En mi casa no había tele cuando era pequeña. Bueno, miento, había una en blanco y negro pequeña, pequeña, que según mi madre sólo funcionaba de vez en cuando. El cuando era justo a las 3 y a las 9: a la hora del parte. El caso es que crecí sin tele. A mi madre la tele le parecía una absoluta y rotunda pérdida de tiempo para los niños:
-Ni te abriga, ni te alimenta, ni hace que estudies. ¿Para qué perder el tiempo con ella? No sirve para nada, nena. Abre un libro, corre. Que en los libros siempre dan aventuras buenas y además te las imaginas como tú quieras, que es mucho mejor. En la tele todo es muy aburrido y en dos colores. Además hace tontos a los niños y yo para mí, quiero una niña listísima.
- Pero mamá, todo el mundo tiene tele. Y la tele de Martita lo da todo a colores.
- A mí lo que haga todo el mundo me da igual. Yo no pienso dejar que mis hijas vean los sinsentidos que dan por la tele, que cada vez esta peor, y tú eres muy influenciable, que digo "Jesús" y tú estornudas. Y si quieres colores, miras por la ventana, que hay muchos. Hazme caso que es por tu bien, nena.
Consecuencias del consejo:
Te conviertes en una niña fuera de tu tiempo.
Yo no echaba de menos la tele porque es imposible echar de menos algo a lo que no estás acostumbrada. Tú vives pensando que todas las familias son como la tuya, y que las mejores aventuras las dan en los libros. Pero creces, te relacionas y en el patio juegan a un juego que se llama V y todas las niñas quieren ser Elisabeth la niña de las estrellas, y todos los niños quieren ser Donovan, y como tu aislamiento te hace débil acabas siendo Diana (pronunciado Daiana). Que realmente no te importa, porque no tienes ni jodida idea de quién es la tal Daiana porque estás terriblemente concentrada en adivinar porqué ahora todos los niños juegan a comerse ratones. El caso es que te mueves por el patio con cara de "¿Nos hemos vuelto locos niños? ¿Qué ha pasado con el apasionante Escondite o el siempre sorprendente Bote-bote? ¿O ese relajado y contructivo juego llamado El burro?".
- Los niños se van a la cama con Casimiro. Tú piensas que por qué Casimiro no tiene nunca tiempo de pasar por tu casa para llevarte a dormir, que seguro que es más agradable el señor Casimiro que tu madre a grito pelado gritando que apagues ya la luz si no quieres enterarte de lo qué significa estar cerca de la muerte en un plis plas.
- Los niños gritan "el de Tulipán" cada vez que ven un helicóptero. Tu sonríes y haces como saludas al señor ese de Tulipán al que tampoco tienes el placer de conocer.
- La gente pide, para reyes, Botibotas, tú por si acaso también. Total, te van a traer un puzzle...
- Pero lo que más me sorprendió fue el fenómeno del fútbol. Estaba pasando la tarde en casa de Martita cuando su hermano Juan empezó a llorar porque su equipo de fútbol había perdido. Oye, se abrió el mundo ante mis ojos: ¿El fútbol no era sólo un juego del recreo? ¿Qué nivel tenía el futbol frente a mi amado Escondite para que Juan llorara por perder? ¿Daban también El Escondite por la tele?
Llegué a casa y formulé exactamente esas preguntas a mis padres. Conmocionados, me regalaron una tele en color. Bueno, quien dice me regalaron, dice compraron una para el salón. Bueno en realidad, utilizaron todas las pagas que yo había recogido en la primera comunión y que se supone que eran para estudiar una carrera y compraron la tele.
- Nena, es por tu bien. Dudo mucho que llegues a la universidad si seguimos por este camino.
Excepciones para utilizarlo:
La frase es una mierda y no tener tele de pequeña más. ¿Sabes la típica conversación en el curro en la que alguien dice "Os acordáis de aquella canción de Barrio Sésamo..."? Pues yo no me acuerdo, nunca. Así que futuros hijos míos, ésta nos la vamos a saltar. Y damos por hecho que todo lo que yo haga por vosotros será por vuestro bien. Para eso habéis salido de mis entrañas o de un larguísimo y carísimo proceso de adopción, que es aún peor.