Yo confieso… Yo confieso que me llamo Amaya y que mi madre va a leer este post. Coño, que tortura decirlo. Yo, Amaya (¡lo he vuelto a decir!) confieso que llevo una semana con la primera frase escrita. Y nada, que después no salían palabras, con lo que largo yo…
Confieso que soy la nena. Involuntariamente claro, yo hubiera preferido ser Monica Belucci, pero soy la nena. Así es la vida. Aunque ser la nena a veces tiene su gracia. Estas veces no son cuándo he ido disfrazada de basura, ni cuando me he abierto la crisma, cuándo he perdido a mi hermana, tampoco cuando mi madre me asalta con una de sus larguísimas llamadas maternales. Es más, ser la nena en esos casos es un castigo. Pero ha habido otras veces que ha estado bien. Ser la nena ha implicado reírse mucho y tener cientos de batallitas, porque quizás a mi madre la exageré, pero yo he sido una niña terrible. Menos mal que me he vuelto una adulta de provecho… De alquiler, pero de provecho, diga lo que diga ella…
Yo confieso que empecé este blog a lo loco, como casi todo lo que he comenzado en la vida. Y que se me fue de las manos, como casi todo en la vida también. Otra de las habilidades de la nena.
Confieso también que me muero de pensar que sabéis quién soy. Porque soy introvertida, bastante seria, y no sé cómo narices he acabado escribiendo 99 post sobre mi vida, la de mi madre y la de mi familia. De verdad que no lo sé. Creo que es un poco culpa vuestra. Bastante culpa diría. Porque me arengáis a revolveros los recuerdos y así no hay manera. Porque yo también confieso que a mí no hay quien me pare a hablar. Y vosotros no paráis de preguntar… O eso creo.
Confieso que esto fue inicialmente un acto de escritura. Yo soy muy vaga y pensé que un blog me obligaría a escribir. Justo después de eso pensé que mi madre tenía historias para rato, y mis tías, mis abuelas, mis vecinas… Y aquí estamos: 100 post.
Yo confieso que me he sentido increíblemente cómoda riéndome con todas vuestras madres. Confieso también que me he sentido más acompañada en el exceso de bagaje maternal que arrastro. Y también un niña bastante normal al saber que existe otra pobre a la que disfrazaron de fallera con blondas de magdalena y otra niña que llevaba bragas de papel a los campamentos. ¡Nenas, sois unas supervivientes!
También confieso que pensé que esto podía ser un libro estupendo para que se venda el día de la madre, y que un libro que se vende mucho mucho podría llevarme exactamente al lugar donde yo debería estar desde hace (según mis sueños de adolescente) 5 años. Y ese lugar es una casa en la playa. Ahí estoy yo desde hace años. Tengo hasta las fotos recortadas de la casa que me pienso comprar. Y tengo un perro marrón que se llama Don Giovanni. No sé por qué pero siempre he tenido claro que ese es mi lugar en el mundo y Don Giovanni, mi perro. Yo estoy en el porche y se ve el mar. Y tengo los pies de arena mientras tomo vermut y aceitunas. Bueno, a veces regaliz. Y nunca vainas. ¿Me veis? Si hasta sé que suena Nina Simone. El caso es que el plan se me estaba retrasando. Y pensé: “nena, tienes que forrarte y marcharte al sur”, que como dice mi madre: con calor, las penas son menos penas. Así que con toda mi inconsciencia escribí el primer consejo: “Nena, no te asomes por las ventanas”. Y tontamente, otra vez como casi todo en mi vida, presenté el proyecto a una editorial. Y dijeron que sí. Puse una cara de sorpresa enorme. Dentro de todas las caras de sorpresa probablemente alcance la segunda posición. La primera fue el día que mi madre me dijo, después de confesarle que tenía este blog: “si te tienes que hacer rica, riéndote de tu madre, que así sea”. Sorpresa total. Super piñata sorpreril… Ya paro.
El caso es que sí, la editorial Planeta dijo sí. Y llevo editando mis post, y haciendo correcciones meses. Aguantándome las ganas de largarlo por todos los sitios y yo, creo que sobra decirlo, soy muy de largar. Es más, me duele la lengua de mordérmela. Palabra. Os contaría encantada qué dijo mi madre, pero ya os he explicado que mi lugar en el mundo está en esa casa frente al mar. Así que, yo confieso que eso me lo guardo para el libro. Porque me podría fiar de todos vosotros y pensar que sí, que estáis dispuestos a compraros el libro y hacerme muy rica, si os cuento aquí el final. Podría, pero mi madre me enseño eso de “Por si acaso, nena, por si acaso”. Así que por si acaso, y para salvar a mi perro Don Giovanni de otro dueño mucho más cruel, hasta aquí puedo leer.
También confieso que algunas de vuestras madres salen en el libro, porque la mitad de este blog lo han hecho todos los hijos sufridos de España y Latino América contándome sus anécdotas como la pobrecica que le hicieron una boti bota con una cuerda un brick de leche (Es que cada vez que lo pienso me meo), las historias de todas esas niñas que suspiraban por una Barbie con una barriguita negra o china en la mano, los niños con bigote porque sus madres no les dejaban afeitarse, y las de los hermanos obligados a pedirse perdón. Así que he cogido algunas de vuestras historias y las he publicado. Esa soy yo. Hubiera publicado muchas más, pero Planeta me ha asegurado que no están las cosas para publicar enciclopedias de batallitas infantiles. Una pena. Probablemente, dentro de 200 años, sería la mejor manera de entender los 80 en España: la generación de los cassettes y el Un, dos, tres; gente que decía la palabra “guay” o “súper guay”, gente que valoraba un estuche de Fido Dido y que mojaba los gusanitos en la Coca Cola.
Yo confieso que seguiré con el blog. No sé cómo porque, por muy bicho que yo haya sido, no me quedan tantas batallas… Bueno, me queda la de cuándo salté por la borda de bote un de agua en el que estaba toda mi familia después de haber metido una enorme medusa dentro, salté y me llevé los remos… También cuándo decidí que mi futuro estaba en tocar la batería, o cuándo me imaginé que un vecino era un mafioso y le insultaba en el ascensor en plan niña con el síndrome de Tourette… Quedarme me quedan, pero creo que a mi madre la voy a dejar en paz. Más o menos. Bastante tiene ya.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa, mi madre vive aterrorizada de que la gente se crea todo lo que yo digo, cuando todos sabemos que yo siempre he sido muy exagerada, "que ves una paloma y ya andas diciendo que es un flamenco, nena”.
Así que nenas y nenes, el 3 de mayo de 2012, en sus librerías Cómo no ser una drama mamá. Yo no sé vosotros, pero yo pienso regalárselo a la mía para el día de la madre. Deseadme suerte. La voy a necesitar.