Este es un consejo exprés que me dió ayer por la noche por teléfono a propósito del día contra la violencia de género:
- Te voy a dar un buen consejo, nena, el mejor que te pueda dar: búscate un hombre que no te dé mala vida. Me da igual que sea guapo o feo, que tenga dinero o estudios, que sea listo, o incluso que tenga un pendiente (esto lo dice por decir) Pero que te dé buena vida. ¿Me oyes nena? Tú has tenido suerte: eres alta (ser alto para mi madre es una virtud, por eso le encanta el Principe, por alto), eres muy lista, no estás enferma, eres guapa, (es mi madre, qué va a decir) tus padres te quieren y te han dado abrigo y comida, y cultura nena, porque nosotros dinero no te vamos a poder dejar, toda tu herencia va a ser tu educación. A lo que iba, tú has tenido suerte, has caído en el lado de los afortunados siempre, pero hay una cosa que no te puedo dar: eres mujer, y eso, te va colocar miles de veces en el lugar más débil. No te dejes nena, no te dejes, en serio. Así que te andas con ojo y te buscas un buen hombre, un hombre de ley, y como te levante la mano, tú me llamas, que tu padre y yo te sacamos de donde sea. ¿Me estás oyendo? No aguantes ni una, porque esa una ya te sobra. ¿A ti no te ha pegado nunca nadie un sopapo no? Dime la verdad, nena, por dios, dime la verdad.
- Claro que no mamá....
- No lo digas así que muchas mujeres que pensaron "a mí nunca", han tenido que soportar muy mala vida. Más de 60 mujeres muertas han dicho en el parte, y las que lo sufren en silencio. ¿Te lo puedes creer? Así que te andas con ojo, que tu padre y yo nos hemos esforzado mucho para que tu seas feliz, y no va a venir ningún desgraciado a ponerte la mano encima, porque vales mucho, que no se te olvide. ¿Te queda claro?
Clarísimo mamá.
Excepciones para utilizar el consejo:
Todas. Futuras hijas mías: buscaros un hombre que no os de mala vida, en serio.
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jueves, 25 de noviembre de 2010
lunes, 22 de noviembre de 2010
47. Tu cuarto está manga por hombro.
Me encantaba lo de manga por hombro. De pequeña me parecía una frase mágica, aunque mi madre sabía quitarle la magia rapidito:
- Nena, tu habitación está manga por hombro, tienes media hora para ordenarla. Aquí no hay quien encuentre nada.
- Pero yo sé dónde están las cosas mami.
- Porque tienes el cerebro tan desordenado como el cuarto. No quiero repetirlo ¿eh? Tienes media hora
- ¿Cuánto es media hora?
- Pero qué pesada eres, en serio, nena. ¿Ves la aguja grande? Pues cuando llegue a las 6... Estoy pensando que te voy a regalar un juego educativo para aprender las horas para tu cumple.
- Mamá yo no quiero más juegos educativos nunca más, son super aburridos y yo ya estoy super educada.
- Super pesada, eso es lo que eres nena, media hora, te lo he dicho, luego no vengas con que no te lo he advertido.
Yo me arrastraba hasta mi cuarto con la enorme tristeza de saber que me esperaba un juego educativo por mi cumple, y me daba mucha pena, y para consolarme me ponía a jugar con el tangram, y como aún me daba más pena, construía una casita para las barriguitas con el tamgram, y aún la pena era mayor porque la casa era amorfa, y entonces me asustaba y salía corriendo al pasillo y gritaba:
- ¡Mamáááááá! ¿Ha llegado la aguja grande a las 6?
- No pero le falta un periquete y espero que no haya nada fuera de su sitio.
Y yo volvía a mi cuarto y a patadas metía cosas debajo de la cama, y los juguetes los guardaba en el armario al montón, y los clicks caían dentro de los zapatos, y la ropa a mogollón encima de todo aquello, porque yo pensaba que mi madre nunca jamás iba a abrir nada de aquello. En mi mente de niña los armarios debían ser como invisibles porque en serio que no lo entiendo. La aguja grande llegaba a las 6. Mi madre entraba en el cuarto y con ese poder que sólo tienen las madres, descubría todos los sitios, sin que se le escapara ninguno. Y cada vez que encontraba algo lo tiraba al centro de la habitación hasta que se hizo un montón del doble de altura que la nena y entonces sí que sí:
- Tienes media hora. Todo lo que no esté en su sitio lo tiro a la basura. ¿Me entiendes ahora? Yo creo que sí, y si hace falta, mañana te vas al cole sin calcetines. ¿Está todo claro?
Clarísimo. Dejé desordenado el tangram, un libro sobre las fábulas de Esopo (pero qué mierda de libro infantil era ese) y una nuñeca de porcelana que me daba miedo. No coló. Y por la chulería, me tuvo secuestradas durante una mes a las marionetas de Los tres cerditos que tantas tardes de asueto me habían dado.
