Y claro, después de recibir este consejo, pues nunca me vio.
Cuando utilizaba el consejo:
Sin criterio, ni contexto, vamos, como coletilla general en cualquier situación. Pongamos ejemplos:
- Nena, te he preparado la mochila para la excursión y te he metido 500 pesetas, por si acaso. Y no te alejes del grupo, que eres muy de alejarte, y haz caso a las profesoras y como te vea alguien con un cigarro en la boca te lo tragas. (ajá)
- Nena vuelve a casa las 10, ni un minuto más. Mira, para que no te entren dudas, que tú eres muy de dudar. Por cada minuto tarde que llegues, te castigo un mes. Tú verás si te compensa dudar y como te vea con un cigarro en la boca te lo tragas. (ajá)
- Nena baja a por patatas, un kilo, de las de atrás que son las mejores, y le pides un poco de perejil, y como te vea con un cigarro en la boca te lo tragas. (ajá, ajá).
Mi madre inventó el spam. Palabrita.
Consecuencias del consejo:
Fumo a toda pastilla, con ansiedad, por si acaso anda cerca
Segunda consecuencia: falta de credibilidad en mi madre. Llegué un día casa y después de un par de gritos, la veo en la terraza pequeña de su cuarto:
- ¿Qué haces aquí mamá?- y ella me mira con cara de infarto.
- Pues mirando por la ventana, que hay mucho que mirar- seguía con cara de infarto y un brazo flexionado detrás de la espalda.
- ¿Mamá tú estás fumando?- lo dije con miedo, sabiendo que podía lanzarme por la ventana.
- ¡Pero qué voy a fumar yo! ¡Qué cosas tienes! Ayayayayay esta chica- cara de infarto e ictus.
- Pero mamá...- me estaba jugando la vida- La cortina de detrás tuya está ardiendo -ahí sí se le saltaron los ojos de las órbitas, cara de apoplejía, y un segundo después, sin mirar a la cortina que ardía- Mucho tiempo tienes tú para estar aquí de cháchara, será que ya has ordenado tu cuarto y hecho los deberes, entonces se me ocurre, que te puedes poner a limpiar borraja, por ejemplo, y luego te pasas el aspirador, y...
- Ya me voy, ya me voy...
¡Estaba fumando! ¡La vi! Bueno, en realidad vi como ardía la cortina. Se lo conté a mi hermana como si le contara un secreto en el que está en juego el fututo del planeta. Y nunca, jamás, ni siquiera en la típica cena de nochebuena en la te relajas, jamás, hemos hablando del "incidente de la cortina" . Me podeis llamar cobarde, pero yo me veo más como una superviviente. Ajá.
Excepciones para utilizarlo:
Futuros hijos míos, este consejo no sirve para nada. Fumar es una mierda y siento una enorme envidia de la gente que no fuma y no se tiene que enfrentar a dejar un vicio de mierda como éste. Así que optaré por la técnica de mi no drama papá, mucho más realista.
- ¿Qué la nena fuma? Déjala, que se joda.
lunes, 31 de enero de 2011
miércoles, 26 de enero de 2011
57. ¿No tienes nada que contarme?
Yo era oír esa pregunta y me moría de miedo. La había liado seguro, pero yo siempre andaba liándola y no sabía exactamente en cuál de todas me había pillado. Así que llegábamos a situaciones realmente imbéciles. Un ejemplo.
La primera vez que yo le pedí permiso a mis padres para ir a una discoteca con 14 años, ellos, por supuesto, me dijeron que no. Y yo, por supuesto, fui. Llegué a casa extasiada de ese mundo increíble que acaba de descubrir en el que te pasabas toda la noche hablando en una esquina con tus amigas del colegio viendo a los chicos, en la otra esquina, hablando también con los mismos chicos con los que estaban todo el tiempo en clase. Ajá. Increíble. El caso es que llega casa pensando que el cielo era algo parecido a una discoteca y me encontré a mis padres en la cocina, separando lentejas:
- ¿No tienes nada que contarme?- te lo decía así, como si nada.
- Pues no, creo que no, vamos.- y ya estaba vendida.
- Ah bueno. ¿De dónde vienes que vienes como si hubieras sudado?- Pregunta trampa, pregunta trampa!
- Pues es que estábamos en la plaza y han venido unos chicos con globos de agua. Entonces hemos empezado a correr, y nos hemos tenido que esconder porque eran unos chicos muy brutos, y nos han encontrado y otra vez a correr.
- ¿Y qué chicos eran esos?
- Pues no sé, unos chicos.
- ¿En abstracto o tenían nombres?
- Es que no los conocíamos pero nos han estado persiguiendo toda la tarde.- ella seguía separando lentejas como si nada.
- ¿Y hasta dónde os han perseguido?- lenteja pocha a la basura...
- Pues por el barrio.
- Ahhh, por el barrio...- lenteja buena al plato con agua.
- Eh sí, por el barrio- a esas alturas yo ya me temía lo peor. Y acertaba.
- ¿Y no has salido del barrio?- lenteja pocha a la basura.
- Pues no..., bueno, creo que no.
- ¿Y por qué tienes los ojos como tan negros? - "Me ha pillado. Se ha dado cuenta de que me he maquillado. Pero, ¿cómo? Si me limpiado en el ascensor, 6 veces".
