La vida es injusta. Por mucho que vengamos con frases optimistas, hoy puede ser un buen día o un día de mierda. Y a ti te puede haber tocado una vida fantástica, pero a otros puede que les haya tocado una de mierda.
Es así. La suerte existe, digan lo que digan. Hoy me he enterado de que mi amiga Monika está peleando muy duro contra una neumonía, una de esas que se complican, después de más de dos años de lucha contra la leucemia. La vida no es justa.
Hay cosas que no podemos controlar, por mucho que quieras, te concentres, busques energía positiva y creas en Coelho sobre todas las cosas, no hay libro de autoayuda que te saque de una de esas. A veces, el optimismo sin control puede ser un insulto.
Te toca jugar unas cartas, y con esas juegas. Puede que hayas tenido suerte, buena salud, padres cariñosos, inteligencia y dinero.
También puede que no. Mala suerte.
Pero hay algunas cosas que no deberíamos dejarlas en manos de la suerte, no hace falta. Puede que estés enfermo, pero no podemos dejarte solo en eso. Deberíamos poder colaborar a que mejores en lo posible, a que te encuentres bien, a que no tengas que preocuparte nada más que de sanar. Por eso creo en la Sanidad Pública.
Otra es el hambre. El hambre es obsceno en un mundo como el nuestro. Nuestra sociedad es capaz de alimentar a aquellos que no han tenido nuestra suerte.
Y otra de ellas es la educación. Quizás no se valora tanto, quizás no parezca tan urgente, tan vital, pero lo es.
La educación puede darle la vuelta a tu suerte. Puede enseñarte a ser mejor persona, sean tus padres cariñosos o no, te puede enseñar a esforzarte, lo hayas visto en tu casa o no, te puede hacer conseguir un buen trabajo, lo hayan tenido tus padres o no, puede conseguir que nadie te engañe con cantos de sirena, puede enseñarte a pelar por lo que mereces o merecen los demás, puede ayudarte entender el mundo, y a darte los recursos que la suerte no te ha dado.
Y eso, debería ser igual para todos. No te hablo de hacer un MBA, te hablo de que todos los niños, nazcan en la familia que nazcan, puedan construir su propio principio si sus padres, sus tutores o quién sea, no lo han podido construir para ellos. Y eso se llama educación pública de calidad. Sin importar quién gobierne, qué religión sea la mayoritaria, ni el dinero que tienen tus padres.
La educación no debería ser una herencia, si no un derecho.
Hoy os pido dos cosillas:
Echarle un ojo al movimiento #mareafucsia en #viernesreivindicativo, que este viernes quieren exigir una enseñanza de calidad para todos: http://tangledpolitics.wordpress.com/viernesreivindicativo
Y la otra es: si vivís cerca del Hospital San Pau, Mónika (@leucemina.lapp) necesita muchas plaquetas para poder seguir peleando. ANTIC HOSPITAL DE SANT PAU, Edifici de Convent, nº 11
Decid que vais para MONICA CARABAÑO.
miércoles, 13 de marzo de 2013
domingo, 10 de marzo de 2013
Estar fuera del armario
Cosas que pasan cuando publico un post:
- Me escriben dos primas y tres amigas para que les mande una foto de mi corte de pelo. Todas opinan después que sí, que parezco una menina.
- Me llama mi madre diciendo que se ha tenido que enterar por la vecina de que he publicado.
- Mi hermana me manda un whastapp con caras sonrientes y miles de jajajas. Y pide foto. Su respuesta el verme: “chica, el pelo crece”.
- Mi cuñado comparte el post en Facebook, y sus amigos (que me conocen a mí y a mi madre) comentan lo terrible que soy contando cosas, aunque se ríen mucho.
- Mi madre vuelve a llamar y me dice que eso me pasa por no tener peluquera conocida. Y que no diga tantos tacos.
- Llego al curro y me llaman exagerada porque el corte no es para tanto.
- Un amigo me dice que prefiere los post más concienzados, como por la Sanidad o la Educación, que no está el mundo para tonterías, ni cortes de pelo equivocados
- Otro me dice que se me está agotando el formato y que le mande foto del corte de pelo. No contesta después de recibirla.
- Me escribe gente para decirme que ya no publico tanto.
- Un compañero me comenta que en internet hay que escribir textos cortos y con más imagen para que funcionen, que los míos son infumables de largos.