Consecuencias de la frase:
Pues el desorden no se me ha corregido. Al contrario, he desarrollado un sofisticado método de desorden que parece que no se ve, pero ahí está. Y me tengo que guiar por rutas tipo: ¿Dónde estarán las tijeras? Lo primero: en el cajón de las tijeras sé que no. En el bote para los bolis sé que nunca las pondría, demasiado obvio. ¿En el cajón de la cocina de los cubiertos? Podría ser, si no hubiera encontrado las tijeras de la cocina y hubiera recurrido a ellas. Miro pero no están ninguna de las dos. ¿Qué es lo último que he cortado? Rebusco por mi casa y encuentro etiquetas de la ropa (seis montones en distintos lugares) pero no..., todas están cortadas con los dientes. Ya sólo me queda ¿dónde puede que me hiciera gracia guardarlas? Pues sí, clavadas en una planta, después de pensar: "Nunca se me va a olvidar que las tengo aquí".
Psé, lo sé, esto sí que es magia, y no la tontería esa de manga por hombro.
Excepciones para utilizarlo:
Mirad, uno de mis mayores temores como futura madre es perder un niño. Ya he perdido varios: dos primos, un vecino y una hermana. Lo sé tengo un don. Así que paso del orden. Futuros hijos míos: me da igual que todo esté manga por hombro pero, por dios, vosotros donde pueda veros.
- Nena, tu habitación está manga por hombro, tienes media hora para ordenarla. Aquí no hay quien encuentre nada.
- Pero yo sé dónde están las cosas mami.
- Porque tienes el cerebro tan desordenado como el cuarto. No quiero repetirlo ¿eh? Tienes media hora
- ¿Cuánto es media hora?
- Pero qué pesada eres, en serio, nena. ¿Ves la aguja grande? Pues cuando llegue a las 6... Estoy pensando que te voy a regalar un juego educativo para aprender las horas para tu cumple.
- Mamá yo no quiero más juegos educativos nunca más, son super aburridos y yo ya estoy super educada.
- Super pesada, eso es lo que eres nena, media hora, te lo he dicho, luego no vengas con que no te lo he advertido.
Yo me arrastraba hasta mi cuarto con la enorme tristeza de saber que me esperaba un juego educativo por mi cumple, y me daba mucha pena, y para consolarme me ponía a jugar con el tangram, y como aún me daba más pena, construía una casita para las barriguitas con el tamgram, y aún la pena era mayor porque la casa era amorfa, y entonces me asustaba y salía corriendo al pasillo y gritaba:
- ¡Mamáááááá! ¿Ha llegado la aguja grande a las 6?
- No pero le falta un periquete y espero que no haya nada fuera de su sitio.
Y yo volvía a mi cuarto y a patadas metía cosas debajo de la cama, y los juguetes los guardaba en el armario al montón, y los clicks caían dentro de los zapatos, y la ropa a mogollón encima de todo aquello, porque yo pensaba que mi madre nunca jamás iba a abrir nada de aquello. En mi mente de niña los armarios debían ser como invisibles porque en serio que no lo entiendo. La aguja grande llegaba a las 6. Mi madre entraba en el cuarto y con ese poder que sólo tienen las madres, descubría todos los sitios, sin que se le escapara ninguno. Y cada vez que encontraba algo lo tiraba al centro de la habitación hasta que se hizo un montón del doble de altura que la nena y entonces sí que sí:
- Tienes media hora. Todo lo que no esté en su sitio lo tiro a la basura. ¿Me entiendes ahora? Yo creo que sí, y si hace falta, mañana te vas al cole sin calcetines. ¿Está todo claro?
Clarísimo. Dejé desordenado el tangram, un libro sobre las fábulas de Esopo (pero qué mierda de libro infantil era ese) y una nuñeca de porcelana que me daba miedo. No coló. Y por la chulería, me tuvo secuestradas durante una mes a las marionetas de Los tres cerditos que tantas tardes de asueto me habían dado.
Consecuencias de la frase:
Pues el desorden no se me ha corregido. Al contrario, he desarrollado un sofisticado método de desorden que parece que no se ve, pero ahí está. Y me tengo que guiar por rutas tipo: ¿Dónde estarán las tijeras? Lo primero: en el cajón de las tijeras sé que no. En el bote para los bolis sé que nunca las pondría, demasiado obvio. ¿En el cajón de la cocina de los cubiertos? Podría ser, si no hubiera encontrado las tijeras de la cocina y hubiera recurrido a ellas. Miro pero no están ninguna de las dos. ¿Qué es lo último que he cortado? Rebusco por mi casa y encuentro etiquetas de la ropa (seis montones en distintos lugares) pero no..., todas están cortadas con los dientes. Ya sólo me queda ¿dónde puede que me hiciera gracia guardarlas? Pues sí, clavadas en una planta, después de pensar: "Nunca se me va a olvidar que las tengo aquí".
Psé, lo sé, esto sí que es magia, y no la tontería esa de manga por hombro.
Excepciones para utilizarlo:
Mirad, uno de mis mayores temores como futura madre es perder un niño. Ya he perdido varios: dos primos, un vecino y una hermana. Lo sé tengo un don. Así que paso del orden. Futuros hijos míos: me da igual que todo esté manga por hombro pero, por dios, vosotros donde pueda veros.
miércoles, 17 de noviembre de 2010
46. Deja ya de enredar o te llevas un sopapo.
Oye mira, el típico consejo que no necesita un post para explicarse porque dudo que haya un sólo niño, por muy tonto que sea, que no lo entienda. Luego, eso sí, estaba la opción kamikaze: seguir enredando. Y yo era muy de eso.