- Pues no sé, será sucio...
- Ah... ¿ Y qué has hecho para ensuciarte así?
- Pues no sé, igual de correr o algo, del parque, eso, del parque. Es que una de las veces nos hemos escondido en el parque y el suelo estaba como negro.- Lo sé, yo era imbécil- Ha tenido que ser de eso.
- Claro, claro. De la tierra negra del parque- lenteja buena al agua.
- Sí, sí de la tierra, eso es.
- ¿Y te lo has pasado bien?- lenteja pocha a la basura.
- Sí muy bien, aunque estoy un poco cansada y yo creo que me voy a ir a la cama...
- Pues ya puedes habértelo pasado de maravilla porque- y se ponía de pie y caían lentejas por todos los lados- ¡¡¡¡No vas a volver a ver la calle en meses!!!! ¿Me estás oyendo? Que correr, ni que globos de agua. Que te han visto entrando a la discoteca. Y me han llamado para decírmelo, que menuda vergüenza he pasado yo. Y mira que te hemos dado la oportunidad para que dijeras las verdad, y nooooo, tú con tus mentiras, con tus malas mentiras por cierto. Tiempo te ha faltado para ir. Ayer te lo prohibimos, hoy vas. Y encima maquillada, porque esos ojos de mapache son de rimmel. ¡A mí me vas a engañar tú! Muy bien. Pues como no nos podemos fiar de ti, tres meses sin salir de casa. Directa del colegio, a tu cuarto.
- ¡Pero mamá! Si a todas mis amigas les dejan.
- Encima no me grites que te enteras. Un pimiento me importan todas tus amigas. Y para la cama ya, que me tienes muy enfadada. ¡14 años! Yo fui a mi primera discoteca en la luna de miel. Vamos hombre, la nena nos ha salido moderna. Pues ya te digo que por ahí no paso, antes te mando interna. Buena soy yo.
Consecuencias de la frase:
Pues creo que he estado tres veces en mi vida en un discoteca, llamadme maniática, pero les cogí manía.
Mi vida social adolescente fue como el Guadiana: ahora tienes, ahora te la quito durante tres meses, ahora tienes, ahora te castigo cuatro meses y así hasta que me fui de casa.
Excepciones para utilizarlo:
La verdad es que una técnica cojonuda. Yo creo que a veces ella no sabía nada, y me hacía la preguntita por si acaso, y allá que iba yo directa, al patíbulo de cabeza. Tú pones a un acusado frente al juez y que le pregunte: "¿No tienes nada que contarme? Y el sistema judicial español se ahorraría mucho trabajo.
Lo siento futuros hijos míos, este, me lo quedo. Id pensando al menos en buenas historias...
La primera vez que yo le pedí permiso a mis padres para ir a una discoteca con 14 años, ellos, por supuesto, me dijeron que no. Y yo, por supuesto, fui. Llegué a casa extasiada de ese mundo increíble que acaba de descubrir en el que te pasabas toda la noche hablando en una esquina con tus amigas del colegio viendo a los chicos, en la otra esquina, hablando también con los mismos chicos con los que estaban todo el tiempo en clase. Ajá. Increíble. El caso es que llega casa pensando que el cielo era algo parecido a una discoteca y me encontré a mis padres en la cocina, separando lentejas:
- ¿No tienes nada que contarme?- te lo decía así, como si nada.
- Pues no, creo que no, vamos.- y ya estaba vendida.
- Ah bueno. ¿De dónde vienes que vienes como si hubieras sudado?- Pregunta trampa, pregunta trampa!
- Pues es que estábamos en la plaza y han venido unos chicos con globos de agua. Entonces hemos empezado a correr, y nos hemos tenido que esconder porque eran unos chicos muy brutos, y nos han encontrado y otra vez a correr.
- ¿Y qué chicos eran esos?
- Pues no sé, unos chicos.
- ¿En abstracto o tenían nombres?
- Es que no los conocíamos pero nos han estado persiguiendo toda la tarde.- ella seguía separando lentejas como si nada.
- ¿Y hasta dónde os han perseguido?- lenteja pocha a la basura...
- Pues por el barrio.
- Ahhh, por el barrio...- lenteja buena al plato con agua.
- Eh sí, por el barrio- a esas alturas yo ya me temía lo peor. Y acertaba.
- ¿Y no has salido del barrio?- lenteja pocha a la basura.
- Pues no..., bueno, creo que no.
- ¿Y por qué tienes los ojos como tan negros? - "Me ha pillado. Se ha dado cuenta de que me he maquillado. Pero, ¿cómo? Si me limpiado en el ascensor, 6 veces".
- Pues no sé, será sucio...
- Ah... ¿ Y qué has hecho para ensuciarte así?
- Pues no sé, igual de correr o algo, del parque, eso, del parque. Es que una de las veces nos hemos escondido en el parque y el suelo estaba como negro.- Lo sé, yo era imbécil- Ha tenido que ser de eso.
- Claro, claro. De la tierra negra del parque- lenteja buena al agua.
- Sí, sí de la tierra, eso es.
- ¿Y te lo has pasado bien?- lenteja pocha a la basura.
- Sí muy bien, aunque estoy un poco cansada y yo creo que me voy a ir a la cama...