- Me vuelve a llamar mi madre y me dice que este post está teniendo menos comentarios.
- Me manda un email mi editora y me dice que en Planeta se han reído con mi último post.
- Recibo mails de que debería publicar al menos dos veces por semana, que así, se va a morir el blog.
Menos mal que mi novio no me lee…
Últimamente me cuesta escribir. Bueno, en realidad, me cuesta publicar en el blog.
Estoy escribiendo mucho, mucho muchísimo, como nunca en mi vida. Primero porque me traigo algo entre manos que verá la luz en breve. Algo que tiene forma de libro, y hojas de libro, y solapas y esas cosas. Pero no digo más que las cosas se gafan.
Segundo porque me apetece escribir. Eso lo sé porque no leo. Es una chorrada pero si estoy en proceso de escribir, no leo casi nada. No sé por qué me pasa, pero tampoco sé por qué si me mojo una mano, necesito mojarme la otra, y sigo viviendo igual.
A pesar de que tengo un montón de post escritos, me cuesta publicarlos. Y no lo entiendo porque es una pasada la sensación de leer los comentarios. Pero el anonimato tenía algo muy liberador.
Ahora según publico, recibo el feedback de la gente que me conoce. Y así es difícil porque me es imposible no pensar en todos ellos cuando voy a escribir, o a publicar…
Luego la vida está tan intensa que me salen unos post sin nada de sentido del humor, cagándome en toda la situación política y social: tengo uno sobre educación, otro sobre los políticos, otro sobre la dignidad… Pero no sé, en el último momento, me entra angustia de andar opinando cuando no soy nadie y tampoco creo que sirva para mucho. Y se quedan en la carpeta de no publicados.
Yo no soy nada extrovertida, de verdad. Lo que pasa es que cuando escribía aquí nadie sabía quién era yo y eso facilitaba todo. Cuando salió el libro y tuve que confesar, me costó tragarme todo mi pudor porque la gente sabía mucho de mí. Y me sigue costando. Es que ya no puedo ser la nena y Amaya por separado. Nos hemos convertido en la misma persona. Solo he conseguido escribir 13 post en todo este tiempo, bueno, publicarlos.
Y la gente que te quiere, te quiere digas o lo que digas, pero luego hay muchas personas que me conocen de vista y ahora me miran como si supieran exactamente quién soy. ¿Te imaginas que tú carnicero te dice que tu madre tiene razón, que te queda mejor el pelo recogido? Pues yo me lo imagino perfectamente, vamos que sí.
Así que he pensado que si escribo este post, igual se me empieza a pasar el vértigo, igual la extroversión es un músculo que se puede ejercitar, igual así la carpeta de no publicados se va quedando vacía, y no necesito releer 60 veces un post, que tampoco pasa nada porque la gente sepa que Amaya es la nena, y que por esta tontería a veces me pierdo lo mejor de tener el blog: la gente que está ahí al otro lado, compartiendo estas tonterías, y reírnos, sea de manera anónima o con nombre y apellido. Lo mismo da…
Bueno, os dejo, tengo que llamar a mi madre a toda leche para decirle que he publicado, que la vecina tiene pinchadas las rss del blog y es rápida leyendo.
- Me escriben dos primas y tres amigas para que les mande una foto de mi corte de pelo. Todas opinan después que sí, que parezco una menina.
- Me llama mi madre diciendo que se ha tenido que enterar por la vecina de que he publicado.
- Mi hermana me manda un whastapp con caras sonrientes y miles de jajajas. Y pide foto. Su respuesta el verme: “chica, el pelo crece”.
- Mi cuñado comparte el post en Facebook, y sus amigos (que me conocen a mí y a mi madre) comentan lo terrible que soy contando cosas, aunque se ríen mucho.
- Mi madre vuelve a llamar y me dice que eso me pasa por no tener peluquera conocida. Y que no diga tantos tacos.
- Llego al curro y me llaman exagerada porque el corte no es para tanto.
- Un amigo me dice que prefiere los post más concienzados, como por la Sanidad o la Educación, que no está el mundo para tonterías, ni cortes de pelo equivocados
- Otro me dice que se me está agotando el formato y que le mande foto del corte de pelo. No contesta después de recibirla.
- Me escribe gente para decirme que ya no publico tanto.
- Un compañero me comenta que en internet hay que escribir textos cortos y con más imagen para que funcionen, que los míos son infumables de largos.
