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domingo, 22 de julio de 2012

Qué te diría tu madre




Acabo de volver de tres semanas de vacaciones. Tres. Semanas. He visto dos mares. El Caribe y el Mediterráneo. Y les he hecho miles de fotos mentales para que me duren todo el año y los lunes sean menos lunes. Aunque del de mañana no me libra nadie.  Llevaba sin descansar realmente 3 años, desde que mi padre se puso enfermo, porque aprovechaba todos mis días libres para irme a casa, bueno, al hospital, que fue un poco nuestra casa durante ese tiempo. Así que mi grado de sobre excitación pensando en tres semanas, entericas, para mí, casi acaba con mis nervios. Pero sobre todo, casi acaba con mi madre.  

Lo peor de un viaje no es hacer la maleta, preparar las rutas, pensar en el Fortasec (que inevitablemente siempre llega), adelantar todo el curro que deberías hacer en las siguientes semanas, ni siquiera, el pastón que hay que pagar por 21 días mirando al mar. Lo peor de hacer un viaje es tu madre. Bueno, no la tuya, la mía, claro. Como un mes antes de irme, comienzan la retahíla de consejos de todo tipo, largas llamadas avisándome de todos los peligros que ha oído sobre el país, de hijas de amigas suyas a las que robaron o perdieron una maleta, de accidentes  de lo más variopinto… Si para una madre, te puede pasar cualquier cosa dentro de casa, imagina si te vas fuera, o ¡si cruzas el charco!  Porque he estado dos de esas semanas en Cuba, y a mi madre, todo lo que no sea Valencia le parece Mordor.

Entre mis consejos preferidos están:
- Lleva una maleta de mano con dos vestidos, dos bragas, un bañador, un minineceser, una toalla y una pastilla de jabón Lagarto, por si acaso te pierden la maleta. Que el Lagarto te apaña cualquier mancha, y no hace jabón y se aclara en un pis pas.
- Lleva un cinturón cartera para llevar el dinero pegadico a la barriga, y así no te robarán. (Por si acaso no le hacía caso, me compró uno y me lo mando por correo)

- No vayas por lo oscuro, que en lo oscuro puede pasarte cualquier cosa.
- No bebas ni comas nada, que no hay nada peor que una colitis de vacaciones. (Sí, debe ser la única vez que tu madre, bueno, mi madre, ya hemos hablado de esto, te pide que no comas, en vez de cebarte como habitualmente).

- Lleva: antiestaminicos, antibióticos, antinflamatorios, calmantes, antimosquitos, tiritas, jarabe, suero oral, y unas tijericas, que nunca sabes cuando vas a necesitar tijericas en la vida. (Mi madre no viaja con su médico de cabecera de milagro. Yo creo que incluso le ha preguntado alguna vez su destino de vacaciones, a ver si con suerte, coincidíamos)
- Llama cuando llegues, que ya sabes que yo no descanso hasta que sé que estás bien.

- No seas aventurera, que no hay ninguna necesidad. Tú segurica, y si la gente se tira en una piragua por una cascada, pues tú sacas las fotos, pero desde el autobús. Que vista una cascada, vistas todas.
- No te separes del grupo, tú pegadica a ellos, si van al baño, pues tú con ellos. Que mira que si te secuestran…

- No te sientes en ningún baño, ni siquiera en el hotel, compra un desinfectante y lo limpias un poquillo, que nunca se sabe si la mujer de la limpieza del hotel ha tenido un mal día, que todo el mundo tiene derecho a tener un mal día.
- No andes descalza por ahí, te pones las chanclas, que se cogen unos hongos malísimos que luego son muy difíciles de quitar. Y te pones un par de bolsas de plástico en los pies para bañarte en los hoteles.

- Lleva una chaquetica por las noches por si refresca, que los sitios de playa son muy traicioneros, no te vayas a enfriar.
- Y sobre todo, guarda dos horas de digestión antes de meterte al agua. ¡Que no quiero un disgusto! Ala, nena, pásatelo bien, y llámame todos los días ¿eh?

Sí mamá, si me salvo de la colitis, las diarreas mortales, los ladrones, los secuestradores, las cataratas del infierno, los hongos, los virus, las tempestades típicas de agosto y el frío glacial de las noches de verano, prometo pasármelo bien.

Pero sí, a pesar de los mosquitos y de un estómago demasiado sensible al cambio de alimentos, tengo el mar metido en las retinas, la piel dorada, y llevo arena en las esquinas del bolso, en mi casa hay ron cubano y el café de las mañanas es intenso, he leído tres libros en dos semanas, he flotado horas en el agua, he visto lugares increíbles , me he empapado de tormentas cálidas, se me han pegado canciones que no conocía, y me he reconciliado un poco con el mundo, que ya era hora.  Bueno, y me he ido una semana con mi madre a la playa, a su Mediterráneo y sus gambitas, pero eso ya es otro post, bueno, o cuatro.