- Pues ya puedes habértelo pasado de maravilla porque- y se ponía de pie y caían lentejas por todos los lados- ¡¡¡¡No vas a volver a ver la calle en meses!!!! ¿Me estás oyendo? Que correr, ni que globos de agua. Que te han visto entrando a la discoteca. Y me han llamado para decírmelo, que menuda vergüenza he pasado yo. Y mira que te hemos dado la oportunidad para que dijeras las verdad, y nooooo, tú con tus mentiras, con tus malas mentiras por cierto. Tiempo te ha faltado para ir. Ayer te lo prohibimos, hoy vas. Y encima maquillada, porque esos ojos de mapache son de rimmel. ¡A mí me vas a engañar tú! Muy bien. Pues como no nos podemos fiar de ti, tres meses sin salir de casa. Directa del colegio, a tu cuarto.
- ¡Pero mamá! Si a todas mis amigas les dejan.
- Encima no me grites que te enteras. Un pimiento me importan todas tus amigas. Y para la cama ya, que me tienes muy enfadada. ¡14 años! Yo fui a mi primera discoteca en la luna de miel. Vamos hombre, la nena nos ha salido moderna. Pues ya te digo que por ahí no paso, antes te mando interna. Buena soy yo.
Consecuencias de la frase:
Pues creo que he estado tres veces en mi vida en un discoteca, llamadme maniática, pero les cogí manía.
Mi vida social adolescente fue como el Guadiana: ahora tienes, ahora te la quito durante tres meses, ahora tienes, ahora te castigo cuatro meses y así hasta que me fui de casa.
Excepciones para utilizarlo:
La verdad es que una técnica cojonuda. Yo creo que a veces ella no sabía nada, y me hacía la preguntita por si acaso, y allá que iba yo directa, al patíbulo de cabeza. Tú pones a un acusado frente al juez y que le pregunte: "¿No tienes nada que contarme? Y el sistema judicial español se ahorraría mucho trabajo.
Lo siento futuros hijos míos, este, me lo quedo. Id pensando al menos en buenas historias...
sábado, 22 de enero de 2011
56. Cuando seas responsable, tendrás una mascota.
Conejosenanos.info |
Entonces tu madre te explica lo del cielo de los pollos y lo de "nunca más vas a tener una mascota porque no eres responsable y yo he tenido que estar pendiente del pollo, y limpiarlo, y mira que huele un pollo y caga el pollo, que ya me dirás tú para qué queremos nosotros que la casa huela a corral. ¡Que estamos en un país desarrollado por dios!".
Pero algún año después, algún tío pensó que unas mini tortugas eran un increíble regalo de cumpleaños. Y lo eran: Perejil y Sarampión. Mi hermana y yo en estado de éxtasis durante una semana. Que si carreras de tortugas, que si mi Barriguita tiene una hija tortuga, que si los clicks piratas llegan a una isla de tortugas gigantes que se los comen, que si a las tortugas las vainas les encantan, que si a las tortugas la acelga les sienta muy bien... Lo típico. Y de repente, Perejil y Sarampión no se movían. Entonces tu madre te explica que también hay un cielo para tortugas y que no quiere un bicho más en esa casa. "Que les cojo cariño y, como sois dos bestias, aquí no sobrevive ni un león, y me llevo un disgusto horrible. ¿Qué culpa tendrían esas dos pobres tortugas que tu seas una mala comedora? Y demasiado imaginativa nena, demasiado, que ya veremos qué te acarrea eso en la vida, porque yo creo que nada bueno".
Pero siendo ya adolescente, mi amiga Laurita pensó que regalarme una coneja enana por el amigo invisible era increíble y, sí, llegué con aquel animalito a casa y mi madre no se lo podía creer. "¡Pero qué te he dicho mil veces! Que no quiero bichos en esta casa. Ni verlo quiero, que le cojo cariño. Te lo metes en tu habitación y mañana le buscas un sitio o lo sueltas en el monte. Lo mismo me da. Para tener una mascota hay que ser responsable y tú no sabes cuidar ni de ti misma. Que luego me toca a mí cuidar del bicho y bastante tengo con vosotras dos".
Así que el conejillo y yo dormimos juntos aquella noche, yo con una tristeza infinita. Me fui al colegio por la mañana y cuando llegué a casa, me lo encontré suelto en la cocina hablando con mi madre. Bueno en realidad, mi madre hablaba con él:
- Ay Filomena, has visto que lechuguita más rica que te he preparado y mira qué cajita para que duermas. Dime ¿quién es la mejor madre de personas y de conejos del mundo?- tal cual. Ya sé que esto puede parecer ficción, a veces mi madre parece de ficción, pero ella dijo exactamente esa frase. También en los meses siguientes dijo frases como "¿Pero cómo puede oler así esta coneja si solo come lechuga? Por la ventana la voy a tirar cualquier día, y a ti con ella. Harta me tienes de limpiarle la caja. Que no le haces ni caso a la Filo y ella lo nota, que se le ponen las orejas como caídas. Y la manía que le ha dado con cagar debajo del sofá... Harta me tenéis. Y cómo te vuelva a ver darle vainas, te voy a hacer un perolo de tres kilos para ti sola ¿Me oyes nena? Por las orejas, te van a salir"
El estado de histeria duró hasta que mi "no drama papá", meses después, se la llevó sin avisar a una huerta de mi tío. Y mi madre, mi hermana y yo dejamos de hablarle durante semanas, por insensible. Sobre todo mi madre: "Ni despedirme me has dejado, qué disgusto tengo, con lo que nos queríamos las dos. Si es que ella era la única que me entendía en esta casa. Y la más agradecida con la comida. Todo se lo acaba y sin protestar".
