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La foto que ilustra el post la saqué este sábado a las 2 de la madrugada. Este sábado a las 2 de la madrugada yo tenía 32 años. Y este mismo sábado mi madre me había repetido durante todo el día unas 100 veces que la cadena soltaba agua y cómo debía tirar de ella. No digo 100 veces de manera figurada no, igual fueron 120. Mi madre me lo ha repetido hasta la saciedad. Antes de ir de viaje a su casa, por teléfono. Con un extensa explicación acerca de las pérdidas de agua, y no sé qué tía mía a la que le llegó una factura de 600 euros por una cadena que perdía agua, y también sobre una depurada técnica pulsando dos veces el botón y rezando un ave maría para que deje de salir agua, y algo acerca de un fontanero con depresión que no quiere ir a arreglarla, y sobre un molesto ruido que puede volver locos a los vecinos si nos despistamos y “Cuando uno se vuelve loco puede hacer cualquier cosa. Imagínate que prende fuego al piso o algo. Menudo disgusto, y todo por no tirar bien de una cadena” .
Este mismo discurso nos lo repitió nada más llegar, a mí y a mi pobre novio, que ponía cara de pensar: “¿La cadena suelta agua o es que si no tiras bien produce una fusión nuclear y todo el norte de España se desintegra?”. Mientras yo ponía cara de: “¿Y por qué estará deprimido el fontanero? ¿Le deprimirá arreglar cadenas?”. Y mi madre que me conoce mejor que yo dijo: “Nena, que bajes a la tierra, y por favor te acuerdas de tirar bien la cadena. Y el fontanero está deprimido porque el hijo no le quiere heredar el negocio. Que va a ser músico, dice. Menudo disgusto tiene el pobre, y con razón. Con la de dinero que da la fontanería. Trompetas va a acabar comiendo ese, ya vas a ver”.
Por si acaso nuestro cerebro no era capaz de recordar una orden simple como “Tira bien de la cadena” nos lo repitió cada vez que íbamos al baño ese sábado, que en verano es con frecuencia. Y luego la pillé espiando alguna vez si habíamos tirado bien. Así las cosas, a las 2 de la madrugada de este sábado en el que yo tenía 32 años y había oído unas 100 veces, o igual fueron 140, que debía tirar bien de la cadena, me encontré esta sucesión de tres post-it pegados en el espejo del baño.
"¡Buenas noches! (ella es muy risueña). Nena procura (el verbo procurar en mi madre es un eufemismo de "ni se te ocurra no hacerme caso") ser la última en tirar de la cadena (esto es que a mi novio no le tiene confiaza vía post-it) porque sigue funcionando mal y ya sabes (qué más dará si lo sé, ella me lo repite) que hay apretar el botón y esperar un poco y volver a presionar . Pues si no, puede que esté toda la noche yéndose el agua (y menos mal que los pos-it son pequeñicos que, si no, me hubiera recordado lo de mi tía, y lo del fontanero deprimido, y lo del vecino loco pirómano). Que descanses". ¡Pero cómo voy a descansar! Me pasé la noche entera soñando que me ahogaba en un inodoro gigante.
Consecuencias del consejo:
El domingo bajamos a mear al bar de abajo. Yo no podía soportar tanta tensión. Imagínate tú que por lo que sea se nos olvida tirar bien. Imagínate por un momento lo que tendría que soportar. Un pis no merece la pena. Ahora, que en el bar nos miran raro.
Excepciones para utilizarlo:
Futuros hijos míos, si nuestra cadena no interfiere en ningún proceso de fusión nuclear y no tiene ninguna relación con un apocalipsis, no pienso utilizarlo. Al menos, no 150 veces en 48 horas.