitado unos años de estar esclavizada de la cera, porque tú no lo sabes pero la cera es un horror. Según te depilas, ale, ya te vuelven a salir los pelos otra vez. Además que te nacen con más fuerza, y recuerda, nunca nunca te pases la cuchilla, que te salen más. ¿Me has oído nena?
- ¿Entonces puedo hacerme la cera que salen menos?
- Pero a ver, nena, de verdad que crees que me vas a engañar así. A veces de tan ingénua no sé si eres un poco tonta, tal cual te lo digo. Que más sabe el diablo por viejo, que por diablo. Y no me hagas perder más tiempo que tengo muchas cosas que hacer. He dicho que no, y es que no.
Esta era una frase de no retorno. La nena tenía claro que no había discusión.
Consecuencias del consejo:
Mamá se veían. Los jodidos pelos se veían perfectamente a distancia. Y eso de que se ponen rubios... es a la semana de estar en la playa. Coño, a la semana. Que me pasaba el rato en el agua para que nadie me viera. Que por ahorrarme dos años de depilación me tiré dos veranos a remojo. ¿Y eso de hacerme después sólo medias piernas? ¡Qué narices van a ser más finos los pelos de los muslos! Otros dos veranos con falda a la rodilla.
Excepciones para utilizarlo con mis futuros hijos:
No hay.
Si son niñas: se depilarán cuando tengan pelos. Por supuesto que si traspasan los leotardos, empezaremos a pensar en la depilación láser rápidito. Así, sí que os ahorraré años de depilación.
Si son niños: en el caso de los niños no era la depilación. Era esa absurda pelusilla que llevaban como bigote durante años. Imagino que ante el consejo de las drama mamás: "Si te afeitas una vez, lo tendrás que hacer todos los días". Pues hijos, os afeitaréis todos los días y punto. Eso es mejor que la pinta tan rara que tenían los niños de mi clase. Que se veía perfectamente el bigote, por dios.
martes, 14 de septiembre de 2010
35. Un drogata suicida no es decorativo, nena, una planta sí.
Mi madre utiliza la palabra drogata como adjetivo: pantalones de drogata, pelo de drogata, zapatos de drogata. La otra palabra perfecta para definir mis gustos es pilingui. Y si algo es de "drogata piligui sucia", olvídate. Ya puedes ir tirando a la basura lo que sea que cuadre en esa clasificación porque no podrás soportar oirla cada vez que te lo pongas. Te derrumba. Bueno, tiene que ver con un agotamiento tipo al que debe sentir alguien que sube al Himalaya. O eso imagino la 304 vez que le oigo decirme: "Nena esa falda es horrorosa, te sienta fatal, es que no entiendo cómo pagas por algo así ¡Pero si eso es de pilingui drogata sucia! Y no me digas que es moderno. Que me tienes de las moderneces hasta las narices. Lo que es bonito, es bonito, ahora y con los romanos!". Y yo no puedo respirar, siento el mal de altura y me dan ganas de buscar un buen precipicio por donde tirarme.
Bueno, pues con 16 años, en plena rebelión hormonal, intenté resistir. El caso es que puse en mi cuarto un poster de Kurt Cobain. Me gustaba mucho y fue el único poster que he tenido de un cantante, actor, etc. Lo puse medio escondido porque veía la que se me venía encima, y se me vino. No quedaba muy normal, esa es la verdad. Digamos que no encajaba con las enormes hortensias moradas de mis cortinas (quien dice mis cortinas, dice las cortinas que mi madre eligió mientras yo pataleaba como una loca gritando: mamá son de vieja, y de vieja cursi), ni con los cuadros de marinas, ni con las muñecas de porcelona, sobre todo no pegaba con las muñecas de porcelana, que por cierto me daban un miedo de muerte de pequeña.
Pero la nena pensó que tenía que defender su identidad y en aquel momento toda mi identidad residía en aquel poster. Ahora, que mi madre pensó que la guerra de los cien años iba a ser una tontá comparado con el asedio al que iba a someter a la nena.