Cuando utilizaba el consejo:
Cuando éramos niñas, yo creía que mi hermana podía volar. En serio: estaba convencida de que podía volar. Sí, yo era imaginativa y poco despierta. ¿Mi teoría? Mi hermana es cuatro años más pequeña que yo, por lo tanto, más bajita, por lo tanto, si saltábamos desde una mesa, ella llegaba más tarde al suelo, por lo tanto, si le ponía unos cojines debajo de los brazos y le hacía agitarlos, mi hermana volaría, por lo tanto, queda confirmado que yo muy despierta no era y mi hermana no volaba.
Lejos de pensar que mi teoría sobre la hermana bajita voladora no era cierta, la subía encima la mesa, la empujaba con fuerza, y luego le pegaba por no mover los cojines con suficiente esfuerzo:
- ¡Pero agita más los brazos! ¡Que pareces tonta! Anda que si yo pudiera volar, iba a desaprovechar la oportunidad, pero no puedo porque soy más alta que tú y llego antes al suelo. ¿Lo entiendes? Así que te subes otra vez, y le das bien fuerte, o te voy a dar yo más fuerte.
Lo dije justo a tiempo para que lo oyera mi madre que entró en estampida al cuarto.
- Nena, lo tuyo no tiene nombre. Pero qué volar, ni qué volar. Yo sí que te voy a hacer volar a ti, pero de un sopapo. Y deja a tu hermana en paz, que no haces más que enredar. Trae aquí tu mano.
Quien dice trae, dice que mi madre la cogió por si misma, es decir me enganchó de la muñeca de un tirón y puso su mano al lado de la mía.
- ¿Qué mano es más grande nena?
- La tuya- yo sabía que estaba al borde del precipicio.
- ¿Estás segura? Compruébalo bien, asegúrate.- yo le miraba con cara de alucinada pensando "Esto tiene trampa, tiene trampa seguro".
- La tuya es más grande- dije con miedo.
- Y si mi mano es más grande, ¿cuál crees que dará sopapos más grandes? ¿La tuya o la mía?- "Aquí va a haber sopapo seguro", pensé "esa es la trampa".
- La tuya...- dije apartándome un poco.
- Pues como te vea pegarle una torta más a tu hermana, te voy a demostrar que mis leyes físicas sí que son de verdad, y no las tonterías que te andas imaginando. ¿Estamos? Así que deja ya de enredar, nena, o te llevas un sopapo.
Consecuencias del consejo:
La física me parece una mierda.
Mi hermana casi me saca los ojos cuando le explicaron en clase la ley de la gravedad.
Mi madre vivía con miedo constante y me decía cosas como: "Nena, ¿tú sabes que todas las personas se queman con el fuego por igual no?, o "Las personas no rebotan", o el mítico "Todos, nena, y cuando digo todos es todos, necesitamos oxígeno tooodddooo el rato ¿lo entiendes". Esto provocó cierta sensación en mí de que me tomaba por bastante imbécil, con razón eso sí, pero imbécil.
Terror. ¿Sabéis lo qué es peor que un sopapo? La amenaza del sopapo que nunca llega.
Excepciones para utilizarlo:
Bueno... Tengo que admitir y, lo siento futuros hijos míos, que la palabra sopapo.... ¡ME VUELVE LOCA! ¿Pero habéis oído como suena? Prometo utilizarla con contención, pero así, como consejo, más os vale no enredar.
Cuando utilizaba el consejo:
Cuando éramos niñas, yo creía que mi hermana podía volar. En serio: estaba convencida de que podía volar. Sí, yo era imaginativa y poco despierta. ¿Mi teoría? Mi hermana es cuatro años más pequeña que yo, por lo tanto, más bajita, por lo tanto, si saltábamos desde una mesa, ella llegaba más tarde al suelo, por lo tanto, si le ponía unos cojines debajo de los brazos y le hacía agitarlos, mi hermana volaría, por lo tanto, queda confirmado que yo muy despierta no era y mi hermana no volaba.
Lejos de pensar que mi teoría sobre la hermana bajita voladora no era cierta, la subía encima la mesa, la empujaba con fuerza, y luego le pegaba por no mover los cojines con suficiente esfuerzo:
- ¡Pero agita más los brazos! ¡Que pareces tonta! Anda que si yo pudiera volar, iba a desaprovechar la oportunidad, pero no puedo porque soy más alta que tú y llego antes al suelo. ¿Lo entiendes? Así que te subes otra vez, y le das bien fuerte, o te voy a dar yo más fuerte.
Lo dije justo a tiempo para que lo oyera mi madre que entró en estampida al cuarto.
- Nena, lo tuyo no tiene nombre. Pero qué volar, ni qué volar. Yo sí que te voy a hacer volar a ti, pero de un sopapo. Y deja a tu hermana en paz, que no haces más que enredar. Trae aquí tu mano.
Quien dice trae, dice que mi madre la cogió por si misma, es decir me enganchó de la muñeca de un tirón y puso su mano al lado de la mía.
