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Una: aprender pronto a no mearse encima, que ayuda a tener una vida social activa.
Y dos: jamás hay que hacer caso a una madre cuando te dice “Haz lo que quieras”. Y mucho menos, si tu madre es una drama mamá.
Cuándo lo utilizaba:
Por puro agotamiento cuando te habías tirado horas, días o meses (sí meses, qué pasa, ser insistente puede ser una virtud como cualquier otra) pidiendo algo.
Ejemplo práctico:
A las nueve de la mañana:
- Mami, me dejas ver los dibujos.
- En casa no se desayuna viendo la tele, que no somos una casa de padres separados.
A las 10:
- Mami, ya he desayunado, ¿puedo ver los dibujos?
- Tienes que hacer la cama, un cuarto con la cama desecha es un cuarto desordenado.
A las 11:
- Mami, ya he hecho la cama ¿puedo ver los dibujos?
- ¿Has hecho las tareas? Porque es tu obligación.
- Las hago luego…
- ¿Y qué te parecería que yo limpiara la casa luego? O mejor, nunca. Ya sé. Nos sentamos las dos. Y le explicas tú a papá porqué está todo manga por hombro y la comida sin hacer cuando él llegue.
A las 12:
- Mami, ya he hecho las tareas ¿puedo ver los dibujos? (Yo a estas alturas ya lo preguntaba sin fe, como desganada)
- A ver, trae aquí el cuaderno. ¿Seguro que has hecho todos?
- Bueno, mami, casi casi… Es que los de matemáticas son muy fáciles y me los he dejado para tener que hacer algo por la tarde.
- Como los hagas ahora mismo por la tarde vas a tener que hacer el doble, te lo estoy diciendo.
A la 1:
- Mami, ahora sí que sí, he terminado los de matemáticas, ¿puedo ver los dibujos?
- Bájate a por el pan y a por el periódico que van a cerrar.
- Jo mami…
- Ni jo, ni ja. Ya estás bajando, y me traes las vueltas que te conozco.
A las 2:
- Mami y, ¿ahora ya puedo? (lo preguntaba sin nada de ilusión, tan pequeña y una niña sin esperanzas, ay que pena me doy)
- Ahora es hora de comer, y en esta casa no se come mirando la tele. En esta casa hablamos. Ya me lo agradecerás cuando seas mayor.
A las 3:
- Ya he comido, ahora, sí que sí, puedo ¿no?
- Claro nena, tú vete tranquila que los platos se meten solos en el fregaplatos, anda, dale, haz lo que quieras…
Mira, en serio, por el bien de las generaciones futuras esa frase debería llevar una alarma pegada: ¡Peligro! Alerta. Solo si estás loco, si te gusta vivir al límite, si estás dispuesto a morir joven, puedes hacer lo que quieras cuando una drama mamá te lo dice.
Según me iba hacia el salón pensando en que por fin iba a ver mis queridos dibujos comenzaba la letanía:
- Ya ves tú, todo el rato haciendo cosas por ellas, que ni un rato me he sentado en todo el día. Y la nena, que solo piensa en ver los dibujos. Todo el día peleando con ella. Así son, cría cuervos y te sacarán los ojos… (Y yo en el pasillo pensando: “para mí que lo de cuervos va por mí”) Pero nada, yo me pongo a recoger. Como una criada me tenéis. Qué se cree, ¿que yo no tengo ganas de ver la novela? Pues claro que tengo, y de poner los pies en alto.
Entonces yo ya no me atrevía a dar un paso más porque notaba el click en su cabeza. Es más, casi se podía oír. Y, click, se enfadaba:
- Habrase visto, y tan tranquila se va. Ven aquí ahora mismo. ¿Me estás oyendo? Ipso Facto (que yo pensaba: por qué me llama Ipso Facto, ¿me está insultando?) Mira, nena, para mí sería mucho más fácil dejarte hacer lo que quieras, y no discutir (que yo pensaba: pero si no estamos discutiendo, solo me estás gritando) Pues no. Yo estoy en el mundo para educarte. Así que me ayudas a recoger. Las buenas madres hacen esto. Y así aprenderás que uno no puede hacer lo que le dé la gana en la vida siempre, que existen obligaciones. Y con garbo, que no quiero una mala cara, que te castigo en tu cuarto hasta que seas mayor de edad. ¿Me oyes? Pues ala.
Consecuencias del consejo:
Yo veo la televisión con remordimientos. Siempre que estoy viendo la tele, siento que tengo que hacer al menos otra cosa a la vez: estar con el ordenador, leer, ganchillo… Y eso que no sé hacer ganchillo, pero yo disimulo. Aún cuando estoy sola en el salón, hago como que leo un libro y miro la tele de reojo. Esto me da cierto aire de tarada.
Segunda consecuencia, a base de disimular: es decir, leo un párrafo y luego veo un trozo de serie, en mi memoria Emilio Aragón sale en Cien Años de Soledad… Lo dicho, tarada.
Tercera consecuencia: yo no puedo hacer lo que quiero a pierna suelta porque siempre pienso que mi madre está a punto de castigarme sin salir del cuarto durante meses. Que estoy bailando, malo, que estoy vagueando, peor, que me tumbo sin hacer nada. ¡Pecado! Corre, nena haz lo que sea, dobla calcetines, lo que sea.
Cuarta consecuencia: una vez le llamé a un niño del patio con mucho odio Ipso Facto. Qué te voy a contar… Creo que todavía oigo las risas.
Excepciones para utilizarlo:
Paso de esta frase. Es mentira, futuros hijos míos, si se me escapa, no me hagáis caso, por supuesto que no quiero que hagáis lo que os dé la gana, quiero que hagáis lo que me dé la gana a mí, que para eso soy vuestra madre.