Comenzó sin miramientos: "Un drogata suicida no es decorativo, nena, una planta sí. ¿Entiendes la diferencia? Voy a intentar explicártelo: Las plantas son bonitas, quedan bien con todo y están vivas, no como ese drogata de la pared. Te voy poner otro ejemplo: un hortensia en una cortina es algo bonito. Por eso durante siglos, las hortensias han decorado los jardines reales. ¿Alguna vez has visto jardines con drogatas suicidas plantados? Nooooo, porque son feos. ¿Entiendes ahora la diferencia entre decorativo y feo? Te lo digo nena porque me parece que se te resiste el concepto".
Intentó seguir por otros caminos cuando yo no lo quité de la pared:
- Nena pues si quieres un poster, ponte el de un chico guapo, como ese de Los problemas crecen.
- A mi no me gusta y se llama Kirk Cameron.
- Ay qué gracia ¿en serio que eso es un nombre de persona? ¿Y por qué no te gusta? Si es muy guapo y tiene un pelo precioso, que se le ve que va a envejecer bien.
- Pues a mí me gusta Kurt Cobain y su pelo.
- Pelo escoba, eso es lo que tenía ese. Muerto y feo.
- Se ha suicidado porque sufría mucho... Tú no lo entiendes mamá.
- Yo sí que sufro mucho y no veo que pongas ningún poster mío en la pared.
- Y me encanta su música.
- Ah no, vale que te permita tener al drogata muerto en la pared pero que llames música a eso que pones, por ahí no paso. Serrat hace música, con sus letras bonitas y sus melodías, y no ese drogata que sólo hace griteríos y ruidos. Por no hablar de que Serrat está vivo.
- Mamá, déjame, es que no me entiendes. Nadie me entiende.
Vale, yo misma me caigo mal oyéndome y ni siquiera me parece guapo Kurt Cobain, creo que en realidad fue mi primera gran guerra. Perdí. Como le parecía muy triste el poster, le puso delante un jarrón con flores de plástico "Ay nena, para darle otro aire, de... no sé... ¿más vivo?".
Consecuencias del consejo:
Pocas. Grandes batallas durante toda mi vida ejemplificadas con : "Como cuando te dio por poner al drogata aquel en la pared, que tú solica te diste cuenta que quedaba mal. Pues esto es lo mismo, me darás la razón. Al tiempo, nena, al tiempo".
Excepciones para utilizarlo con mis futuros hijos:
Por favor, por favor, que no os dé por el reggaeton. Lo que sea hijos, pero el reggaeton no.
Bueno, pues con 16 años, en plena rebelión hormonal, intenté resistir. El caso es que puse en mi cuarto un poster de Kurt Cobain. Me gustaba mucho y fue el único poster que he tenido de un cantante, actor, etc. Lo puse medio escondido porque veía la que se me venía encima, y se me vino. No quedaba muy normal, esa es la verdad. Digamos que no encajaba con las enormes hortensias moradas de mis cortinas (quien dice mis cortinas, dice las cortinas que mi madre eligió mientras yo pataleaba como una loca gritando: mamá son de vieja, y de vieja cursi), ni con los cuadros de marinas, ni con las muñecas de porcelona, sobre todo no pegaba con las muñecas de porcelana, que por cierto me daban un miedo de muerte de pequeña.
Pero la nena pensó que tenía que defender su identidad y en aquel momento toda mi identidad residía en aquel poster. Ahora, que mi madre pensó que la guerra de los cien años iba a ser una tontá comparado con el asedio al que iba a someter a la nena.
Comenzó sin miramientos: "Un drogata suicida no es decorativo, nena, una planta sí. ¿Entiendes la diferencia? Voy a intentar explicártelo: Las plantas son bonitas, quedan bien con todo y están vivas, no como ese drogata de la pared. Te voy poner otro ejemplo: un hortensia en una cortina es algo bonito. Por eso durante siglos, las hortensias han decorado los jardines reales. ¿Alguna vez has visto jardines con drogatas suicidas plantados? Nooooo, porque son feos. ¿Entiendes ahora la diferencia entre decorativo y feo? Te lo digo nena porque me parece que se te resiste el concepto".
