Me he comprado un cabecero y dos mesillas, éste para ser más concretos. Ha sido todo un capricho, porque es el primer mueble que no tiene nombre sueco en mi casa. Se llama Bahia. Lo vi en la web y me dije “Mira que mono, Bahia”.
Luego me lo pensé muy mucho, me lo volví a pensar, medí 20 veces la habitación, remedí, busqué comentarios en foros para ver si la web daba seguridad... Todo esto si eres ese tipo de persona a las que comprar algo para mucho tiempo les paraliza, pero pensé otra vez: “Mira que mono”. Y al final lo compré. Ilusionada.
Y vas tú con toda esa ilusión y un catálogo a tu madre y le dices: “Mira que mono mamá, se llama Bahia. Y además es de maderas de casas indias recicladas”.
Y ella lo mira y, chica, que no lo ve tan mono:
-¿Eso? ¿Qué te has comprado eso? Nena, por dios, que yo lo veo en una basura y no lo cojo. Pero qué cosa más horrenda. Si es que te engañan, que no es tenga el encanto de los muebles restaurados nena, que eso está viejo. No me digas más, te lo compras sucio para no tener que limpiar. De dónde habrás sacado tú ese gusto torcido, que ni es gusto ni nada. Te has creído que eres una hippie, eso es lo que pasa. Porque vamos, y déjame ver el precio…- ¿sabéis los ojos en los dibujos animados cuando se salen de las órbitas? Pues lo de mi madre, igual, pero con doble tirabuzón de córnea – por dios, por dios, que está viejo, que parece que huele y todo. ¿Lo puedes devolver?
- Pero que mí me gusta…- aquí yo ya estoy menos ilusionada, no sé por qué.
- A ti qué te va a gustar, que no tienes criterio nena, tú oyes casas indias recicladas y te parece mágico, yo oigo eso y pienso: viejo. Y con suerte que no esté podrido. Yo y el 90% de la población mundial. ¡Y comprando por internet! Que te van a acabar robando que lo he visto en la tele.
Aquí ya discutimos, porque entramos en un bucle en el que yo estoy cabreada, le digo que a mí sus muebles no me gustan y que no se lo repito hasta la saciedad, y entonces ella sale en defensa de su sinfonier de caoba como una leona, entonces yo lanzo mi espejo marroquí contra su aparador castellano, y ella arremete contra mis lámparas de papel con su orejero británico. Y siempre gana ella, porque una vez vimos que en la Casa Blanca tienen el mismo sofá que mis padres y eso es la victoria total:
-Pues tan mal gusto no tendré yo nena, cuando el jefe del mundo, que tendrá el hombre dinero para decorar todo el que quiera, tiene mi mismo sofá. El mismo, el mismo. Y mira qué resultado ha dado. Tiene más años que tu hermana y ahí está, como si nada. Ya me contarás tú dentro de un año que le pasa a tu cabecero indio, qué digo dentro de un año. ¡Que ya te viene viejo! Si es que no aprendes, no aprendes.
Consecuencias del consejo:
Yo sufro para comprar cualquier cosa y jamás estoy convencida. Y si es de decoración peor. Así que he desarrollado una técnica absurda que consiste en comprar lo más barato, para que si luego no me gusta, poder tirarlo sin mucho remordimiento.
Segunda consecuencia, vivo rodeada de muebles de mierda: lámparas que se rompen con mirarlas, estanterías de madera sin tratar, sillas que cojean desde el primer día. Bueno, y ahora de un cabecero que se llama Bahia.
Tercera consecuencia, toda esa indecisión me hace vulnerable a las tenderas listillas. El otro día me compré un biquini porque la tendera me había sacado 30 para probarme y me parecía imposible que no me gustara ninguno, así que elegí uno al azar y me lo quedé. Me sienta fatal.
Cuarta consecuencia: desamparo total cuando llegó el cabecero. Solo os diré que mi novio dijo:
- Yo creo que lo veo en la basura y pienso: que pena que esté tan estropeado con lo bonito que es.
Mientras, yo solo pensaba cómo taparlo cuando mi madre venga de visita, porque lo que me faltaba, encima de tener un cabecero de 300 euros que no está si quiera barnizado, es tener que oír a mi madre diciendo: "Te lo dije nena, yo siempre tengo razón es que no aprendes. No aprendes".
Excepciones para utilizarlo:
Futuros hijos míos, espero haber aprendido a comprar cuando lleguéis, aunque si notáis que vuestra cuna cojea, le pedís cuentas a vuestra abuela, por hacerme una compradora enclenque. Y del cabecero de mi cuarto no quiero oír una palabra. ¿Queda claro?
PD. Me voy a coger unas pequeñas vacaciones. Nos vemos en septiembre. ¡Disfrutad!