Consecuencias:
No como conejo y mi madre dejó de cocinarlo desde que Filomena pasó por nuestras vidas.
Para que de pequeña comiera pollo, mis padres me decían que había "Pechugas" o "Muslos", en abstracto, si decían "pechugas de pollo", no podía parar con las arcadas de imaginarme el pollo. Así que me pasé la infancia pensando que: el lomo era un tipo de alimento que no salía de ningún animal concreto, como las pechugas o los filetes.
Excepciones para utilizarlo:
Yo qué sé futuros hijos, igual todavía no soy responsable para tener mascotas. Lo que me preocupa es si lo soy para tener hijos. ¡Cruzad los dedos!
lunes, 17 de enero de 2011
55. A mí no me levantes la voz que te enteras.
Y te enterabas. Vamos que si te enterabas. Si tu le levantabas la voz, ella era capaz de gritarte hasta reventarte un tímpano.
Cuándo utilizaba el consejo:
Siempre que se te ocurría levantar la voz. Incluso cuando le gritabas desde otro cuarto para decirle dónde estaban las tijeras, ella venía a pasitos, abría la puerta y te decía con las manos en jarras:
- A mí no me levantes la voz que soy tu madre y esto no es una casa de locos. Si quieres saber dónde está algo, me lo dices como las personas civilizadas, que para eso te he educado yo, no para que andes como una verdulera..., ¿o tú eres una verdulera y no nos has dicho nada? Porque si lo que pasa es que tú tienes una frutería, pues igual hay que quitarte la paga, porque imagino que ganarás tu propio dinero ¿no? (Yo en este punto me perdía, ¿de qué narices hablaba? ¿Y cómo habíamos llegado a que yo tenía una frutería? y ¡¿qué paga?! ) ¿Me estás oyendo nena? A mi no levantes la voz que te enteras. Y las tijeras están en su sitio, donde deben estar.
A mi madre también le importaba un pimiento dónde estuviéramos. Lo de la vergüenza ajena y la propia a ella le parece debilidad humana. Un día fuimos de compras. Yo con 16 años y toda la vergüenza que puede caber dentro de un cuerpo. Mi madre 47 años y toda la desvergüenza que puede caber en un cuerpo... en el cuerpo de ocho.... En un cuerpo solar y no sé si llego.
- Nena, venga, sal ya del probador que no tengo todo el día.
- Ahora voy...- pero eso a mi madre le daba igual, y le faltaba tiempo para abrirte la cortina y que media tienda te viera en pelotas.
- Chica mamá, que ya voy- yo alcanzaba cotas de color escarlata que Pantone desconoce.
- Ni chica, ni chico. Ven para afuera que ahí no se ve nada, que hacen los probadores para enanas, porque no lo entiendo si no.- Yo salía con timidez y ella sentada en un sofá me miraba con desaprobación.
- No, no, no. No me gusta nada. No es nada fino, con ese escote... Mejor pruébate ese pichi que te he cogido yo, que es mucho más mono.
- Pero a mí este me gusta...
- Pero tú no tienes ni idea de vestirte bien. Además, si pago yo, elijo yo.
- Pero a mí me gusta este- lo dije un poco más alto, un poco, cómo quien se sube una rayita al volumen de la tele, pero ella debió oirlo por la megafonía de la tienda o algo. Y allí en medio, con otras 10 madres y otras 10 hijas adolescentes, se puso en jarras y yo me esperé lo peor. Y como casi siempre que espero lo peor con mi madre, acerté:
- ¡A mí no me levantes la voz que soy tu madre! ¿Me oyes?- lo dijo a grito pelado- Y ya te estás quitando ese vestido que pareces una fulana cualquiera- esto lo dijo como si pones la tele a un 5.1 y le subes el volumen a tope en mitad de la noche, a las tres de la madrugada, en un pueblo de Soria. De manera que todos esos ojos se giraron. Las madres la miraban con orgullo rollo: "Ahí va: una buena madre" y las hijas me miraban con pena rollo: "Entendería que te suicidarás porque además sé a qué colegio vas". Me pareció ver a una que incluso se le nublaban los ojos- ¡Habrase visto! "A mí me gusta" dice la nena. Mira, llenito tienes el armario de cosas que te gustaban. No, qué digo gustar, que te encantaban y que te has puesto una vez. ¡Una vez! Se acabó, cuando tengas 18 años irás con la pinta de fulana que te dé la gana, pero mientras pague yo, te vistes como Dios manda, la niña esta...
Consecuencias del consejo:
Yo soy capaz de discutir a susurros y, claro, pierdo credibilidad. La gente no te tiene en cuenta. Insultar en voz bajita tampoco funciona, la gente no me toma en serio.
Consecuencias en mi hermana: a ella no le puedes gritar. Nada. Le ha cogido terror a los gritos y aunque le llamen guapa, ella llora.
Excepciones para utilizarlo:
No creo que vayamos a tener este problema. Futuros hijos míos, esta frase me pone muy nerviosa así que intentaré no utilizarla. Eso sí, a ver cómo aprendo a mandaros a la cama con autoridad a base de susurros. No lo veo, lo intento, pero de verdad que no lo veo.
