domingo, 27 de marzo de 2011

70. Las marcas son un invento para cobrar el doble por la misma leche.

elotrolado.net
Cuando éramos pequeñas, en mi casa nunca entró nada de marca, bueno, al menos de una de verdad. Tuvimos una Nintendo que no era Nintendo con todos los juegos piratas. Así que mi recuerdo del Mario Bross difiere un poco de la realidad, en nuestro juego no eran setas, sino una especie de paraguas rosas con lunares:
- Es igual, igual nena, que te quejas por todo. Pero si es gris también, además trae montones de juegos, y la original solo uno, y cada cartucho es carísimo. Ahora, tú ya los tienes todos, y trae pistola para los patos, que me lo ha dicho el vendedor, que es igual, igual, pero más barata.
Y así con todo. Tuve unas Jota Jaiber, tal cual, unas Nike, que no eran Nike, unos Levis que parecían Levis, pero no, no eran Leviss. Todo era un “casi” pero no.

Cuando utilizaba el consejo:
Siempre que le pedías algo bajo el concepto “marca”. Que no os vayáis a pensar que pedíamos un Louis Vuitton, no, a mi madre la leche Kaiku le parecía una marca y era suficiente motivo para no comprarla. Ella pensaba que si nos habituábamos a algún producto en concreto, íbamos a ser unas niñas caprichosas el resto de nuestras vidas. Y tuvo una técnica en concreto que desmontó todas las peticiones.
- Mami, a mí no me gusta esta leche, sabe muy fuerte. Prefiero la Kaiku.
- Todas las leches son leches, y lo del nombre es tontería. Las marcas son un invento para cobrar el doble por la misma leche. Y yo no voy a ser la que pague más, así te lo digo, nena, que no estamos para derrochar.
- Pero, mami, que yo le noto otro sabor y además esta hace una nata que me da arcadas.
- Nena, a ti el aire te da arcadas. La Kaiku es más cara, solo por el nombre así que te tomas esa y punto.
Y yo vomitaba. Soy así, si me concentro puedo vomitar. Ese es mi don. No sirve para mucho, la verdad, pero tampoco lo elegí yo. Así que comenzó su técnica: “Si no me crees, me vas a creer, vamos que si me vas a creer”. Compró una botella de Kaiku y la estuvo rellenando con la leche de oferta cada día. Sí, mi madre tiene mucha paciencia y mucha mala idea, de eso también tiene. Y pasado el mes, ahí me estaba esperando, con toda su mala idea:
- Que bien te tomas esa leche, ¿eh?, nena- ella tranquila, relajada, fregando los platos.
- Sí, es que está me gusta mucho- imbécil, imbécil, imbécil.
- Y no te da ni un poco de arcadas, ¿eh?- ella fregando un vaso, feliz, triunfal.
- Ni una mami, porque no tiene nata- imbécil, imbécil, imbécil.
- Claro, claro, es que tienes un paladar muy sensible…- ya está a punto. Yo notaba algo, tanta felicidad no le pegaba.
- No sé, mami, es que esta leche está más buena.- muy imbécil, muy imbécil, muy imbécil.
- ¡Más buena! ¡Más buena te voy a dar yo a ti! Mira nena, esa leche es la de oferta, que te llevo un mes rellenando la botella de Kaiku. ¿Me oyes? Y como tus has dicho, ni una arcada. Sí, sí, como lo oyes. Mucha tontería es lo que tú tienes, que llevas un mes tomándotela tan tranquila. Así que ya lo sabes, a partir de ahora, leche de oferta y no quiero oír una arcada porque te enteras.
Y yo del susto vomitaba. Ya lo he dicho, es un don.

Consecuencias del consejo:
Desconfianza total de lo que comía. Además del episodio de la leche, hizo lo mismo con el Colacao, el chocolate Milka, el pan Bimbo… Compraba uno de la marca, lo rellenaba con el de oferta, nos lo hacía comer un tiempo, y luego, tachán: nos llamaba imbéciles y volvíamos al de oferta a cara descubierta. Y sí, mi hermana y yo muy despiertas no éramos.
Segunda consecuencia: mi recuerdo de algunos productos, probablemente sea equivocado porque una vez comí Nocilla pero el resto, a saber.
Tercera consecuencia: no le tengo fe a mi paladar. No sé si las cosas me gustan realmente. Si pruebo un vino que me gusta pienso: lo mismo si me lo dan en otra botella, me gustaría más. Así que vivo desnortada, me da lo mismo Nocilla que Nutella, Rioja que Ribera…, no tengo criterio.
Cuarta consecuencia: si alguien me pregunta “¿Te ha gustado el solomillo?”. Pues no sé qué decir, porque creo que es una pregunta trampa. “Y si no era solomillo, igual no era solomillo, igual estaba malo, o bueno, o igual es el mejor solomillo del mundo”. ¡Por dios! Y me dan ganas de vomitar.
Quinta consecuencia: una tía mía me regaló una vez unos pantalones Bonaventure de verdad, con su piedra azul en el botón y sus chapitas en el culo. Los llevé puestos hasta que se desintegraron, porque aquellos vaqueros no se desgastaron, no, llegó un día que volatilizaron del uso y aquel día yo fui la niña más infeliz del mundo sabiendo que volvía a los Levis que no eran Levis, porque la leche será leche, pero tú sabes que no llevas unos Levis de verdad, y tus amigas también.

Excepciones para utilizarlo:
Futuros hijos míos: la leche es leche. Lo siento pero este consejo me lo quedo. No tendré mucho criterio para elegir vinos pero me he ahorrado un dineral a lo largo de mi vida comprando de oferta y con la total tranquilidad de que no me perdía nada, sobre todo eso. Y como os pongáis tontos, prometo tener la misma paciencia que mi madre, y también, la mala idea. Dicho está.