- ¿Qué mano es más grande nena?
- La tuya- yo sabía que estaba al borde del precipicio.
- ¿Estás segura? Compruébalo bien, asegúrate.- yo le miraba con cara de alucinada pensando "Esto tiene trampa, tiene trampa seguro".
- La tuya es más grande- dije con miedo.
- Y si mi mano es más grande, ¿cuál crees que dará sopapos más grandes? ¿La tuya o la mía?- "Aquí va a haber sopapo seguro", pensé "esa es la trampa".
- La tuya...- dije apartándome un poco.
- Pues como te vea pegarle una torta más a tu hermana, te voy a demostrar que mis leyes físicas sí que son de verdad, y no las tonterías que te andas imaginando. ¿Estamos? Así que deja ya de enredar, nena, o te llevas un sopapo.
Consecuencias del consejo:
La física me parece una mierda.
Mi hermana casi me saca los ojos cuando le explicaron en clase la ley de la gravedad.
Mi madre vivía con miedo constante y me decía cosas como: "Nena, ¿tú sabes que todas las personas se queman con el fuego por igual no?, o "Las personas no rebotan", o el mítico "Todos, nena, y cuando digo todos es todos, necesitamos oxígeno tooodddooo el rato ¿lo entiendes". Esto provocó cierta sensación en mí de que me tomaba por bastante imbécil, con razón eso sí, pero imbécil.
Terror. ¿Sabéis lo qué es peor que un sopapo? La amenaza del sopapo que nunca llega.
Excepciones para utilizarlo:
Bueno... Tengo que admitir y, lo siento futuros hijos míos, que la palabra sopapo.... ¡ME VUELVE LOCA! ¿Pero habéis oído como suena? Prometo utilizarla con contención, pero así, como consejo, más os vale no enredar.
jueves, 11 de noviembre de 2010
45. Es por tu bien, nena.
En mi casa no había tele cuando era pequeña. Bueno, miento, había una en blanco y negro pequeña, pequeña, que según mi madre sólo funcionaba de vez en cuando. El cuando era justo a las 3 y a las 9: a la hora del parte. El caso es que crecí sin tele. A mi madre la tele le parecía una absoluta y rotunda pérdida de tiempo para los niños:
-Ni te abriga, ni te alimenta, ni hace que estudies. ¿Para qué perder el tiempo con ella? No sirve para nada, nena. Abre un libro, corre. Que en los libros siempre dan aventuras buenas y además te las imaginas como tú quieras, que es mucho mejor. En la tele todo es muy aburrido y en dos colores. Además hace tontos a los niños y yo para mí, quiero una niña listísima.
- Pero mamá, todo el mundo tiene tele. Y la tele de Martita lo da todo a colores.
- A mí lo que haga todo el mundo me da igual. Yo no pienso dejar que mis hijas vean los sinsentidos que dan por la tele, que cada vez esta peor, y tú eres muy influenciable, que digo "Jesús" y tú estornudas. Y si quieres colores, miras por la ventana, que hay muchos. Hazme caso que es por tu bien, nena.
Consecuencias del consejo:
Te conviertes en una niña fuera de tu tiempo.
Yo no echaba de menos la tele porque es imposible echar de menos algo a lo que no estás acostumbrada. Tú vives pensando que todas las familias son como la tuya, y que las mejores aventuras las dan en los libros. Pero creces, te relacionas y en el patio juegan a un juego que se llama V y todas las niñas quieren ser Elisabeth la niña de las estrellas, y todos los niños quieren ser Donovan, y como tu aislamiento te hace débil acabas siendo Diana (pronunciado Daiana). Que realmente no te importa, porque no tienes ni jodida idea de quién es la tal Daiana porque estás terriblemente concentrada en adivinar porqué ahora todos los niños juegan a comerse ratones. El caso es que te mueves por el patio con cara de "¿Nos hemos vuelto locos niños? ¿Qué ha pasado con el apasionante Escondite o el siempre sorprendente Bote-bote? ¿O ese relajado y contructivo juego llamado El burro?".
- Los niños se van a la cama con Casimiro. Tú piensas que por qué Casimiro no tiene nunca tiempo de pasar por tu casa para llevarte a dormir, que seguro que es más agradable el señor Casimiro que tu madre a grito pelado gritando que apagues ya la luz si no quieres enterarte de lo qué significa estar cerca de la muerte en un plis plas.
- Los niños gritan "el de Tulipán" cada vez que ven un helicóptero. Tu sonríes y haces como saludas al señor ese de Tulipán al que tampoco tienes el placer de conocer.
- La gente pide, para reyes, Botibotas, tú por si acaso también. Total, te van a traer un puzzle...
- Pero lo que más me sorprendió fue el fenómeno del fútbol. Estaba pasando la tarde en casa de Martita cuando su hermano Juan empezó a llorar porque su equipo de fútbol había perdido. Oye, se abrió el mundo ante mis ojos: ¿El fútbol no era sólo un juego del recreo? ¿Qué nivel tenía el futbol frente a mi amado Escondite para que Juan llorara por perder? ¿Daban también El Escondite por la tele?