- Me vuelve a llamar mi madre y me dice que este post está teniendo menos comentarios.
- Me manda un email mi editora y me dice que en Planeta se han reído con mi último post.
- Recibo mails de que debería publicar al menos dos veces por semana, que así, se va a morir el blog.
Menos mal que mi novio no me lee…
Últimamente me cuesta escribir. Bueno, en realidad, me cuesta publicar en el blog.
Estoy escribiendo mucho, mucho muchísimo, como nunca en mi vida. Primero porque me traigo algo entre manos que verá la luz en breve. Algo que tiene forma de libro, y hojas de libro, y solapas y esas cosas. Pero no digo más que las cosas se gafan.
Segundo porque me apetece escribir. Eso lo sé porque no leo. Es una chorrada pero si estoy en proceso de escribir, no leo casi nada. No sé por qué me pasa, pero tampoco sé por qué si me mojo una mano, necesito mojarme la otra, y sigo viviendo igual.
A pesar de que tengo un montón de post escritos, me cuesta publicarlos. Y no lo entiendo porque es una pasada la sensación de leer los comentarios. Pero el anonimato tenía algo muy liberador.
Ahora según publico, recibo el feedback de la gente que me conoce. Y así es difícil porque me es imposible no pensar en todos ellos cuando voy a escribir, o a publicar…
Luego la vida está tan intensa que me salen unos post sin nada de sentido del humor, cagándome en toda la situación política y social: tengo uno sobre educación, otro sobre los políticos, otro sobre la dignidad… Pero no sé, en el último momento, me entra angustia de andar opinando cuando no soy nadie y tampoco creo que sirva para mucho. Y se quedan en la carpeta de no publicados.
Yo no soy nada extrovertida, de verdad. Lo que pasa es que cuando escribía aquí nadie sabía quién era yo y eso facilitaba todo. Cuando salió el libro y tuve que confesar, me costó tragarme todo mi pudor porque la gente sabía mucho de mí. Y me sigue costando. Es que ya no puedo ser la nena y Amaya por separado. Nos hemos convertido en la misma persona. Solo he conseguido escribir 13 post en todo este tiempo, bueno, publicarlos.
Y la gente que te quiere, te quiere digas o lo que digas, pero luego hay muchas personas que me conocen de vista y ahora me miran como si supieran exactamente quién soy. ¿Te imaginas que tú carnicero te dice que tu madre tiene razón, que te queda mejor el pelo recogido? Pues yo me lo imagino perfectamente, vamos que sí.
Así que he pensado que si escribo este post, igual se me empieza a pasar el vértigo, igual la extroversión es un músculo que se puede ejercitar, igual así la carpeta de no publicados se va quedando vacía, y no necesito releer 60 veces un post, que tampoco pasa nada porque la gente sepa que Amaya es la nena, y que por esta tontería a veces me pierdo lo mejor de tener el blog: la gente que está ahí al otro lado, compartiendo estas tonterías, y reírnos, sea de manera anónima o con nombre y apellido. Lo mismo da…
Bueno, os dejo, tengo que llamar a mi madre a toda leche para decirle que he publicado, que la vecina tiene pinchadas las rss del blog y es rápida leyendo.
martes, 5 de marzo de 2013
Hasta que no me llamas, no me duermo
¡Ay! El teléfono y las drama mamás.
En la adolescencia era alto tipo: que yo no sé qué tienes tú que hablar tanto por teléfono, que si te crees que tenemos acciones en Telefónica, pues te vas a su casa y se lo dices en persona, pero si acabas de hablar con ella…
A partir de los 20 años pasa a ser: que si llámame cuando llegues, y también está el “llámame cada vez que pares”, que si por qué no me coges el móvil, que si no me lo coges pienso que te ha pasado algo malo…
¿Quién no ha tenido 23 llamadas perdidas al salir del cine? Lo normal, vamos. Le llamas a tu madre pensando que ha pasado algo horrible, algo horrible nivel 23 llamadas.
- ¿Estás bien mamá? ¿Estáis todos bien? ¿Qué ha pasado? ¿Cojo el coche y me voy para allí?- le dices casi sin aliento.
- ¿A mí? A mí no me ha pasado nada. ¿Y tú estás bien? ¿Estás en urgencias? No me digas más, te ha pasado algo. Te he llamado varias veces y no me cogías. A punto he estado de llamar a la Policía- entonces respiras, y es cuando te entran ganas de matarla.