Intentó seguir por otros caminos cuando yo no lo quité de la pared:
- Nena pues si quieres un poster, ponte el de un chico guapo, como ese de Los problemas crecen.
- A mi no me gusta y se llama Kirk Cameron.
- Ay qué gracia ¿en serio que eso es un nombre de persona? ¿Y por qué no te gusta? Si es muy guapo y tiene un pelo precioso, que se le ve que va a envejecer bien.
- Pues a mí me gusta Kurt Cobain y su pelo.
- Pelo escoba, eso es lo que tenía ese. Muerto y feo.
- Se ha suicidado porque sufría mucho... Tú no lo entiendes mamá.
- Yo sí que sufro mucho y no veo que pongas ningún poster mío en la pared.
- Y me encanta su música.
- Ah no, vale que te permita tener al drogata muerto en la pared pero que llames música a eso que pones, por ahí no paso. Serrat hace música, con sus letras bonitas y sus melodías, y no ese drogata que sólo hace griteríos y ruidos. Por no hablar de que Serrat está vivo.
- Mamá, déjame, es que no me entiendes. Nadie me entiende.
Vale, yo misma me caigo mal oyéndome y ni siquiera me parece guapo Kurt Cobain, creo que en realidad fue mi primera gran guerra. Perdí. Como le parecía muy triste el poster, le puso delante un jarrón con flores de plástico "Ay nena, para darle otro aire, de... no sé... ¿más vivo?".
Consecuencias del consejo:
Pocas. Grandes batallas durante toda mi vida ejemplificadas con : "Como cuando te dio por poner al drogata aquel en la pared, que tú solica te diste cuenta que quedaba mal. Pues esto es lo mismo, me darás la razón. Al tiempo, nena, al tiempo".
Excepciones para utilizarlo con mis futuros hijos:
Por favor, por favor, que no os dé por el reggaeton. Lo que sea hijos, pero el reggaeton no.
miércoles, 8 de septiembre de 2010
34. Nena, tú nunca me escuchas. Ahora, que un día me vas a escuchar.
Vale, trato de no escucharle mucho, esa es la verdad. Pero es que mi madre habla raro y largo, sobre todo largo.
Me explico:
- Nena bájate al trastero y me traes la carpeta roja de las facturas- Parece una orden simple. Ah... pero la simpleza no existe en la comunicación maternal, y ella sigue:
- La roja ¿eh nena? Ni la azul, ni la amarilla.
- Que si mamá, que te oído.
- Sí, sí, tu oyes mucho pero te enteras de poquico que ya lo llevo viendo un tiempo. La carpeta está en el armario del medio, en el del medio, no en el pequeño azul, ni en el grande marrón. En el del medio, que es como de color caqui, pero está muy viejo. Mira que nos costó dinero ese armario y salió malo, malo. Se lo dije a tu padre, que los de Muebles El Gran Pino son unos liantes. Pero como tienen nombre en el barrio pues te cuelan cualquier cosa a un precio de rico, que podíamos haber comprado otro que había que era de color beige, pero chica, elegí ese porque el beige es tan sucio, es muy poco sufrido. Como la falda esa que te compraste el año pasado, que no te pones nunca. Ya te lo dije: que el beige no aguanta nada y tú eres muy de arrastrarte. ¿Quién te habrá enseñado a ti esa manía de sentarte en el suelo como si fueras una apache? Porque yo no habré sido. Esos son los de la catequesis, que van de místicos modernos y os sientan en corro, ¡habiendo sillas! Que bien que piden dinero para la Iglesia y luego los niños al suelo, y yo a gastarme dinero en detergente para sacarte todos esos ronchones. Bueno, pues la carpeta está en el tercer cajón. Ni en el primero, ni el segundo. Y no vayas a abrir con fuerza el segundo porque está flojo y mal sujeto, que ya te digo yo, que último mueble que les compro a los de El Gran Pino. ¡Tres años aguantó el cajón! ¿Tú has visto las mesillas que hay en mi cuarto? Pues llevan ahí desde que me casé con tu padre. Las compramos por cuatro duros porque antes nos casábamos con nada, que ahora necisitáis tener un jacuzzi para casaros, que si no, no funciona el matrimonio. Mucha tontería es lo que tenéis. ¿Cuántas veces habré abierto yo esas mesillas? ¿Miles? Qué digo miles, millones, porque yo por las noches me despierto mucho, que tengo insomnio. Cuando era joven no tenía pero como tú dormías tan mal de pequeña pues me cambiaste el sueño y ahora me despierto muchas veces. Y los cajones siguen como el primer día. Además son de estilo castellano que te va con cualquier cosa y son muy sufridas y ni un arañazo que tienen. ¿Me has oído? Pues no te quedes con esa cara de pasmada que me corre prisa. Le tengo que llamar a tu tía Mari para decirle cuánto me costo la olla exprés, porque ha visto una parecida pero le parece muy cara y yo no me acuerdo de memoria del precio. Chica, se me olvida todo. Han dado en la tele que las almendras son muy buenas y mira que me tomo todas las mañanas tres pero no noto nada, ando fatal de memoria...
