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jueves, 22 de septiembre de 2011

90. No había otro como tu padre, nena.

En este consejo no creo que consiga haceros reír. Estáis avisados. Las cosas no fueron bien, nada bien. A pesar de toda vuestra energía, que fue mucha, mi no drama papá no pudo superar la enfermedad. Llevábamos un año y medio peleando, digo llevábamos porque hay enfermedades en las que todos deben luchar porque, si no, no sirve. Y a pesar de la lucha, perdimos. Y perdimos mucho. Seguimos desorientadas, cansadas e incrédulas, sobre todo eso.
Andamos como si el mundo no fuera con nosotras, como si tuviéramos que ir al hospital en un rato… Pero no. Mi padre ha muerto y mi drama mamá no para de llorar. Aguanta el tipo a ratos y otros no puede más. 42 años juntos son muchos años.
Mi padre era un señor, que no es tan fácil serlo. Sabía que los buenos chistes no son a carcajadas y que uno puede reírse hasta de su madre y que eso no resta amor. Bebía buen vino, porque para el malo siempre habría tiempo. Sabía charlar durante horas pero sabía mejor escuchar durante días. A mi padre le gustaba comer y llevaba la alineación del Osasuna en la cartera a pesar de que el fútbol no le gustaba para tener más que de qué hablar con los amigos. Cantaba mal pero bailaba los mejores pasodobles del mundo en las bodas. Mi padre sabía callar y no andaba haciendo juicios. Sabía cuánto vale un amigo y que en los libros uno se hace más grande. Mi padre sabía querer en silencio, acompañarte en la distancia y silbar sin dedos. No apretaba, pero nunca andaba lejos. Mi padre escribía los post it más absurdos del mundo, y nunca supo para qué sirve un destornillador pero nos ordenó el mundo para que supiéramos ubicarnos. Mi padre casi nunca me dijo que “no” y casi siempre me hizo entender porque no. Mi padre archivaba tickets de compra durante años y nunca perdió unas gafas. No era un hombre de paraguas pero siempre llevaba pañuelos y sabía pelar una naranja en una sola monda. Odiaba el ruido y se iba pronto a la cama. Tenía las manos grandes y 19 dedos. Mi padre subía al monte pero se mojaba los pies en la playa. Mi padre ayudaba sin que nos diéramos cuenta de que era ayuda. Solo se puso vaqueros una vez en su vida y viajaba con corbata. Mi padre lloró pocas veces: por amigos, por su padre y por un Vega Sicilia estrellado. O, quizás, mi padre sabía llorar a escondidas. Apenas daba consejos aunque nos prohibía chupar el cartón de los helados. Le gustaba el gazpacho y coleccionaba bolígrafos.  Mi padre escribía en mayúsculas y con portaminas. Mi padre subió al Tourmalet en bici solo para que nosotras pudiéramos contárselo a los demás y nos obligó a aprender a comer marisco con cubiertos, por si acaso. Mi padre nunca creyó que estaba enfermo y anduvo sin quejarse, para que nosotras no sufriéramos.

Cuándo utilizó el consejo:
Ayer por la noche mi madre no paraba de llorar:
- Es que era muy bueno, nena, y ayudaba a todo el mundo (y ella lloraba). Nunca se quejaba (y ella lloraba). Ayudaba en casa (más lloros). Y todo el mundo le quería (hipo). Anda que no cuidó a tu abuela, y lo que le gustaba jugar con los niños…- yo por intentar frenar el dolor le dije:
- Mamá, intenta acordarte de cuándo te enfadaba, de cuando regañabais, porque así no vas a poder vivir.
- Pero es que era muy bueno con todos (doble hipo), y era muy ordenado, era generoso y respetuoso. Como tu padre no había otro nena, y muy simpático y detallista, pero bueno, no reciclaba- Lo dijo llorando- y mira que yo le puse post it con dónde iba el papel y el plástico, pero nunca acertaba. Siempre a la papelera equivocada. Y yo tenía que levantarme por las mañanas a separar la basura, las latas del papel. Porque era muy bueno, muy bueno, pero no reciclaba nada de nada.
Y por fin, nos volvió la risa. Así que estos días, cuando siento que a mi madre se le doblan las piernas, o que mi hermana está a punto de llorar, nos decimos al oído: “Pero no reciclaba ni un poquito”. Y seguimos para adelante.