Cuándo utilizaba el consejo:
Siempre que se te ocurría levantar la voz. Incluso cuando le gritabas desde otro cuarto para decirle dónde estaban las tijeras, ella venía a pasitos, abría la puerta y te decía con las manos en jarras:
- A mí no me levantes la voz que soy tu madre y esto no es una casa de locos. Si quieres saber dónde está algo, me lo dices como las personas civilizadas, que para eso te he educado yo, no para que andes como una verdulera..., ¿o tú eres una verdulera y no nos has dicho nada? Porque si lo que pasa es que tú tienes una frutería, pues igual hay que quitarte la paga, porque imagino que ganarás tu propio dinero ¿no? (Yo en este punto me perdía, ¿de qué narices hablaba? ¿Y cómo habíamos llegado a que yo tenía una frutería? y ¡¿qué paga?! ) ¿Me estás oyendo nena? A mi no levantes la voz que te enteras. Y las tijeras están en su sitio, donde deben estar.
A mi madre también le importaba un pimiento dónde estuviéramos. Lo de la vergüenza ajena y la propia a ella le parece debilidad humana. Un día fuimos de compras. Yo con 16 años y toda la vergüenza que puede caber dentro de un cuerpo. Mi madre 47 años y toda la desvergüenza que puede caber en un cuerpo... en el cuerpo de ocho.... En un cuerpo solar y no sé si llego.
- Nena, venga, sal ya del probador que no tengo todo el día.
- Ahora voy...- pero eso a mi madre le daba igual, y le faltaba tiempo para abrirte la cortina y que media tienda te viera en pelotas.
- Chica mamá, que ya voy- yo alcanzaba cotas de color escarlata que Pantone desconoce.
- Ni chica, ni chico. Ven para afuera que ahí no se ve nada, que hacen los probadores para enanas, porque no lo entiendo si no.- Yo salía con timidez y ella sentada en un sofá me miraba con desaprobación.
- No, no, no. No me gusta nada. No es nada fino, con ese escote... Mejor pruébate ese pichi que te he cogido yo, que es mucho más mono.
- Pero a mí este me gusta...
- Pero tú no tienes ni idea de vestirte bien. Además, si pago yo, elijo yo.
- Pero a mí me gusta este- lo dije un poco más alto, un poco, cómo quien se sube una rayita al volumen de la tele, pero ella debió oirlo por la megafonía de la tienda o algo. Y allí en medio, con otras 10 madres y otras 10 hijas adolescentes, se puso en jarras y yo me esperé lo peor. Y como casi siempre que espero lo peor con mi madre, acerté:
- ¡A mí no me levantes la voz que soy tu madre! ¿Me oyes?- lo dijo a grito pelado- Y ya te estás quitando ese vestido que pareces una fulana cualquiera- esto lo dijo como si pones la tele a un 5.1 y le subes el volumen a tope en mitad de la noche, a las tres de la madrugada, en un pueblo de Soria. De manera que todos esos ojos se giraron. Las madres la miraban con orgullo rollo: "Ahí va: una buena madre" y las hijas me miraban con pena rollo: "Entendería que te suicidarás porque además sé a qué colegio vas". Me pareció ver a una que incluso se le nublaban los ojos- ¡Habrase visto! "A mí me gusta" dice la nena. Mira, llenito tienes el armario de cosas que te gustaban. No, qué digo gustar, que te encantaban y que te has puesto una vez. ¡Una vez! Se acabó, cuando tengas 18 años irás con la pinta de fulana que te dé la gana, pero mientras pague yo, te vistes como Dios manda, la niña esta...
Consecuencias del consejo:
Yo soy capaz de discutir a susurros y, claro, pierdo credibilidad. La gente no te tiene en cuenta. Insultar en voz bajita tampoco funciona, la gente no me toma en serio.
Consecuencias en mi hermana: a ella no le puedes gritar. Nada. Le ha cogido terror a los gritos y aunque le llamen guapa, ella llora.
Excepciones para utilizarlo:
No creo que vayamos a tener este problema. Futuros hijos míos, esta frase me pone muy nerviosa así que intentaré no utilizarla. Eso sí, a ver cómo aprendo a mandaros a la cama con autoridad a base de susurros. No lo veo, lo intento, pero de verdad que no lo veo.
martes, 11 de enero de 2011
54. Te voy a lavar la boca con jabón.
The Body Shop |
Para saber qué considera ella un insulto asumible, sólo hay que verla conduciendo. Ella insulta, sí, aunque a su manera. Allí va ella, en su mini coche. Ufana, tranquila.
- Mira ese, mira ese. Van como locos. Yo no entiendo cómo les dan el carnet. Si yo fuera presidente del gobierno, ponía un límite a los coches y todo el mundo a 50. Ya vas a ver, nena, cómo no había tantos accidentes. Pero mira ese, casi nos da... ¡Ca.... (está casi a apunto, tú crees que va a decirlo, tú crees que por fin vas a oir a tu madre decir cabrón pero...) Caaaa...nelo, más que canelo.
Ahí está, su gran insulto, y pone cara de victoria.