- 23 veces has llamado, mamá, en las dos horas que duraba la película. ¿Te parece normal? Estaba en el cine y tenía el móvil en silencio.
- Pues avisa, chica, avisa, si ya sabes que siempre te llamo a esta hora. Menudo disgusto tenía. Y llámale a tu hermana que igual está nerviosa también porque le he llamado alguna que otra vez para ver si sabía algo de ti.
Lo normal.
Mi madre y yo tenemos una enfermiza relación con el teléfono. No sé si viviéramos en la misma ciudad, lo sería tanto, pero a 400 kilómetros nuestra comunicación se la debemos a Teléfonica. Lo digo así y parece que no pagamos, que sí que pagamos, vamos, que igual Teléfonica nos debe a nosotras el haberse podido expandirse a Latinoamérica.
Hablamos todos los días al menos una vez, normalmente por la noche. A pesar de tantas llamadas el sistema no nos funciona muy bien. Se ha puesto doble llamada y el contestador y nos está volviendo locas. Ella no lo quiere quitar porque dice que así sabe quién llama cuando no está, pero a mí me está quitando años de vida.
Me explico. Cuando empiezo a tener hambre digo: “Le voy a llamar a mi madre y así ceno tranquila después”. Total que le llamo y hay varias opciones en las que ningún incluye que me coja el teléfono:
1. La primera es que suenen cuatro tonos, no está, y me salte el contestador.
2. La segunda es que suenen seis tonos, que puede que esté o que no, pero significa que yo soy la segunda llamada.
3. La tercera es que esté, suenen cuatro tonos pero no le dé tiempo a llegar a coger y me salte el contestador.
4. La cuarta es que ante las otras tres, yo opte por llamarle al móvil, que nunca jamás escucha. Y del que tampoco sabe mirar las llamadas perdidas.
Entonces le digo a mi novio de cenar, aprovechando que ella no está, está pero no puede ponerse o vete tú a saber. Así que empezamos a cocinar o a sacar embutido del frigo que suele ser lo más normal, y según nos sentamos en la mesa, llama ella. Le cojo para que no piense que me he muerto, que alguna vez lo ha pensado, y le digo que estamos cenando, que le devuelvo la llamada cuando terminemos.
Al rato le vuelvo a llamar, entonces tengo tres opciones:
1. Que suenen cuatro tonos y salte el contestador. Entonces es que puede haya pasado a casa de la vecina porque es raro que salga de noche.
2. Que suenen seis tonos, y salte el contestador, entonces casi seguro que está hablando con su amiga Loli que dice mi madre que tenemos la misma hora para llamarla.
3. Que suenen cuatro tonos y no le dé tiempo a cogerlo.
Entonces, por fin, me llama ella.
- Nena, ¿me has llamado? Es que este teléfono va a volverme loca.
- Sí, dos al fijo y una al móvil.
- El móvil no lo oigo, solo lo oiría si fuese un perro. Debe de estar en mi bolso. Y mira que he mirado, pero no me salen las llamadas. Yo creo que no funciona.
- ¿Pero si es nuevo?
- Pues no funciona. Estaba hablando con Loli al fijo, y he ido a coger la segunda llamada pero se ha colgado. Le he vuelto a llamar a Loli porque le he dejado con la palabra en la boca.
- Mamá no hace falta que cojas la segunda llamada siempre, si quieren, ya te llamarán después o te dejarán recado en el contestador.
- Es que no puedo, es superior a mis fuerzas. ¿Y si es algo urgente?
- Pues seguro que te volverán a llamar. ¿Por qué no quitas ese servicio? Te está volviendo loca.
- Ay no, que me viene muy bien. Lo malo es lo del contestador, que deja sonar solo cuatro tonos y no me da tiempo a llegar.
- Pues llama a Telefónica y que te lo quiten.
- Ya he llamado pero no quiero que me lo quiten, lo que quiero es que lo retrasen, hasta siete tonos o así. Que salto del sofá y no me da tiempo a cogerlo. Pero me han dicho que no se puede, que son cuatro tonos y punto. Ya les he dicho que pienso buscar otra compañía de teléfono que tenga más tonos. Por cierto ¿te puedes enterar tú de eso? ¿Lo buscas en internet?
