Acabo de volver de tres semanas de
vacaciones. Tres. Semanas. He visto dos mares. El Caribe y el Mediterráneo. Y
les he hecho miles de fotos mentales para que me duren todo el año y los lunes
sean menos lunes. Aunque del de mañana no me libra nadie. Llevaba sin descansar realmente 3 años, desde
que mi padre se puso enfermo, porque aprovechaba todos mis días libres para
irme a casa, bueno, al hospital, que fue un poco nuestra casa durante ese
tiempo. Así que mi grado de sobre excitación pensando en tres semanas, entericas,
para mí, casi acaba con mis nervios. Pero sobre todo, casi acaba con mi madre.
Lo peor de un viaje no es hacer la
maleta, preparar las rutas, pensar en el Fortasec (que inevitablemente siempre
llega), adelantar todo el curro que deberías hacer en las siguientes semanas,
ni siquiera, el pastón que hay que pagar por 21 días mirando al mar. Lo peor de
hacer un viaje es tu madre. Bueno, no la tuya, la mía, claro. Como un mes antes
de irme, comienzan la retahíla de consejos de todo tipo, largas llamadas
avisándome de todos los peligros que ha oído sobre el país, de hijas de amigas
suyas a las que robaron o perdieron una maleta, de accidentes de lo más variopinto… Si para una madre, te
puede pasar cualquier cosa dentro de casa, imagina si te vas fuera, o ¡si
cruzas el charco! Porque he estado dos
de esas semanas en Cuba, y a mi madre, todo lo que no sea Valencia le parece
Mordor.
Entre
mis consejos preferidos están:
- Lleva una maleta de mano con dos vestidos, dos bragas, un bañador, un minineceser, una toalla y una pastilla de jabón Lagarto, por si acaso te pierden la maleta. Que el Lagarto te apaña cualquier mancha, y no hace jabón y se aclara en un pis pas.
-
Lleva un cinturón cartera para llevar el dinero
pegadico a la barriga, y así no te robarán. (Por si acaso no le hacía caso, me
compró uno y me lo mando por correo)- Lleva una maleta de mano con dos vestidos, dos bragas, un bañador, un minineceser, una toalla y una pastilla de jabón Lagarto, por si acaso te pierden la maleta. Que el Lagarto te apaña cualquier mancha, y no hace jabón y se aclara en un pis pas.
- No vayas por
lo oscuro, que en lo oscuro puede pasarte cualquier cosa.
- No bebas ni
comas nada, que no hay nada peor que una colitis de vacaciones. (Sí, debe ser
la única vez que tu madre, bueno, mi madre, ya hemos hablado de esto, te pide
que no comas, en vez de cebarte como habitualmente).
- Lleva:
antiestaminicos, antibióticos, antinflamatorios, calmantes, antimosquitos,
tiritas, jarabe, suero oral, y unas tijericas, que nunca sabes cuando vas a
necesitar tijericas en la vida. (Mi madre no viaja con su médico de cabecera de
milagro. Yo creo que incluso le ha preguntado alguna vez su destino de
vacaciones, a ver si con suerte, coincidíamos)
- Llama cuando
llegues, que ya sabes que yo no descanso hasta que sé que estás bien.
- No seas
aventurera, que no hay ninguna necesidad. Tú segurica, y si la gente se tira en
una piragua por una cascada, pues tú sacas las fotos, pero desde el autobús.
Que vista una cascada, vistas todas.
- No te
separes del grupo, tú pegadica a ellos, si van al baño, pues tú con ellos. Que
mira que si te secuestran…
- No te
sientes en ningún baño, ni siquiera en el hotel, compra un desinfectante y lo
limpias un poquillo, que nunca se sabe si la mujer de la limpieza del hotel ha
tenido un mal día, que todo el mundo tiene derecho a tener un mal día.
- No andes
descalza por ahí, te pones las chanclas, que se cogen unos hongos malísimos que
luego son muy difíciles de quitar. Y te pones un par de bolsas de plástico en
los pies para bañarte en los hoteles.
- Lleva una
chaquetica por las noches por si refresca, que los sitios de playa son muy
traicioneros, no te vayas a enfriar.
- Y sobre
todo, guarda dos horas de digestión antes de meterte al agua. ¡Que no quiero un
disgusto! Ala, nena, pásatelo bien, y llámame todos los días ¿eh?
Sí mamá, si me
salvo de la colitis, las diarreas mortales, los ladrones, los secuestradores,
las cataratas del infierno, los hongos, los virus, las tempestades típicas de
agosto y el frío glacial de las noches de verano, prometo pasármelo bien.
Pero sí, a
pesar de los mosquitos y de un estómago demasiado sensible al cambio de
alimentos, tengo el mar metido en las retinas, la piel dorada, y llevo arena en
las esquinas del bolso, en mi casa hay ron cubano y el café de las mañanas es
intenso, he leído tres libros en dos semanas, he flotado horas en el agua, he
visto lugares increíbles , me he empapado de tormentas cálidas, se me han
pegado canciones que no conocía, y me he reconciliado un poco con el mundo, que
ya era hora. Bueno, y me he ido una
semana con mi madre a la playa, a su Mediterráneo y sus gambitas, pero eso ya
es otro post, bueno, o cuatro.