![]() |
archiexpo |
A lo que íbamos. Este post va de como yo no quemé la casa de mis padres, que quede claro, que creo que no he empezado muy bien.
Sigamos. Los timbres hacen Ding-Dong. (Ya sé que estáis pensando: la hemos perdido, se ha vuelto loca, dadme tiempo, hombre, un poco de fe, que ya llevamos 77 post juntos). Pues los timbres hacen “ding” y a veces no hacen “dong”. Sí, sí, como lo oís. Lo sé, estáis en estado de shock. Pues ahí está la clave. Pero vete tú a explicarle a mi madre que el “dong” nunca llegó, y que el “ding” fue el culpable. Vamos, que la culpa fue mía, ella lo tiene claro.
El caso es que una mañana de junio, mi madre me dejó cuidando a mi hermana y dos vecinas más pequeñas, yo tendría unos 13 años o así. Llamaron a la puerta y, como estaba bien aprendida, miré por la mirilla, y no abrí a un desconocido que podía traer el mal a nuestra casa, que lo mismo se comía niños o era un enviado del diablo, cualquiera sabe.
Me fui tan tranquila a leer la Super Pop de contrabando de mi amiga Martita. Pero no había habido “dong”. ¿Quién iba a saber que el “dong” es vital? Uno no valora el “dong” del timbre hasta que lo pierde. Al rato, enfrascada como estaba en oscultar a la última novia de Mickael J Fox (joder que adolescencia) empecé a darme cuenta de que olía a quemado. Tampoco es que yo nunca me haya dado cuenta de las cosas muy rápido así que hasta que mi cerebro procesó todo era tarde. Ya sabéis: “huele a quemado, pero qué mona es esta chica, qué tendrá ella que no tenga yo, huele más fuerte, tengo que hacerme con el siguiente número de la Super Pop que trae un poster de los New kids on the bloks a doble página (una absoluta mierda de adolescencia), ¿de dónde puedo sacar dinero?, oye como huele a quemado, igual se lo pido a mi abuela, para mí que huele demasiado, y le pido a Martita que me la compre claro, este olor no es normal y eso… ¿es humo? Voy a ver, por si acaso. Lo mismo está ardiendo algo”.
Ya os he dicho que no era muy rápida. Abrí la puerta del hall y ¡sorpresa! (que sí, que a esas alturas aún me sorprendí) la puerta ardía, parte del parqué y de la caja del timbre saltaban unas increíbles chispas que amenazaban con llegar al armario. Bueno, pues lo bueno de ser un poco empanada es que actúas sin importancia, porque no valoras el riesgo de lo que sucede. Así que, con tranquilidad fui al cuarto, cogí una manta, cubrí a las 3 niñas y las saqué del piso. Me quemé las manos intentando abrir la puerta que se había inflado por el fuego, pero las saqué. Luego si queréis hablamos de mi acto heroico, que va a pasar desapercibido. Lo estoy viendo venir. Entramos en casa de las vecinas y llamé a los bomberos. Todavía estuve lo suficientemente empanada para darle un último buen mensaje a mi hermana:
- Llama a papá y dile que se está quemando la casa, que yo no he hecho nada y que estamos fuera y que vienen los bomberos. Díselo tranquila para que no se asuste, y repite que yo no he sido.
Justo después me entró la histeria y empecé a gritar: fuego, fuego por todas las escaleras. Solo salieron niños. Ni un adulto en todo el edificio. Los típicos últimos días de junio en que los hermanos mayores se quedan con los pequeños y se quema la casa de la del séptimo, cuál si no. Ya me imagino a las vecinas…
El niño mayor del edificio vino a mi rescate. Nos miramos, miramos el fuego y los dos lo tuvimos claro: Vamos a ser unos jodidos héroes. Cogimos una alfombra de mi madre y comenzamos a intentar apagarlo. Che, y lo conseguimos. Los bomberos llegaron y me costó explicarle la escena: unos 11 niños, 5 de ellos manchados por el humo, una alfombra quemada… En eso estábamos cuando se abrió la puerta del ascensor y mi no drama papá traía la cara más dramática que le he visto en mi vida. Mi hermana se había saltado algunos trozos del tranquilizador mensaje y solo le dijo:
- Papa, se está quemando la casa.- y colgó, de lo de que “yo no había sido” ni mu. Los bomberos miraron a ver si ese hombre estaba sufriendo un infarto y luego dijeron que había sido culpa del timbre (Escucha bien papá, le dije, del timbreee).
Aquí es cuando vuestra fe se ve recompensada: dijeron que hizo ding, se quedó enganchado y no hizo dong, y produjo una chispa, la caja del timbre es de plástico que arde muy rápido, y la madera también, más si es barnizada. Mi padre firmó un papel y se fueron. Mientras despedíamos a los niños llegó mi madre con la compra. Y ahí sí que nos costó explicarle la escena, el ding, y el dong, y la cajas de plástico, y la madera barnizada, y porqué mí no drama papá había perdido el habla y entonces, cuando llegué a la parte en la que Mikel, el del quinto, una alfombra y yo habíamos sido unos héroes, ahí se jodió todo.
- ¿La alfombra? ¿Qué alfombra? Porque no será la alfombra persa que me costó años comprar, que vale más que el coche, esa no será nena ¿verdad que no? Esa no puede ser- me vio la cara de terror debajo de todo ese hollín- Justo esa, me voy una hora, una hora y me quemas la casa, y encima me quemas la alfombra persa. Yo guardando 10 mantas viejas por si acaso, y tú coges la alfombra.
- Ha sido idea de Mikel- dije y miré para atrás. Ni resto de los 11 niños. Cabrones cobardes.
- La próxima vez coges una manta. Y qué es eso del ding y el dong. Vamos, que a los bomberos les podrás engañar pero yo soy tu madre, y seguro que algo has hecho. Los fuegos no se apagan con una alfombra persa, nena.
- Mami, pero si me he quemado las manos y todo por salvarlas…
- Menos teatro, que eres una peliculera.
Lo dicho. El único acto heroico de mi vida y ha quedado manchado por un quítame de ahí esas alfombras. En fin. La vida es dura.
Consecuencias del consejo:
Entro en estado de histeria a la espera del dong cada vez que llaman a la puerta.
Segunda consecuencia: la caja del timbre de casa de mis padres ahora es de hierro y en el armario de la entrada hay dos mantas viejas, por si acaso vuelvo a no quemar la casa.
Tercera consecuencia, de pequeña, creía que una alfombra persa era algo así como un tesoro, tipo:
- Mis padres tienen un Picasso.
- Pues nosotros una vez tuvimos una alfombra persa.
Cuarta consecuencia, creo en el “dong” sobre todas las cosas.
Excepciones para utilizarlo:
¡Con lo que valen esas alfombras! Futuros hijos míos, tranquilos, nunca voy a tener suficiente dinero para comprar una. Este consejo nos lo saltamos. Y la caja del timbre, de hierro, por si acaso.
PD. En serio, si alguien pincha en la casilla de "Yo también recibí este consejo", necesito que nos conozcamos. Tenemos demasiado en común como para dejarlo pasar. Quizás juntos podemos gobernar el mundo.