- Quita, quita, que eso es un follón mamá. Es más fácil que te toque la lotería que darte de baja en una compañía de teléfono. Mejor desactívalo y listo.- Yo me estoy viendo mirando todas las ofertas, cambiando las domiciliaciones y sobre todo, explicándole a mi madre todo, y me entran sudores- ¿Y el inalámbrico que te regalamos en Reyes? ¿Por qué no lo utilizas?
- No funciona. Bueno, a veces sí, pero otras no. Lo tengo que llevar a mirar.
- ¿Cuándo funciona?
- Pues cuando le da la real gana.
- Igual haces algo mal…
- Sí, claro, la culpa será mía. Ese teléfono está mal. Yo lo descuelgo y no oigo nada al otro lado.- entonces empezamos a oír las dos el bip de la segunda llamada. Loli no puede ser, así que casi seguro que es mi hermana.
- No lo cojas mamá, seguro que es mi hermana.
- ¿Y si no es?- bip.
- Pues volverá a llamar. Aguanta un poco que solo quedan tres tonos y salta el contestador- bip.
- ¿Y si es importante?- bip.
- Volverán a llamar- bip.
- No puedo, nena. Es superior a mis fuerzas.- y me cuelga. A los pocos segundos vuelve a llamar.
- No he llegado a tiempo, se había cortado. Bueno ¿el día bien? ¿Sí?
- Sí todo bien, trabajando mucho.
- Eso es bueno, nena, estando como están las cosas eso está bien. El mío también. Te voy a dejar que tengo mucho lío. Voy a llamar a tu hermana a ver si era ella. ¿Hablamos mañana?
- Vale mamá, que descanses.
- Un beso.
Luego vendrá con que no le cuento nada...
En la adolescencia era alto tipo: que yo no sé qué tienes tú que hablar tanto por teléfono, que si te crees que tenemos acciones en Telefónica, pues te vas a su casa y se lo dices en persona, pero si acabas de hablar con ella…
A partir de los 20 años pasa a ser: que si llámame cuando llegues, y también está el “llámame cada vez que pares”, que si por qué no me coges el móvil, que si no me lo coges pienso que te ha pasado algo malo…
¿Quién no ha tenido 23 llamadas perdidas al salir del cine? Lo normal, vamos. Le llamas a tu madre pensando que ha pasado algo horrible, algo horrible nivel 23 llamadas.
- ¿Estás bien mamá? ¿Estáis todos bien? ¿Qué ha pasado? ¿Cojo el coche y me voy para allí?- le dices casi sin aliento.
- ¿A mí? A mí no me ha pasado nada. ¿Y tú estás bien? ¿Estás en urgencias? No me digas más, te ha pasado algo. Te he llamado varias veces y no me cogías. A punto he estado de llamar a la Policía- entonces respiras, y es cuando te entran ganas de matarla.
- 23 veces has llamado, mamá, en las dos horas que duraba la película. ¿Te parece normal? Estaba en el cine y tenía el móvil en silencio.
- Pues avisa, chica, avisa, si ya sabes que siempre te llamo a esta hora. Menudo disgusto tenía. Y llámale a tu hermana que igual está nerviosa también porque le he llamado alguna que otra vez para ver si sabía algo de ti.
Lo normal.
Mi madre y yo tenemos una enfermiza relación con el teléfono. No sé si viviéramos en la misma ciudad, lo sería tanto, pero a 400 kilómetros nuestra comunicación se la debemos a Teléfonica. Lo digo así y parece que no pagamos, que sí que pagamos, vamos, que igual Teléfonica nos debe a nosotras el haberse podido expandirse a Latinoamérica.
Hablamos todos los días al menos una vez, normalmente por la noche. A pesar de tantas llamadas el sistema no nos funciona muy bien. Se ha puesto doble llamada y el contestador y nos está volviendo locas. Ella no lo quiere quitar porque dice que así sabe quién llama cuando no está, pero a mí me está quitando años de vida.
Me explico. Cuando empiezo a tener hambre digo: “Le voy a llamar a mi madre y así ceno tranquila después”. Total que le llamo y hay varias opciones en las que ningún incluye que me coja el teléfono:
1. La primera es que suenen cuatro tonos, no está, y me salte el contestador.
2. La segunda es que suenen seis tonos, que puede que esté o que no, pero significa que yo soy la segunda llamada.
3. La tercera es que esté, suenen cuatro tonos pero no le dé tiempo a llegar a coger y me salte el contestador.
4. La cuarta es que ante las otras tres, yo opte por llamarle al móvil, que nunca jamás escucha. Y del que tampoco sabe mirar las llamadas perdidas.