Excepciones para utilizarlo:
Futuros hijos míos, no había otro como vuestro abuelo. Voy a empezar a aprender a pelar la naranja en una sola monda y a silbar sin dedos, a ver si, poco a poco, os puedo explicar lo grande que era vuestro abuelo.

martes, 6 de septiembre de 2011

89. Si hay que creer en el Reiki, pues se cree y punto.

Terapias naturales
Esta es un frase que nunca creí que iba a oír a mi madre. Ella cree en los kiwis, en una pastora que avisa cuando se avecina tormenta, en Maldonado, el del tiempo, y a veces un poco en Santa Rita, patrona de los imposibles. Esto es por mí, que siempre he sido su imposible. Poco más. Pero una drama mamá siempre puede sorprenderte.

Cuándo utilizó el consejo:
Ayer. Mi no drama papá está malito. Muy malito. En realidad, no he estado de vacaciones. Han sido unas vacaciones del blog porque ando escasa de sentido del humor. Pues ayer por la noche estábamos en el hospital, en un día muy intenso en que parece que todo va mal, y andábamos concentrados en esa pequeña supervivencia de los hospitales. Ese trajín de turnos, viajes, noches mal dormidas, noticias, malas noticias, análisis y un sinfín de términos que nunca pensamos que tuviéramos que aprender. Y entonces llegó el señor del Reiki.
El señor del reiki es un hombre grande, con manos de pelotari y un abrazo contundente. Llegó se presentó y dijo que quería hablar con mi padre. Mi hermana que no entendía nada entró en la habitación y le preguntó a mi padre si le debía pasta a alguien, y yo fuera trataba de comprender qué hacía aquel señor allí.
Dentro de la habitación estaba mi no drama papá y uno de sus grandes amigos. Los dos comparten nombre, una afición por el buen vino y la certeza de que el reiki es un invento. Bueno, en realidad, ninguno sabía lo que era el reiki hasta ayer pero ellos son más de la energía de un buen Rioja que de conectarse a una red mundial de energía positiva. El caso es que el señor del reiki entró y nos dio una pequeña explicación. Mi no drama papá, no sé si por educación, por curiosidad o porque ese señor era muy agradable le dejó hacer. Y de repente empezamos a reírnos, todos, el amigo de padre y su mujer, porque habían oído mal y creían que estábamos haciendo reggae, mi hermana que le veía a mi padre con una piedra mágica en la mano con cara de “cómo he acabado así”, yo porque el amigo de mi padre me decía que no les dejara solos que ese hombre tenía un poder y había que tener cuidado, el novio de mi hermana que el pobre llegó tarde y no entendía que narices podía hacer el reggae y Bob Marley por mi padre. Entre broma y broma y algo de reiki, le dije al señor que todo estaba muy bien, pero que él le explicaba a mi madre qué estábamos haciendo allí cuando llegara, porque yo ya me veía tragándome la piedra mágica. Pero, no, una drama mamá siempre te sorprende.

Consecuencias:
Ya habíamos casi terminado cuando ella llegó con su termo, unos melocotones de la huerta de no sé quién, un bocata por si acaso, unos pañuelos de papel “más suaves que los que dan en el hospital que los de aquí son de lija”, un poco de flan por si mi padre estaba caprichoso, y seguro que algo más de comida que no nos cuenta, pero que podría mantener a toda la planta alimentada en caso de apocalipsis porque la habitación de mi padre huele igual que una tienda de ultramarinos. Así llegó y el señor del Reiki no tuvo que explicarle nada:
- Mire no me cuente nada, cuando yo me ido hace unas horas, lo he dejado tumbado, medio dormido y triste. Y llegó y después de tantos días, por fin nos reímos, y mire lo tranquilo que está. Así que me hago del reiki ese ya. ¿Quiere unas trufas? Tenemos unas trufas riquísimas. Coja una, y otra para el camino. ¿Y tiene hijos? Ande lléveles algunas, que el chocolate siempre viene bien.
El señor del reiki nos dio un abrazo enorme y allí nos quedamos, riéndonos como hace tiempo que no lo hacíamos, incluso mi padre:
- Hoy ha venido un cura, un psicólogo y el señor del reiki… Este hospital parece una terapia ocupacional.- Ese es mi padre.
- Ya me estáis oyendo. Ese hombre ha venido aquí y ha cobrado tres trufas por estar una hora de su tiempo con nosotros, y encima mira que bien estás. Así que no quiero yo que nadie se ría del reiki ¿Me estáis oyendo? Y si hay que creer en el Reiki, pues se cree y punto.- Esa es mi madre.

Excepciones para utilizarlo:
Todas. Futuros hijos míos, en la vida, pasan cosas así y uno acaba creyendo en el reiki sin ni siquiera saber lo que es, en el reiki o en el señor del reiki y su sentido del humor, que creo que, en realidad, fue la clave.