¡Dios mamá!, ¡porque la tienes llena de palabras!, hasta arriba, ahí no te entra ni un recuerdo nuevo, todo tiene que resbalar (esto sólo lo pienso mientras pongo cara de concentrada, si lo digo en alto, puedo llegar a ver el mismo centro del infierno en un momentito).
Consecuencias:
Estoy en el tratero y mi memoria rastrea. Recuerdo las palabras carpeta, facturas, amarilla, azul, roja, armario beige. No hay armario beige. Creo que también ha dicho marrón. No, el marrón no era. Está lleno de ropa. ¡Caqui!, era el caqui que es más sufrido. Recuerdo las palabras: segundo cajón. Irremediablemente abro el segundo cajón y todo el contenido cae al suelo, lo recoloco. Nerviosa. Se va a dar cuenta. La he cagado. Abro los otros, hay montones de carpetas. Tengo que abrir las carpetas. ¿Cuál era? ¡Facturas! ¡Ha dicho facturas! Hay dos carpetas llenas y una especie de archivador con acordeón. Joder.
- Ya era hora, pues menos mal que te he dicho que tenía prisa. Llevas ahí abajo más de media hora ¿Pero qué narices haces con todas esas carpetas? Si te lo he dicho, nena, pero tú nunca me escuchas. Ahora que un día me vas a escuchar. Bien clarito te lo he dicho: la carpeta roja del armario caqui en el tercer cajón. Si es que todo lo tengo que hacer yo.
Excepciones para utilizarlo:
Tranquilos futuros hijos míos, no tengo ese don de palabra. He necesitado re-escribir cuatro veces este post hasta que he conseguido que la carpeta fuera del color, estuviera en el armario y en el cajón en que inicialmente había pensado. Será porque no me gustan las almendras.
Me explico:
- Nena bájate al trastero y me traes la carpeta roja de las facturas- Parece una orden simple. Ah... pero la simpleza no existe en la comunicación maternal, y ella sigue:
- La roja ¿eh nena? Ni la azul, ni la amarilla.
- Que si mamá, que te oído.