Entonces le digo a mi novio de cenar, aprovechando que ella no está, está pero no puede ponerse o vete tú a saber. Así que empezamos a cocinar o a sacar embutido del frigo que suele ser lo más normal, y según nos sentamos en la mesa, llama ella. Le cojo para que no piense que me he muerto, que alguna vez lo ha pensado, y le digo que estamos cenando, que le devuelvo la llamada cuando terminemos.
Al rato le vuelvo a llamar, entonces tengo tres opciones:
1. Que suenen cuatro tonos y salte el contestador. Entonces es que puede haya pasado a casa de la vecina porque es raro que salga de noche.
2. Que suenen seis tonos, y salte el contestador, entonces casi seguro que está hablando con su amiga Loli que dice mi madre que tenemos la misma hora para llamarla.
3. Que suenen cuatro tonos y no le dé tiempo a cogerlo.
Entonces, por fin, me llama ella.
- Nena, ¿me has llamado? Es que este teléfono va a volverme loca.
- Sí, dos al fijo y una al móvil.
- El móvil no lo oigo, solo lo oiría si fuese un perro. Debe de estar en mi bolso. Y mira que he mirado, pero no me salen las llamadas. Yo creo que no funciona.
- ¿Pero si es nuevo?
- Pues no funciona. Estaba hablando con Loli al fijo, y he ido a coger la segunda llamada pero se ha colgado. Le he vuelto a llamar a Loli porque le he dejado con la palabra en la boca.
- Mamá no hace falta que cojas la segunda llamada siempre, si quieren, ya te llamarán después o te dejarán recado en el contestador.
- Es que no puedo, es superior a mis fuerzas. ¿Y si es algo urgente?
- Pues seguro que te volverán a llamar. ¿Por qué no quitas ese servicio? Te está volviendo loca.
- Ay no, que me viene muy bien. Lo malo es lo del contestador, que deja sonar solo cuatro tonos y no me da tiempo a llegar.
- Pues llama a Telefónica y que te lo quiten.
- Ya he llamado pero no quiero que me lo quiten, lo que quiero es que lo retrasen, hasta siete tonos o así. Que salto del sofá y no me da tiempo a cogerlo. Pero me han dicho que no se puede, que son cuatro tonos y punto. Ya les he dicho que pienso buscar otra compañía de teléfono que tenga más tonos. Por cierto ¿te puedes enterar tú de eso? ¿Lo buscas en internet?
- Quita, quita, que eso es un follón mamá. Es más fácil que te toque la lotería que darte de baja en una compañía de teléfono. Mejor desactívalo y listo.- Yo me estoy viendo mirando todas las ofertas, cambiando las domiciliaciones y sobre todo, explicándole a mi madre todo, y me entran sudores- ¿Y el inalámbrico que te regalamos en Reyes? ¿Por qué no lo utilizas?
- No funciona. Bueno, a veces sí, pero otras no. Lo tengo que llevar a mirar.
- ¿Cuándo funciona?
- Pues cuando le da la real gana.
- Igual haces algo mal…
- Sí, claro, la culpa será mía. Ese teléfono está mal. Yo lo descuelgo y no oigo nada al otro lado.- entonces empezamos a oír las dos el bip de la segunda llamada. Loli no puede ser, así que casi seguro que es mi hermana.
- No lo cojas mamá, seguro que es mi hermana.
- ¿Y si no es?- bip.
- Pues volverá a llamar. Aguanta un poco que solo quedan tres tonos y salta el contestador- bip.
- ¿Y si es importante?- bip.
- Volverán a llamar- bip.
- No puedo, nena. Es superior a mis fuerzas.- y me cuelga. A los pocos segundos vuelve a llamar.
- No he llegado a tiempo, se había cortado. Bueno ¿el día bien? ¿Sí?
- Sí todo bien, trabajando mucho.
- Eso es bueno, nena, estando como están las cosas eso está bien. El mío también. Te voy a dejar que tengo mucho lío. Voy a llamar a tu hermana a ver si era ella. ¿Hablamos mañana?
- Vale mamá, que descanses.
- Un beso.
Luego vendrá con que no le cuento nada...
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