- ¿Y ese? Ese se cree que esto es el París Dakar. Si yo fuera policía, me iba a poner fina a multas, que yo no entiendo qué hacen, porque en esta calle te pones todo el rato y conseguimos bajarle los impuestos a todos los españolesde de bien a base de multas a los locos estos. Pero míralo nena, aún me da, aún me da... Ma.... ( y tú casi estás rezando, que diga Mamón, venga mamá, tu puedes, dilo) Ma...meluco.
Te desinflas.
- Esto me pasa por ser mujer y conducir un coche pequeño. Cuando voy con tu padre, nada. Le respetan, pero a mí... Las que me lían nena. Como el otro día, que iba a aparcar, al lado de esa frutería que me gusta tanto, que lo tienen todo a buen precio y siempre me acaban regalando algo, que si unas patatas, o un racimo de uvas... Es que la frutera es tan detallista, así da gusto. No como el estirado del Mateo, toda la vida comprándole la verdura y ni un perejil nena, ni uno. Y en cuanto puede, te mete un melocotón pocho, que lo tengo que vigilar para que no me cuele una... Bueno, pues que veo que va a salir un coche y yo doy mi intermitente, porque yo señalizo lo que voy a hacer, como Dios manda. Empiezo a dar marcha atrás para dejarle salir al coche, porque yo soy educada como Dios manda, y coge otro, un jovenzuelo con un coche macarra y se mete. Ahora, que ya te digo, me bajé, le pegué en la ventanilla y le dije de todo. No le di un sopapo porque me estaban pitando los coches, que si voy tranquila, te digo que le doy un sopapo. ¡Hábrase visto! Ya le dije: "Ay si te viera tu madre". Pues eso a tu padre no le pasa, no. Y ese ¿a qué espera ahora?, ¿no ve que le estoy cediendo? Venga mi chico que te estoy cediendo...
- Mamá es que él tiene un ceda el paso...- esto le pasa siempre. Mi madre siempre hace Stop porque, mitad por educación mitad porque no se fía, ella siempre cede, por si acaso.
- Mira nena, tengo 30 años de carnet de conducir y nunca, repito nunca, he tenido un accidente. Así que no me des lecciones. Bueno, pues si él no se decide, voy a pasar yo.
Y esto también le pasa siempre, arranca justo en el momento que el otro coche, harto de esperar, arranca. Así que frenazo y me pone su brazo a modo de barrera, porque mi madre se debe creer que ella con su brazo es capaz de protegerme del embiste de un todo terreno, bueno, y de una manada de rinocerontes. Ella y su brazo poderoso... Y entonces, crees que sí. Ha llegado el momento en que tu madre por fin dice un taco. Se lo ves en la cara.
- Me ca...
- ¡Me cago en tu madre! Dilo mamá, díselo.- porque ya no te aguantas y te sale solo.
- Pero ¡qué dices nena!, ¿quién te ha enseñado a hablar así? Me cachis la mar, eso iba a decir. ¡Pero qué boca más sucia tienes! Como te vuelva a oir decir algo así, te lavo la boca con jabón. ¿Me has oído? A quién se le ocurre, nena. ¿Pero qué culpa tendrá la madre de ese desgraciado? Bastante tendrá ya la pobre mujer.
Consecuencias del consejo:
Disfruto de los tacos. Es que siento verdadera relajación cuando los pronuncio. Tanto tiempo sentada a su lado imaginando el improperio que iba a soltar y, nada, siempre cosas como: mameluco, canelo, ostriviri, mecachis la mar, gilipichis, en los días más salvajes.
Alguna escasa vez le he oído decir mierda y es una palabra de no retorno. Si mi madre me dice ¿pero qué mierda has hecho? Más me vale salir corriendo.
Una vez dije copón en mitad de una comida familiar y ahí sí que conocí su brazo poderoso, que casi me saca un pulmón del codazo. "Ya hablaremos en casa, nena, ya hablaremos tú y yo".
Excepciones para utilizarlo:
Futuros hijos míos, hay que ser educado. No es necesario ir cagándose en la madre de nadie, pero algunas veces con un "ostriviri" no se consigue nada. Se dice "hostia" y os quitáis un peso de encima porque ojalá todo lo que os encontréis en la vida sean gilipichis, pero para vuestra desgracia, lo que hay es mucho gilipollas.
Uf... que a gusto me he quedado.
viernes, 7 de enero de 2011
53. Si te portas mal, los Reyes te traerán carbón.
Vaya por delante que actualmente mi madre es la mejor reina maga del mundo. En serio. Tú dices allá por agosto: "mira qué gafas más monas", y ella las compra y te las guarda para Reyes. O vas de compras y te pruebas un vestido y ella empieza: "Te queda fatal, chica, no te compres eso que es muy feo, es de pilingui." Y ella lo reserva cuando te metes al probador y te lo pone en el zapato. Ha conseguido que con 31 años me ponga el despertador el día de Reyes y levante a mi hermana a gritos. Incluso mi no drama papá se pone nervioso abriendo sus paquetes. Siempre en orden. Porque en mi casa abrimos uno cada uno, por turnos, y todos celebramos los regalos de los demás.
Además, siempre tiene algún regalo sentido. Por ejemplo, este año, me ha agrupado una colección de jaboncillos que tenía cuando era pequeña, me ha comprado una caja preciosa donde guardarlos y me lo puso en el zapato. Y lloramos las dos cuando abrí el regalo. Así somos, sentidas.