- Sí, sí, tu oyes mucho pero te enteras de poquico que ya lo llevo viendo un tiempo. La carpeta está en el armario del medio, en el del medio, no en el pequeño azul, ni en el grande marrón. En el del medio, que es como de color caqui, pero está muy viejo. Mira que nos costó dinero ese armario y salió malo, malo. Se lo dije a tu padre, que los de Muebles El Gran Pino son unos liantes. Pero como tienen nombre en el barrio pues te cuelan cualquier cosa a un precio de rico, que podíamos haber comprado otro que había que era de color beige, pero chica, elegí ese porque el beige es tan sucio, es muy poco sufrido. Como la falda esa que te compraste el año pasado, que no te pones nunca. Ya te lo dije: que el beige no aguanta nada y tú eres muy de arrastrarte. ¿Quién te habrá enseñado a ti esa manía de sentarte en el suelo como si fueras una apache? Porque yo no habré sido. Esos son los de la catequesis, que van de místicos modernos y os sientan en corro, ¡habiendo sillas! Que bien que piden dinero para la Iglesia y luego los niños al suelo, y yo a gastarme dinero en detergente para sacarte todos esos ronchones. Bueno, pues la carpeta está en el tercer cajón. Ni en el primero, ni el segundo. Y no vayas a abrir con fuerza el segundo porque está flojo y mal sujeto, que ya te digo yo, que último mueble que les compro a los de El Gran Pino. ¡Tres años aguantó el cajón! ¿Tú has visto las mesillas que hay en mi cuarto? Pues llevan ahí desde que me casé con tu padre. Las compramos por cuatro duros porque antes nos casábamos con nada, que ahora necisitáis tener un jacuzzi para casaros, que si no, no funciona el matrimonio. Mucha tontería es lo que tenéis. ¿Cuántas veces habré abierto yo esas mesillas? ¿Miles? Qué digo miles, millones, porque yo por las noches me despierto mucho, que tengo insomnio. Cuando era joven no tenía pero como tú dormías tan mal de pequeña pues me cambiaste el sueño y ahora me despierto muchas veces. Y los cajones siguen como el primer día. Además son de estilo castellano que te va con cualquier cosa y son muy sufridas y ni un arañazo que tienen. ¿Me has oído? Pues no te quedes con esa cara de pasmada que me corre prisa. Le tengo que llamar a tu tía Mari para decirle cuánto me costo la olla exprés, porque ha visto una parecida pero le parece muy cara y yo no me acuerdo de memoria del precio. Chica, se me olvida todo. Han dado en la tele que las almendras son muy buenas y mira que me tomo todas las mañanas tres pero no noto nada, ando fatal de memoria...
¡Dios mamá!, ¡porque la tienes llena de palabras!, hasta arriba, ahí no te entra ni un recuerdo nuevo, todo tiene que resbalar (esto sólo lo pienso mientras pongo cara de concentrada, si lo digo en alto, puedo llegar a ver el mismo centro del infierno en un momentito).
Consecuencias:
Estoy en el tratero y mi memoria rastrea. Recuerdo las palabras carpeta, facturas, amarilla, azul, roja, armario beige. No hay armario beige. Creo que también ha dicho marrón. No, el marrón no era. Está lleno de ropa. ¡Caqui!, era el caqui que es más sufrido. Recuerdo las palabras: segundo cajón. Irremediablemente abro el segundo cajón y todo el contenido cae al suelo, lo recoloco. Nerviosa. Se va a dar cuenta. La he cagado. Abro los otros, hay montones de carpetas. Tengo que abrir las carpetas. ¿Cuál era? ¡Facturas! ¡Ha dicho facturas! Hay dos carpetas llenas y una especie de archivador con acordeón. Joder.
- Ya era hora, pues menos mal que te he dicho que tenía prisa. Llevas ahí abajo más de media hora ¿Pero qué narices haces con todas esas carpetas? Si te lo he dicho, nena, pero tú nunca me escuchas. Ahora que un día me vas a escuchar. Bien clarito te lo he dicho: la carpeta roja del armario caqui en el tercer cajón. Si es que todo lo tengo que hacer yo.
Excepciones para utilizarlo:
Tranquilos futuros hijos míos, no tengo ese don de palabra. He necesitado re-escribir cuatro veces este post hasta que he conseguido que la carpeta fuera del color, estuviera en el armario y en el cajón en que inicialmente había pensado. Será porque no me gustan las almendras.
domingo, 5 de septiembre de 2010
33. Nena, el mundo es un lugar terriblemente injusto.
¿Y cómo lo iba a aprender la nena? Pues sintiendo la injusticia en sus carnes. No era plan de contármelo, ponerme un vídeo y no concederme nunca un capricho en pro de todos aquellos niños más desgraciados que yo. Eso hubiera sido simple, sencillo, poco pertubardor y mi madre es perturbadora por encima de todas las cosas. Mi madre quería que yo fuera consciente de la marginación, el sexismo, el racismo, la pobreza y sobre todo, el clasismo, una cosa que a mi madre le parece el peor invento del demonio.