Llegué a casa y formulé exactamente esas preguntas a mis padres. Conmocionados, me regalaron una tele en color. Bueno, quien dice me regalaron, dice compraron una para el salón. Bueno en realidad, utilizaron todas las pagas que yo había recogido en la primera comunión y que se supone que eran para estudiar una carrera y compraron la tele.
- Nena, es por tu bien. Dudo mucho que llegues a la universidad si seguimos por este camino.
Excepciones para utilizarlo:
La frase es una mierda y no tener tele de pequeña más. ¿Sabes la típica conversación en el curro en la que alguien dice "Os acordáis de aquella canción de Barrio Sésamo..."? Pues yo no me acuerdo, nunca. Así que futuros hijos míos, ésta nos la vamos a saltar. Y damos por hecho que todo lo que yo haga por vosotros será por vuestro bien. Para eso habéis salido de mis entrañas o de un larguísimo y carísimo proceso de adopción, que es aún peor.
-Ni te abriga, ni te alimenta, ni hace que estudies. ¿Para qué perder el tiempo con ella? No sirve para nada, nena. Abre un libro, corre. Que en los libros siempre dan aventuras buenas y además te las imaginas como tú quieras, que es mucho mejor. En la tele todo es muy aburrido y en dos colores. Además hace tontos a los niños y yo para mí, quiero una niña listísima.
- Pero mamá, todo el mundo tiene tele. Y la tele de Martita lo da todo a colores.
- A mí lo que haga todo el mundo me da igual. Yo no pienso dejar que mis hijas vean los sinsentidos que dan por la tele, que cada vez esta peor, y tú eres muy influenciable, que digo "Jesús" y tú estornudas. Y si quieres colores, miras por la ventana, que hay muchos. Hazme caso que es por tu bien, nena.
Consecuencias del consejo:
Te conviertes en una niña fuera de tu tiempo.
Yo no echaba de menos la tele porque es imposible echar de menos algo a lo que no estás acostumbrada. Tú vives pensando que todas las familias son como la tuya, y que las mejores aventuras las dan en los libros. Pero creces, te relacionas y en el patio juegan a un juego que se llama V y todas las niñas quieren ser Elisabeth la niña de las estrellas, y todos los niños quieren ser Donovan, y como tu aislamiento te hace débil acabas siendo Diana (pronunciado Daiana). Que realmente no te importa, porque no tienes ni jodida idea de quién es la tal Daiana porque estás terriblemente concentrada en adivinar porqué ahora todos los niños juegan a comerse ratones. El caso es que te mueves por el patio con cara de "¿Nos hemos vuelto locos niños? ¿Qué ha pasado con el apasionante Escondite o el siempre sorprendente Bote-bote? ¿O ese relajado y contructivo juego llamado El burro?".
- Los niños se van a la cama con Casimiro. Tú piensas que por qué Casimiro no tiene nunca tiempo de pasar por tu casa para llevarte a dormir, que seguro que es más agradable el señor Casimiro que tu madre a grito pelado gritando que apagues ya la luz si no quieres enterarte de lo qué significa estar cerca de la muerte en un plis plas.
- Los niños gritan "el de Tulipán" cada vez que ven un helicóptero. Tu sonríes y haces como saludas al señor ese de Tulipán al que tampoco tienes el placer de conocer.
- La gente pide, para reyes, Botibotas, tú por si acaso también. Total, te van a traer un puzzle...
- Pero lo que más me sorprendió fue el fenómeno del fútbol. Estaba pasando la tarde en casa de Martita cuando su hermano Juan empezó a llorar porque su equipo de fútbol había perdido. Oye, se abrió el mundo ante mis ojos: ¿El fútbol no era sólo un juego del recreo? ¿Qué nivel tenía el futbol frente a mi amado Escondite para que Juan llorara por perder? ¿Daban también El Escondite por la tele?
Llegué a casa y formulé exactamente esas preguntas a mis padres. Conmocionados, me regalaron una tele en color. Bueno, quien dice me regalaron, dice compraron una para el salón. Bueno en realidad, utilizaron todas las pagas que yo había recogido en la primera comunión y que se supone que eran para estudiar una carrera y compraron la tele.
- Nena, es por tu bien. Dudo mucho que llegues a la universidad si seguimos por este camino.
Excepciones para utilizarlo:
La frase es una mierda y no tener tele de pequeña más. ¿Sabes la típica conversación en el curro en la que alguien dice "Os acordáis de aquella canción de Barrio Sésamo..."? Pues yo no me acuerdo, nunca. Así que futuros hijos míos, ésta nos la vamos a saltar. Y damos por hecho que todo lo que yo haga por vosotros será por vuestro bien. Para eso habéis salido de mis entrañas o de un larguísimo y carísimo proceso de adopción, que es aún peor.
lunes, 8 de noviembre de 2010
44. Nena, eso es un lujo capitalista.
Mi madre es un ser contradictorio. Desde que recuerdo, ella ha deseado que fuera normal y me ha educado para no serlo.
Yo de pequeña quería ser dimplomática y a mi madre le daba mucha rabia porque le parecía raro. Jugaba a los diplomáticos con mi hermana, y sí, era raro.
- Tú ponte en esa silla y coge ese vaso como si fuera una copa de vino, y vamos a discutir sobre política internacional. Yo soy España y tú eres Portugal.