Además es espléndida y mi no drama papá también. Entre muchos regalos me ha caído un billete de 500 euros. Ajá, existen, y yo tengo uno. Nuevito que parece del Monopoly.
- Alé, para que ahorres, que tú tienes un agujero en la mano nena. Te lo damos agarrado, que nadie te cambia un billete así, para que no te lo gastes. Porque nena, ¿tú sabes que no puedes ir a un bar con ese billete no? Pues eso, el lunes te vas directica al banco, y lo ingresas.
- Pero mamá, el dinero es para gastar.
- Así te va nena, así te va. Pues este no vas a poder gastarlo, y si no, nos lo devuelves. Es para la cuenta de ahorro, esa que tiene que hacer eco, que yo creo que tú el dinero te lo comes.
Vamos que tengo un billete de 500 para mí solita, de recuerdo, porque no se puede gastar.
Es la reina maga perfecta pero ha sido muy pro carbón para que entendieramos el mensaje de los Reyes, pero pro carbón de la caldera de mi abuela, nada del dulce.
- ¿Pero cómo narices va entender un niño que se ha portado mal si le dan azúcar? No, no, no.
- Ya mamá, pero te parece normal que hasta los 18 años me echaras un saco de carbón. Tooodoooss los años.
- Mira nena, ¿te parece normal que tú hasta los 18 años fueras una niña insufrible que no paraba de portarse mal?
- No tan insufrible...
- Nena, que a tí se te hacía bolo la carne en la universidad. Insufrible es poco, y si hubieras sido insufrible pero no anémica pues igual lo hubiéramos llevado mejor, pero eso junto... Lo que me has hecho sufrir tú a mí. Bastantes regalos has tenido con lo mala que eras. ¿Quieres que te recuerde cuando rompiste el espejo del baño? Enterico, con la cabeza. Que te llevé a urgencias con todos los cristales clavados en la cara y los brazos y me miraron con una cara. ¡Que parecíamos la procesión de El Cristo Mutilado! Lo que me costó explicarle al médico aquel lo que te había pasado. Y mira que te dije que no entraras al baño, que la luna estaba floja. Y tú, no sólo entraste, si no que te dió por descubrir que si pegas un párpado a un espejo te notas el pulso. Eso le decías al médico aquel que tuvo que pensar que a ti te faltaba un punto de cocción. Porque no era normal. Toda llena de yodo. O cuando saltaste de aquel tractor, que un día ya me contarás qué hacías tú en un tractor, que todavía no lo entiendo, y te partiste la rabadilla, que debe ser el hueso más inútil del cuerpo pero te tiraste un mes sin sentarte, con aquel flotador a todos lados ¿te acuerdas? O el año que te dió por hacerte la fugitiva y te desapareciste tres horas al salir de colegio...
- Vale, vale, es que era inquieta.
- Nena, inquieto es alguien que se mueve en un silla, tú más bien eras convulsa. A ver, para que me entiendas, inquieta es tu hermana cuando mueve el pie repetidamente estando en el sofá, que me pone de los nervios. Te lo digo: un día le corto el pie. Tu eras más bien de probar a darle la vuelta a tu pierna por detrás del cuello a ver si llegabas a tocarte a la oreja, tirabas la lámpara de cristal al intentarlo y también te dislocabas el tobillo. ¿Lo entiendes? Te tenía que haber hecho comerte el carbón, pero el de tu abuela, a ver si te parabas quietas un rato, que somos clientes VIP de urgencias.
Consecuencias del consejo:
De muy pequeña, los Reyes y yo no nos entendíamos. A ver, esos tipos me traían sacos enormes de carbón, y me dejaban una carta escrita con cientos de recomendaciones que debía cumplir si quería más regalos al año siguiente, y en la carta siempre ponían que le hicera caso a mi madre, que sufría mucho cuando me portaba mal, y era ella un buena madre con un hija muy revoltosa. Y total, me traían juegos educativos y nunca la Barbie con la que yo soñaba. Pse, su magia me parecía bastante justica.
Como un año que me levanté en mitad de la noche y ví un bulto enorme en mi zapato, del doble de mi altura, y me fui a la cama como si me hubieran pinchado cafeina en vena, aguantando histérica que dieran las 8 de la mañana para abrir aquel enorme regalo que tenía que ser la leche, con lo grande que era, ¿y qué era? Pues dos sillas para mi cuarto, con dos cojines de flores a juego, con volantes. Sí, el sueño de toda niña de 10 años.
- Pero mamá ¿por qué pusiste eso en el zapato?
- Chica, había que comprarlas y dije: pues así desenvuelve un regalo más. Oye, y bien que te has sentado años en ellas.
Pues eso, es pro carbón y también es muy pro regalo práctico. Eso, con 31 años, lo agradeces pero, con 10, te frustra.
Excepciones para utilizarlo:
Estoy casi convencida de que los niños de ahora se creen que el carbón es eso dulce que traen los Reyes. Así que paso de la frase, eso sí, la carta de los Reyes con todos los deseos para que obedezcan mis órdenes y sepan la supermadre que soy ya la tengo escrita, y no estoy si quiera embarazada.
