miércoles, 13 de abril de 2011

73. No te sientes en un baño público que te puedes coger cualquier cosa.

Yo no meo como la gente normal y menos en un servicio público, bueno, en general, trato de no pisar un servicio público ahí me reviente la vejiga.

Cuándo utilizaba el consejo:
Pues cada vez que salía de viaje, o iba a la biblioteca, o a veces incluso cuando salía de casa sin más, por si me daban ganas de mear:
- Nena, no te sientes nunca en un baño público que te puede coger el sida ese o cualquier cosa. Y quita el primer trozo de papel higiénico que a saber quién ha sido el último en tocarlo, que se quedan las bacterias y todo ahí pegado. Primero tiras el papel, luego limpia la taza, pero sin tocarla para nada, y luego no te sientes, que te digo que te pillas cualquier cosa. Un truco es ponerse de cuclillas encima de la taza, pero levanta la tapa, que no sea mi hija la que va dejando sus huellas en cualquier lado, que sean las de otros. ¡Ah! Y es de muy mal gusto que te oigan orinar (sí, mi madre dice “orinar” y “hacer de vientre”), que hay mujeres que parecen vacas. Eso no es de señoritas. Así que tira de la cadena antes, para disimular. O echa papel. Yo tenía una tía que decía que siempre había que orinar en blandito. Era una señora muy elegante, la tenías que haber conocido, con un moño bajo y un pañuelo blanco al cuello… Es que me impresionaba desde niña. Pues desde que me lo dijo, yo orino en blandito. Bueno, y hacer de vientre… (ella ya solo con mencionarlo se pone incómoda) pues en casa, que es una cosa que no se hace por ahí. ¿Me estás oyendo?
- ¿Y si me dan ganas?
- Nena, las ganas se educan, como todo en la vida.

Consecuencias del consejo
Tengo para elegir:
Primera: poseo una vejiga portentosa, capaz de aguantar horas y horas. En esto también ha colaborado mi no drama papá que, en 712 kilómetros a Benidorm, paraba una vez en el Milagro de Teruel, y teníamos 20 minutos para comer, mear, y estirar las piernas. Yo lo hacía todo a la vez. Meada multitarea.
Segunda consecuencia: no soporto que la gente me oiga mear. Tú dirás: qué tontería. Pues sí, es una tontería pero yo me he subido cinco pisos en la facultad para mear en los baños de arriba porque siempre estaban vacíos, he sufrido en todos los pisos que he compartido la humillación de tener que explicar porqué siempre tiro dos veces de la cadena (y contando por encima he tenido más de 14 compañeros de piso, lo que supone muchas humillaciones), se me han cortado las ganas si alguien entraba en el baño por sorpresa (no en el baño en el que estaba yo, que sería normal, sino por ejemplo en los baños de la biblioteca donde había 20 urinarios más) aunque estas sorpresas también han mejorado la capacidad de retención de mi vejiga. Una tontería sí, pero tengo una aplicación en el móvil que hace el ruido del grifo exactamente con el propósito de que la gente no te oiga mear. Y digo yo que si han hecho una aplicación, será que existen otro montón de taradas que no soportan que las oigan mear. Y tú dirás: mal de muchos, consuelo de tontos. Pues sí, pero es que a mí ser tonta siempre me ha dado un poco igual. Convivo con ello con naturalidad.
Más consecuencias: vivo con culpabilidad constante porque yo soy ecologista. No en plan brava, pero cada vez que abro el grifo o tiro dos veces de la cadena sufro. Ahora, que la tonta que habita en mí puede más que la ecologista. Eso también os lo digo. Así que tengo que reciclar el doble para compensar mis excesos de pudor. Esto a su vez me ha causado numerosas discusiones con mis novios y compañeros de piso: seis papeleras le parece excesivo a todo el mundo. Así es la gente de insolidaria.
El papel higiénico que no falte. El pan está sobrevalorado en la lista de la compra.
Una vez fui feliz. Fui al baño con una amiga y entré con ella porque la puerta no cerraba. Realmente fue así. No soporto que me oigan mear pero tampoco ver como otros mean. El caso es que mi amiga cogió el primer trozo de papel con mucho cuidado, como si pudiera explotar, lo tiró al wáter, arrancó más trozos, limpió la taza, levantó la tapa, se puso de cuclillas y entonces se giró y le dio a la cadena antes de mear. En serio, fui muy feliz. No hay nada como mirar a los ojos de otra tarada mientras mea para comprender que encontrarás a más gente que te quiera con todas tus miserias, y tu papel higiénico en cantidades industriales.

Excepciones para utilizarlo:
No voy a poder. De verdad que no. Yo intentaré educaros para que meéis libremente, en blandito o en plan vaca. Pero no sé si podré. Y sobre todo, si no conseguimos que este drama consejo se me despegue, no os mandaré a un campamento medio hippy con letrinas en las que tenías que recoger luego la tierra para utilizarla como abono para que entendiéramos el ciclo de la vida. Mira, eso es una cerdada, y hace que casi acabase el campamento con un enema. Futuros hijos míos, creo que se puede tener una vida normal sin conocer el ciclo de la vida. Eso sí, nos vamos a saltar lo de “orinar” y “hacer de vientre”, que bastante dura es la vida social de un niño.