- Jooo yo no quiero ser Portugal- decía mi hermana.
- Pues Francia no puedes ser porque con los franceses no se puede discutir.
Muy raro. La culpa en realidad era de mi padres que me explicaban cosas complicadísimas para una niña, y a mí se me grababan a fuego. A ellos les hacía gracia que yo repitiera cosas así, hasta que se les fue de las manos.
- Nena, a ver si jugamos a cosas más normales. Por ejemplo a papás y mamás o a profesoras.
- ¿Qué tiene de malo ser diplomática? ¿Si vosotros siempre decís que es el mejor trabajo del mundo?
- Nada nena, no tiene nada de malo pero tú tienes 9 años y deberías jugar con muñecas.
- ¡Pues cómprame una Barbie!
- No empezemos ¿eh? nena, no empezemos.
¿Pero qué querías mamá? ¡Si mis muñecas parecían una jodida reunión de Naciones Unidas!
Otra frase que mis padres me repetían constantemente era: "Eso es un lujo capitalista". Para que os hagáis una idea: la nocilla, el pan bimbo, el chocolate, los cereales, cualquier galleta que no fuera María, los petitsuis, la cocacola... Todo era un lujo capitalista. Y el mini-babybel: un super lujo capitalista.
- Mamá quiero colacao.
- Nena, la leche se toma sola. Si quisieran que tú tomaras la leche con chocolate, las vacas la harían así.
- Pero mamá, toooodoooo el mundo toma la leche con Colacao.
- Pues nosotros no, porque es un lujo capitalista.
Claro que como yo no tenía ni jodida idea de qué significa aquello, pues no podía discutirlo.
Un día en la panadería del barrio, con todas las vecinas alrededor, mi amiga Martita le pidió a mi madre que le comprara una napolitana de chocolate. Y a mí me faltó tiempo:
- Martita, eso es un lujo capitalista y nosotros no lo compramos.
- ¡Ay qué salada es la niña!- me dijo la típica vecina cabrona que vio que allí había materia para la humillación- ¿y tú qué quieres ser de mayor guapa?
- Yo dimplomática para beber siempre buen vino y viajar mucho.
Pellizco de la muerte, pisotón y mi madre de un rojo escarlata.
- Esta niña, de verdad que no sé de dónde saca esas cosas-. Tirones del brazo hasta casa, gritos en el ascensor, pellizco de la muerte, repellizco.
- Un día me matas de un disgusto. Pero ¿quién te mandará a ti decir esas cosas en público? Te voy a mandar interna, te prometo que te voy a mandar interna, para que aprendas.
Consecuencias del consejo:
Me pasé años creyendo que "lujo capitalista" debía ser un insulto parecido a "hijo de puta".
Valoro poco a los diplomáticos: mi imagen de ellos se reduce a gente bebiendo vino y hablando en palacios impresionantes.
No me gusta la cocacola, el colacao justito y nada los petitsuis. Si nunca de pequeña te has acostumbrado a esos sabores, pues de mayor te parecen extraños, sobre todo la cocacola. Esto te hace rara. Muy rara. En los cumpleaños infantiles, en los botellones con el kalimotxo y en la treintena con los cubatas.
Excepciones para utilizarlo:
Futuros hijos míos, no os pienso decir frases que no comprendáis pero quiero ser la madre de un dimplómatico y beber buen vino y vivir retirada en un palacio. ¿Ha quedado claro? Pues eso.
Yo de pequeña quería ser dimplomática y a mi madre le daba mucha rabia porque le parecía raro. Jugaba a los diplomáticos con mi hermana, y sí, era raro.
- Tú ponte en esa silla y coge ese vaso como si fuera una copa de vino, y vamos a discutir sobre política internacional. Yo soy España y tú eres Portugal.
- Jooo yo no quiero ser Portugal- decía mi hermana.
- Pues Francia no puedes ser porque con los franceses no se puede discutir.
Muy raro. La culpa en realidad era de mi padres que me explicaban cosas complicadísimas para una niña, y a mí se me grababan a fuego. A ellos les hacía gracia que yo repitiera cosas así, hasta que se les fue de las manos.
- Nena, a ver si jugamos a cosas más normales. Por ejemplo a papás y mamás o a profesoras.
- ¿Qué tiene de malo ser diplomática? ¿Si vosotros siempre decís que es el mejor trabajo del mundo?
- Nada nena, no tiene nada de malo pero tú tienes 9 años y deberías jugar con muñecas.
- ¡Pues cómprame una Barbie!
- No empezemos ¿eh? nena, no empezemos.
¿Pero qué querías mamá? ¡Si mis muñecas parecían una jodida reunión de Naciones Unidas!
Otra frase que mis padres me repetían constantemente era: "Eso es un lujo capitalista". Para que os hagáis una idea: la nocilla, el pan bimbo, el chocolate, los cereales, cualquier galleta que no fuera María, los petitsuis, la cocacola... Todo era un lujo capitalista. Y el mini-babybel: un super lujo capitalista.
- Mamá quiero colacao.
- Nena, la leche se toma sola. Si quisieran que tú tomaras la leche con chocolate, las vacas la harían así.