Además, siempre tiene algún regalo sentido. Por ejemplo, este año, me ha agrupado una colección de jaboncillos que tenía cuando era pequeña, me ha comprado una caja preciosa donde guardarlos y me lo puso en el zapato. Y lloramos las dos cuando abrí el regalo. Así somos, sentidas.
Además es espléndida y mi no drama papá también. Entre muchos regalos me ha caído un billete de 500 euros. Ajá, existen, y yo tengo uno. Nuevito que parece del Monopoly.
- Alé, para que ahorres, que tú tienes un agujero en la mano nena. Te lo damos agarrado, que nadie te cambia un billete así, para que no te lo gastes. Porque nena, ¿tú sabes que no puedes ir a un bar con ese billete no? Pues eso, el lunes te vas directica al banco, y lo ingresas.
- Pero mamá, el dinero es para gastar.
- Así te va nena, así te va. Pues este no vas a poder gastarlo, y si no, nos lo devuelves. Es para la cuenta de ahorro, esa que tiene que hacer eco, que yo creo que tú el dinero te lo comes.
Vamos que tengo un billete de 500 para mí solita, de recuerdo, porque no se puede gastar.
Es la reina maga perfecta pero ha sido muy pro carbón para que entendieramos el mensaje de los Reyes, pero pro carbón de la caldera de mi abuela, nada del dulce.
- ¿Pero cómo narices va entender un niño que se ha portado mal si le dan azúcar? No, no, no.
- Ya mamá, pero te parece normal que hasta los 18 años me echaras un saco de carbón. Tooodoooss los años.
- Mira nena, ¿te parece normal que tú hasta los 18 años fueras una niña insufrible que no paraba de portarse mal?
- No tan insufrible...
- Nena, que a tí se te hacía bolo la carne en la universidad. Insufrible es poco, y si hubieras sido insufrible pero no anémica pues igual lo hubiéramos llevado mejor, pero eso junto... Lo que me has hecho sufrir tú a mí. Bastantes regalos has tenido con lo mala que eras. ¿Quieres que te recuerde cuando rompiste el espejo del baño? Enterico, con la cabeza. Que te llevé a urgencias con todos los cristales clavados en la cara y los brazos y me miraron con una cara. ¡Que parecíamos la procesión de El Cristo Mutilado! Lo que me costó explicarle al médico aquel lo que te había pasado. Y mira que te dije que no entraras al baño, que la luna estaba floja. Y tú, no sólo entraste, si no que te dió por descubrir que si pegas un párpado a un espejo te notas el pulso. Eso le decías al médico aquel que tuvo que pensar que a ti te faltaba un punto de cocción. Porque no era normal. Toda llena de yodo. O cuando saltaste de aquel tractor, que un día ya me contarás qué hacías tú en un tractor, que todavía no lo entiendo, y te partiste la rabadilla, que debe ser el hueso más inútil del cuerpo pero te tiraste un mes sin sentarte, con aquel flotador a todos lados ¿te acuerdas? O el año que te dió por hacerte la fugitiva y te desapareciste tres horas al salir de colegio...
- Vale, vale, es que era inquieta.
- Nena, inquieto es alguien que se mueve en un silla, tú más bien eras convulsa. A ver, para que me entiendas, inquieta es tu hermana cuando mueve el pie repetidamente estando en el sofá, que me pone de los nervios. Te lo digo: un día le corto el pie. Tu eras más bien de probar a darle la vuelta a tu pierna por detrás del cuello a ver si llegabas a tocarte a la oreja, tirabas la lámpara de cristal al intentarlo y también te dislocabas el tobillo. ¿Lo entiendes? Te tenía que haber hecho comerte el carbón, pero el de tu abuela, a ver si te parabas quietas un rato, que somos clientes VIP de urgencias.
Consecuencias del consejo:
De muy pequeña, los Reyes y yo no nos entendíamos. A ver, esos tipos me traían sacos enormes de carbón, y me dejaban una carta escrita con cientos de recomendaciones que debía cumplir si quería más regalos al año siguiente, y en la carta siempre ponían que le hicera caso a mi madre, que sufría mucho cuando me portaba mal, y era ella un buena madre con un hija muy revoltosa. Y total, me traían juegos educativos y nunca la Barbie con la que yo soñaba. Pse, su magia me parecía bastante justica.
Como un año que me levanté en mitad de la noche y ví un bulto enorme en mi zapato, del doble de mi altura, y me fui a la cama como si me hubieran pinchado cafeina en vena, aguantando histérica que dieran las 8 de la mañana para abrir aquel enorme regalo que tenía que ser la leche, con lo grande que era, ¿y qué era? Pues dos sillas para mi cuarto, con dos cojines de flores a juego, con volantes. Sí, el sueño de toda niña de 10 años.
- Pero mamá ¿por qué pusiste eso en el zapato?
- Chica, había que comprarlas y dije: pues así desenvuelve un regalo más. Oye, y bien que te has sentado años en ellas.
Pues eso, es pro carbón y también es muy pro regalo práctico. Eso, con 31 años, lo agradeces pero, con 10, te frustra.
Excepciones para utilizarlo:
Estoy casi convencida de que los niños de ahora se creen que el carbón es eso dulce que traen los Reyes. Así que paso de la frase, eso sí, la carta de los Reyes con todos los deseos para que obedezcan mis órdenes y sepan la supermadre que soy ya la tengo escrita, y no estoy si quiera embarazada.
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