Así que el plan era el siguiente:
- Tratamiento de choque contra el racismo: Consistía en no comprarme ninguna muñeca blanca. Nada ni remotamente cercano a la raza a la que pertenezco. Nunca comprarme una Barbie, ni siquiera una Nancy rubia. En la cabeza de mi madre, si yo jugaba con muñecas de otras razas, no sería racista. Así que mis muñecas fueron: una barriguita africana con el pelo ensortijado y una Nancy marroquí (en serio) cuyo mejor complemento era el shari indio que traía para cambiarle la ropa. Tuve un bebe chino de color amarillo chillón, porque tampoco es que comprara los juguetes caros, así que más que oriental el bebé parecía un extraterrestre (tratamiento de choque contra la pobreza). Tuve matriuskas, una geisha, una familia andina al completo y una especie de Barbie regorderta de todo a 100 pelirroja, porque "nena, los pelirrojos también sufren mucho".
Segunda parte del plan, la que era la parte realmente perturbadora. El día de la vuelta al colegio después de Navidad, todos teníamos que llevar un juguete, el preferido, el más grande, el más caro. Finalidad: dar el máximo posible de envidia al resto de niños. Y ahí entraba mi madre.
- Nena, tú juguete lo elijo yo. En tu clase hay algunos niños que no habrán tenido regalos tan estupendos como los tuyos, así que vas a aprender a solidarizarte con ellos. Te llevas la barriguita negra y no se hable más (tratamiento de choque contra las desigualdades sociales, aunque personalmente creo que era un tratamiento de choque contra mis relaciones sociales normales).
- Pero mamááááá´.... Martita va a llevar la autocaravana de la Barbie y Ana lleva el carricoche del Nenuco. Nadie va a querer jugar conmigo, déjame llevarme al menos las marionetas rusas que son más.
- No, cuando seas mayor me lo agradecerás.
Puede mamá, pero con 7 años aquello era un jodido castigo. Me pasaba esos días sentada el pupitre intentando jugar con Laurita y un tangram que llevaba ella, voluntariamente. "Nena, tú hazte amiga de Laurita que es un niña lista, que sabe lo que importa en la vida". Sí mamá, la capacidad de abstración a veces es lo más importante en la vida. Sobre todo cuando te mandan a chulear al cole con un ábaco, para que aprendas la importancia de las matemáticas, otra vez con una plantilla para aprender a atarme los cordones, otra vez con un tampon que imprimaba mini Quijotes, en fin, lo que viene siendo una vida social de mierda.
Consecuencias del consejo:
Lo dicho, escasa vida social y cierta marginación.
Estado total de éxtasis cada vez que iba a casa de Martita: me disfrazaba de princesa, me pintaba la cara, llevaba unas 5 barbies en la mano mientras acunaba a un Nenuco dentro de la autocaravana, y merendaba nocilla, untada sobre Smacks de Kellogs (prohibidos en mi casa: "Nena, eso no es comida, son chucherías inventadas por los americanos para hacer de los niños seres pusilánimes, en nuestra casa se desayunan tostadas, como Dios manda, con su pan y su mermelada. ¡Arroz inflado! El arroz, para la paella, nena. A ver si aprendes a distinguir las cosas importantes de las tonterías, que parece que te cuesta un poco".
Excepciones para utilizar el consejo:
Todas.
Gracias mamá por enseñarme la cantidad de mierda que hay el mundo, y gracias por hacerme creer que es posible educar a los niños de otra manera para que los adultos acaben siendo también de otra manera, gracias por hacerme valorar cada juguete que tuve, y porque gracias a ti hubo muchas Lauritas en mi vida con sus tangram y sus metrónomos, que me siguen acompañando 20 años después y que jamás me dieron de lado por no tener una Barbie.
Eso sí, te pierden las formas mamá, de verdad, que te pierden. Qué te costaba haberme mandado al cole con un muñeco algo más normal, que me daba igual que fuera aquél bebé indígena con taparrabos, pero ¿el ábaco? Eso no es un juguete mamá, eso es hundirle la vida social a un niño. Palabra.