- Pero mamá, toooodoooo el mundo toma la leche con Colacao.
- Pues nosotros no, porque es un lujo capitalista.
Claro que como yo no tenía ni jodida idea de qué significa aquello, pues no podía discutirlo.
Un día en la panadería del barrio, con todas las vecinas alrededor, mi amiga Martita le pidió a mi madre que le comprara una napolitana de chocolate. Y a mí me faltó tiempo:
- Martita, eso es un lujo capitalista y nosotros no lo compramos.
- ¡Ay qué salada es la niña!- me dijo la típica vecina cabrona que vio que allí había materia para la humillación- ¿y tú qué quieres ser de mayor guapa?
- Yo dimplomática para beber siempre buen vino y viajar mucho.
Pellizco de la muerte, pisotón y mi madre de un rojo escarlata.
- Esta niña, de verdad que no sé de dónde saca esas cosas-. Tirones del brazo hasta casa, gritos en el ascensor, pellizco de la muerte, repellizco.
- Un día me matas de un disgusto. Pero ¿quién te mandará a ti decir esas cosas en público? Te voy a mandar interna, te prometo que te voy a mandar interna, para que aprendas.
Consecuencias del consejo:
Me pasé años creyendo que "lujo capitalista" debía ser un insulto parecido a "hijo de puta".
Valoro poco a los diplomáticos: mi imagen de ellos se reduce a gente bebiendo vino y hablando en palacios impresionantes.
No me gusta la cocacola, el colacao justito y nada los petitsuis. Si nunca de pequeña te has acostumbrado a esos sabores, pues de mayor te parecen extraños, sobre todo la cocacola. Esto te hace rara. Muy rara. En los cumpleaños infantiles, en los botellones con el kalimotxo y en la treintena con los cubatas.
Excepciones para utilizarlo:
Futuros hijos míos, no os pienso decir frases que no comprendáis pero quiero ser la madre de un dimplómatico y beber buen vino y vivir retirada en un palacio. ¿Ha quedado claro? Pues eso.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
43. Las cosas hay que hacerlas en el momento.
Mi madre está mala, con jaqueca. Ella es muy de jaquecas. Y es porque se preocupa por todo. Creo que esa es la primera premisa para ser una drama mamá: que todo te angustie un poco. Y en este momento, mi madre tiene la mayor de las angustias encima: está reformando la casa. Que si se midieran las angustias como los terremotos, en mi madre una reforma es un 9 en la escala de Ritcher, el 10 es un constipado de alguna de sus hijas.
Está en plan: vamos a tirarlo todo y, eso, lo está tirando todo y también me obliga a mí. Me pasé el sábado intentando salvar cosas bajo la premisa: "Esto dentro de unos años valdrá un pastón". El típico tocadiscos que no funciona, la típica cinta original de Los Inhumanos, la típica falda de ante con agujeros... Estoy tranquila porque en 10 años voy a estar forrada ¿Os he comentado lo de la típica cinta original de Olé Olé? Lo sé, os morís de envidia.
Pero mi madre que está de vuelta de todo y que no se ha hecho rica con sus reliquias me lo dejó clarito:
- Nena, la mierda, vale lo mismo ahora que el futuro: una mierda. Así que ya me vas tirando eso.
- Pero mamá ¿tú sabes lo que va a valer dentro de unos años este teléfono móvil que pesa 6 kilos y medio?
- Nena, sí, 6 kilos y medio de mierda. Tíralo ya.
- Mamá, deja que me lo piense. Lo aparto ahí y luego decido.
- Nena, las cosas hay que hacerlas en el momento.
- Pero qué más te da después de 20 años, esperar una hora más.
- Mira nena, en mayo quise mandarle unas flores a tu tía de Málaga porque allí se celebra el Santo, no como aquí que solo tenemos el cumpleaños. En el Sur son más de festejar, eso se agradece, es por el calor. Con este frío sólo dan ganas de deprimirse. En cuanto podamos nos vamos para el Sur, te lo digo, en cuanto nos jubilemos, a tener los pies calientes todo el año ¿Te imaginas? Eso es la gran vida. Bueno, pues total que se me pasó y no le mandé flores. Me dije: pues para el cumpleaños que seguro que con 86 años le hace ilusión. Pero me dijo su hija que el día del cumpleaños no iban a estar en casa porque se la llevaban a comer pescadito. Ya ves tú, con 86 años y conservaba el apetito, eso es de personas con voluntad. Gracias a comer bien y a un vasito de vino que se tomaba en las comidas estaba tan bien, pobre mía, con lo que pasó en la guerra. Porque que sepas, que en Andalucía no hay nacionalimos porque es lo que tiene el hambre, que no te deja espacio para pensar en banderas, sólo piensas en patatas. Así que tampoco pude mandarle el ramo. ¿Qué ha pasado por no hacer las cosas en el momento? Pues ya lo sabes, que hace dos semanas se las mandé, pero para su tumba. Así que aprende nena, nunca sabes cuando todo esto se puede acabar, así que no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
Mi madre me aterra a veces de tal manera, que cualquier cosa deja de tener importancia al lado de la crisis existencial en la que me sumerge: ¿Para qué guardar un movil para el futuro? El jodido el futuro no existe.
