miércoles, 30 de mayo de 2012
La nena en la feria
El sábado pasado estuve firmando en el Retiro. Esto en mi familia ha sido un acontecimiento grado BODA. Yo me sentía la novia: protagonista total, todo el mundo me decía lo guapa que estaba y me quería saludar, y también me tuve que tomar un litro de tila ante el miedo de quedarme sola en el altar de mi caseta.
Vamos, un horror. Sobre todo la pre-feria.
Noche anterior:
Salí a cenar con mi drama mamá, su ya inseparable Maricristi y mi novio, un mártir. Después de un arduo debate, llegamos a un acuerdo acerca del vestuario, pelo, maquillaje y fallamos en el bolso. Casi siempre llevo el mismo, es marrón, de cuero, y sí, está desgastado por los bordes, bueno y no cierra, se rompió el enganche hace tiempo, pero es mi bolso. Cuelga, no pesa, cabe de todo, y tiene mi forma. Lo apoyo en el suelo y no sufro, y también tiene de bueno que jamás nadie en su sano juicio me daría un tirón. Así que muy a pesar de mis personal shoppers, lo llevé.
Esa noche no pude cenar. Me dolía la barriga como se me hubiera metido un gato dentro. Y perdí dos kilos del movimiento cinético que llevaban mis piernas. Mi madre perdió otros dos porque su amiga le hacía de rabiar diciéndole que, o se portaba bien, o iba a gritar en medio de la feria: ES LA MADRE DE LA AUTORA.
No cenamos, pero nos reímos mucho.
La mañana en sí:
Tila. Más tila. Baño. Tila. Baño, baño. Cigarro, cigarro, tila. Cigarrro, cigarro, cigarro. Así llegué a la caseta y no había más que 3 libros: cigarro “¿Dónde me puedo tomar una tila por aquí cerca? ¿y un baño? ¿dónde hay un baño? Es urgente porque con lo que me cuesta mear en un baño público (no tocar nada, tirar todo el papel higiénico que haya podido rozar nada, otro poco más que haya rozado la atmósfera, ponerme de cuclillas en la taza, tirar dos veces de la cadena) me lleva un tiempo.”
Lo que pasó es que los libros se habían agotado el día antes. Yo no lo entiendo. Mi libro debe ser el libro que nadie puede comprar. Es un mito. No existe. El caso es que entré en la típica vorágine rollo “¿Dónde está mi libro? Yo ahí no me siento que le he prometido a todo el mundo que habría libros. ¡Señor! ¡Que está mi madre! Yo no salgo”. Una amable librera de la FNAC me tranquilizó, me agarró de los hombros, me llevó atrás y me puso el móvil en la mano y después de una llamada un pelín histérica a un número que tenía de Planeta, otra completamente histérica a mi editora, tres incursiones de mi madre, mi novio y Maricristi a la trasera de la caseta, un cigarro, y más histeria, llegó una chica con una caja y 100 libros. Alabado sea el Señor.
Dentro estaban sentados firmando Revilla, Macaco, Gutierrez Aragón y la Supernanny. Y según entraba, me sentía como un niña de cuatro de EGB el día que tiene ir a la clase de los de octavo (¡los de octavo!) a dar un mensaje al profesor. Pensé en pedir otra tila, pero el baño quedaba lejos. Me senté, la supernanny me dijo que a su madre le había encantado el libro y entonces sí: me lo pasé pipa. Dos horas conociendo gente, hablando con personas que conozco a través de sus nicks, puse cara a avatares, vinieron amigos, tíos, mi hermana de sorpresa y una amiga desde Pamplona, las de la páginas 357 del libro con tarjetas identificativas, gente de Elche, de Asturias y nombres que ahora tienen cara: Briseida, Covadonga, Juan, Los paparrachos… Dos horas en las que no paré de sonreír. A pesar de lo que me meaba.
¿Lo peor? Que vinieron desde Bilbao dos chicas a las que les tuve que firmar un flyer porque no había libros, otra vez. Fue un espejismo. Los vendí todos.
¿Lo segundo peor? Que ese número de teléfono que yo tenía de Planeta, pues no sé por qué narices pensé que era un comercial, y le conté mi vida, mis problemas, y mis nervios, habló con mi madre, y mi novio, creo que hasta con Maricristi. Le comenté lo de la tila, que no había libros en ningún lado. Que yo no lo entendía. Que a la madre de la supernanny le había encantado mi libro… ¿Lo tercero peor? Que me ha llamado hoy porque quería hablar conmigo y yo le he dicho tenía una agenda muy complicada y que, bueno, que ya veremos como nos apañamos. ¿Lo cuarto peor? Que me acabo de enterar de que era un súper jefe de Planeta. Sí. Tal cual. Me voy a tomar una tila.
¿Lo mejor? Mi madre:
- Nena, te puedes creer que estoy por ahí en la cola haciéndome la desconocida y ha pasado un matrimonio. Y coge ella, al ver el cartel de “Ahora está firmando Amaya Ascunce”, y le dice a su marido: “Mira está firmando Amaya”. Pero cómo van a saber esos dos quién eres tú. ¿De qué? Yo no lo entiendo nena, no lo entiendo.
Lo segundo mejor: también mi madre cuando mis amigas la encontraron medio escondida y le hicieron dedicarles el libro. “Que me van a pillar, por Dios, que me pillan ¿pero yo qué voy a firmar nada? Voy a matar a esta cría. De ésta, la mato”.
PD. Como sigo teniendo ganas de tila, este sábado 2 de junio repito. Si todavía queda alguno con ganas de verme firmar con mala letra (porque con tanto nervio es imposible hacer buena letra, mamá) estaré de 12 a 2 en la caseta 201, la de la librería VID. No habrá tanta gente porque ya no me quedan muchos amigos a los que sobornar, pero tendré más tiempo para charlar. ¡Ah! Y el señor de Planeta me ha dicho que habrá libros, muchos libros.