Así que el plan era el siguiente:
- Tratamiento de choque contra el racismo: Consistía en no comprarme ninguna muñeca blanca. Nada ni remotamente cercano a la raza a la que pertenezco. Nunca comprarme una Barbie, ni siquiera una Nancy rubia. En la cabeza de mi madre, si yo jugaba con muñecas de otras razas, no sería racista. Así que mis muñecas fueron: una barriguita africana con el pelo ensortijado y una Nancy marroquí (en serio) cuyo mejor complemento era el shari indio que traía para cambiarle la ropa. Tuve un bebe chino de color amarillo chillón, porque tampoco es que comprara los juguetes caros, así que más que oriental el bebé parecía un extraterrestre (tratamiento de choque contra la pobreza). Tuve matriuskas, una geisha, una familia andina al completo y una especie de Barbie regorderta de todo a 100 pelirroja, porque "nena, los pelirrojos también sufren mucho".
Segunda parte del plan, la que era la parte realmente perturbadora. El día de la vuelta al colegio después de Navidad, todos teníamos que llevar un juguete, el preferido, el más grande, el más caro. Finalidad: dar el máximo posible de envidia al resto de niños. Y ahí entraba mi madre.
- Nena, tú juguete lo elijo yo. En tu clase hay algunos niños que no habrán tenido regalos tan estupendos como los tuyos, así que vas a aprender a solidarizarte con ellos. Te llevas la barriguita negra y no se hable más (tratamiento de choque contra las desigualdades sociales, aunque personalmente creo que era un tratamiento de choque contra mis relaciones sociales normales).
- Pero mamááááá´.... Martita va a llevar la autocaravana de la Barbie y Ana lleva el carricoche del Nenuco. Nadie va a querer jugar conmigo, déjame llevarme al menos las marionetas rusas que son más.
- No, cuando seas mayor me lo agradecerás.
Puede mamá, pero con 7 años aquello era un jodido castigo. Me pasaba esos días sentada el pupitre intentando jugar con Laurita y un tangram que llevaba ella, voluntariamente. "Nena, tú hazte amiga de Laurita que es un niña lista, que sabe lo que importa en la vida". Sí mamá, la capacidad de abstración a veces es lo más importante en la vida. Sobre todo cuando te mandan a chulear al cole con un ábaco, para que aprendas la importancia de las matemáticas, otra vez con una plantilla para aprender a atarme los cordones, otra vez con un tampon que imprimaba mini Quijotes, en fin, lo que viene siendo una vida social de mierda.
Consecuencias del consejo:
Lo dicho, escasa vida social y cierta marginación.
Estado total de éxtasis cada vez que iba a casa de Martita: me disfrazaba de princesa, me pintaba la cara, llevaba unas 5 barbies en la mano mientras acunaba a un Nenuco dentro de la autocaravana, y merendaba nocilla, untada sobre Smacks de Kellogs (prohibidos en mi casa: "Nena, eso no es comida, son chucherías inventadas por los americanos para hacer de los niños seres pusilánimes, en nuestra casa se desayunan tostadas, como Dios manda, con su pan y su mermelada. ¡Arroz inflado! El arroz, para la paella, nena. A ver si aprendes a distinguir las cosas importantes de las tonterías, que parece que te cuesta un poco".
Excepciones para utilizar el consejo:
Todas.
Gracias mamá por enseñarme la cantidad de mierda que hay el mundo, y gracias por hacerme creer que es posible educar a los niños de otra manera para que los adultos acaben siendo también de otra manera, gracias por hacerme valorar cada juguete que tuve, y porque gracias a ti hubo muchas Lauritas en mi vida con sus tangram y sus metrónomos, que me siguen acompañando 20 años después y que jamás me dieron de lado por no tener una Barbie.
Eso sí, te pierden las formas mamá, de verdad, que te pierden. Qué te costaba haberme mandado al cole con un muñeco algo más normal, que me daba igual que fuera aquél bebé indígena con taparrabos, pero ¿el ábaco? Eso no es un juguete mamá, eso es hundirle la vida social a un niño. Palabra.