Consecuencias del consejo:
Soy vaga. Esto lo traigo puesto en los genes, que está claro que no son de mi madre. Me he pasado 31 años batallado entre mi personalidad perezosa y esa angustiante sensación de que me voy a morir en cualquier momento. Así que mi cerebro procesa con completa normalidad pensamientos como: "Tengo que estudiar, Mejor me voy a la calle a jugar, total me voy a morir mañana". Lo que a su vez ha supuesto numerosas collejas de mi madre: "Mira nena, tú me tomas la palabra para lo que te la gana. Yo que tu me ponía a estudiar porque como no te mueras mañana y me suspendas el Inglés, vas a estar más cerca del infierno de lo que te crees".
Excepciones para utilizarlo:
En realidad tiene razón. Futuros hijos míos, las cosas hay que hacerlas en el momento. No pienso traumatizaros con una muerte inminente. Pero yo tampoco me pienso dejar engañar por el Carpe Diem.
- Nena, eso son tonterías para vagos. Lo que tu tienes que hacer es cumplir con tu obligación que es ordenar tu cuarto hoy, para que mi obligación mañana no sea castigarte. ¿Lo has entendido? Pues, ale, menos literatura y más acción".
Está en plan: vamos a tirarlo todo y, eso, lo está tirando todo y también me obliga a mí. Me pasé el sábado intentando salvar cosas bajo la premisa: "Esto dentro de unos años valdrá un pastón". El típico tocadiscos que no funciona, la típica cinta original de Los Inhumanos, la típica falda de ante con agujeros... Estoy tranquila porque en 10 años voy a estar forrada ¿Os he comentado lo de la típica cinta original de Olé Olé? Lo sé, os morís de envidia.
Pero mi madre que está de vuelta de todo y que no se ha hecho rica con sus reliquias me lo dejó clarito:
- Nena, la mierda, vale lo mismo ahora que el futuro: una mierda. Así que ya me vas tirando eso.
- Pero mamá ¿tú sabes lo que va a valer dentro de unos años este teléfono móvil que pesa 6 kilos y medio?
- Nena, sí, 6 kilos y medio de mierda. Tíralo ya.
- Mamá, deja que me lo piense. Lo aparto ahí y luego decido.
- Nena, las cosas hay que hacerlas en el momento.
- Pero qué más te da después de 20 años, esperar una hora más.
- Mira nena, en mayo quise mandarle unas flores a tu tía de Málaga porque allí se celebra el Santo, no como aquí que solo tenemos el cumpleaños. En el Sur son más de festejar, eso se agradece, es por el calor. Con este frío sólo dan ganas de deprimirse. En cuanto podamos nos vamos para el Sur, te lo digo, en cuanto nos jubilemos, a tener los pies calientes todo el año ¿Te imaginas? Eso es la gran vida. Bueno, pues total que se me pasó y no le mandé flores. Me dije: pues para el cumpleaños que seguro que con 86 años le hace ilusión. Pero me dijo su hija que el día del cumpleaños no iban a estar en casa porque se la llevaban a comer pescadito. Ya ves tú, con 86 años y conservaba el apetito, eso es de personas con voluntad. Gracias a comer bien y a un vasito de vino que se tomaba en las comidas estaba tan bien, pobre mía, con lo que pasó en la guerra. Porque que sepas, que en Andalucía no hay nacionalimos porque es lo que tiene el hambre, que no te deja espacio para pensar en banderas, sólo piensas en patatas. Así que tampoco pude mandarle el ramo. ¿Qué ha pasado por no hacer las cosas en el momento? Pues ya lo sabes, que hace dos semanas se las mandé, pero para su tumba. Así que aprende nena, nunca sabes cuando todo esto se puede acabar, así que no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
Mi madre me aterra a veces de tal manera, que cualquier cosa deja de tener importancia al lado de la crisis existencial en la que me sumerge: ¿Para qué guardar un movil para el futuro? El jodido el futuro no existe.
Consecuencias del consejo:
Soy vaga. Esto lo traigo puesto en los genes, que está claro que no son de mi madre. Me he pasado 31 años batallado entre mi personalidad perezosa y esa angustiante sensación de que me voy a morir en cualquier momento. Así que mi cerebro procesa con completa normalidad pensamientos como: "Tengo que estudiar, Mejor me voy a la calle a jugar, total me voy a morir mañana". Lo que a su vez ha supuesto numerosas collejas de mi madre: "Mira nena, tú me tomas la palabra para lo que te la gana. Yo que tu me ponía a estudiar porque como no te mueras mañana y me suspendas el Inglés, vas a estar más cerca del infierno de lo que te crees".
Excepciones para utilizarlo:
En realidad tiene razón. Futuros hijos míos, las cosas hay que hacerlas en el momento. No pienso traumatizaros con una muerte inminente. Pero yo tampoco me pienso dejar engañar por el Carpe Diem.
- Nena, eso son tonterías para vagos. Lo que tu tienes que hacer es cumplir con tu obligación que es ordenar tu cuarto hoy, para que mi obligación mañana no sea castigarte. ¿Lo has entendido? Pues, ale, menos literatura y más acción".