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jueves, 25 de abril de 2013

110. No pasa nada, hasta que pasa, nena.

YofuiaEGB
Imagínate tú que hay una niña que está jugando con un compás. La niña, nerviosa, sonriente, mofletuda, solo hace círculos imaginarios con el compás pinchado sobre una goma de borrar y gira y gira mientras delante de ella hay un plato de verdura, que ya apenas humea porque la niña lleva un rato haciendo círculos. Imagínate que a su lado está su hermana pequeña, que ya ha terminado su ración de verduras, con ese hambre de verduras que solo tienen los niños raros, y que mira embobada el girar del compás como una especie de hipnosis escolar. También te puedes imaginar que la hermana mayor le propone jugar a realizar círculos imaginarios alrededor de su pequeña manita y una madre les ve, e imagínate que dice:
- Nena, para quieta ya, que al final le haces daño a tu hermana. Y por favor, date más ritmo con la borraja o vamos a tener un disgusto.
- Pero que no pasa nada mamá, que está pinchado en la goma. Es súper imposible que pase nada- dice la niña mofletuda e imagínate que la hermana pequeña le apoya:
- Que no, que es súper divertido, mamá. ¿Ves? Ni me toca. No pasa nada.
- No pasa nada, hasta que pasa, nena.

Y justo entonces, pasa. El compás pierde el equilibrio en uno de esos círculos imaginarios, la goma, se queda pegada a la superficie de la mesa, la pobre niña mofletuda pierde la sujeción y la mano pequeñita de la hermana justo va a parar debajo de la aguja del compás. Con tan mala suerte para la niña mofletuda, bueno, y un poco para su hermana pequeña lesionada, que se le clava en el dedo gordo. Imagina que hace sangre y todo. Pero las dos niñas saben que una sola queja, una sola lágrima, puede costar un castigo.
Imagínate que la hermana pequeña aguanta el lloro, y la niña mofletuda le hace un torniquete improvisado con una servilleta, sin saber qué es un torniquete, ni para qué sirve, porque solo quiere que esa madre que nos hemos imaginado no le regañe. Así que la servilleta de cuadros se va empapando mientras la hermana pequeña produce un hipo casi interno porque eso ni es un torniquete ni nada. Hasta que la  madre imaginada se gira y ve unas gotas de sangre sobre la mesa blanca impoluta,  y entonces entiendes a la puñetera perfección la dichosa frase: No pasa nada hasta que pasa, nena mofletuda.

Yo me lo imagino perfectamente…
Y cuando pasa, llega el castigo, eso sí que llega más que seguro. Entre todos los intentos de la drama mamá por dominar mi espíritu indómito (yo lo llamo así, ella lo llamaba ese pozo sin fondo de malas ideas) había un tipo de castigo realmente molesto. Cuando le había tocado las narices nivel extremo, tipo hermana pequeña compás torniquete y verduras frías, me castigaba a ir agarrada de su delantal por toda la casa. De manera que mientras barría, planchaba, ordenaba lo que sea o cocinaba, yo iba pegada a ella, a remolque, con un trozo de mandil arrugado y sudado en la mano. Yo intentaba alejarme de su sistema atrapa niños lo máximo posible pero eso era muy poco, y si me soltaba, ella en seguida dejaba de notar el peso y me pegaba un chillido:
- ¡Te has soltado! ¡15 minutos más de penalización!
- Que no mami, que se me ha resbalado. Que ha sido sin querer.
- De eso nada, que te he visto.
- Mamá, es que verte barrer es muy aburrido. Además me tropiezo todo el rato.
- Haberlo pensado antes de desgraciarle a tu hermana el pulgar. Y date más garbo, que tenemos que regar las plantas. Y, por favor, no tires tanto del delantal, que me llevas ralentizada toda la tarde.
Pero lo más raro es que mi hermana, que era una buenaza, se sentía desplazada de aquello y siempre acababa apareciendo:
- Jo, yo también quiero agarrarme- decía.
- Pero tú que vas a querer agarrarte. Vete a jugar, que esto es un castigo porque tu hermana ha… ( Rellénese con: roto un jarrón, jugado con un enchufe, cortado el pelo a una muñeca, saltado en la cama, destrozado tu pulgar…)
- Ya pero yo también quiero agarrarme. ¿Puedo coger de la otra esquina?
Yo la miraba alucinada. Pero allí acabábamos las tres. Mi madre corriendo por la casa intentando hacer cosas con dos niñas colgando de su delantal. Y claro, si tú pones una niña movidita, a una pequeña distancia de su hermana menor, sin nada que hacer, ¿qué se le puede ocurrir? Pues está clarísimo: batalla de dedos, batalla de pisotones, batalla de pellizcos… Cualquier cosa que incluya la palabra batalla. Y todo haciéndole el gesto de que le ibas la cortar el cuello como se chivara o dijera media palabra. Eran las grandes peleas silenciosas. La guerra fría una tontería con los mensajes subliminales que le lanzabayo  a mi hermana. Hasta que mi madre, harta del peso extra, se daba cuenta de que aquel castigo, a quién más castigaba, era a ella misma:
- Ale, se acabó, que me tenéis harta. Toda la tarde con el freno de mano. Así no hay quien termine las labores. Cada una a su cuarto, y no quiero oír una palabra más alta que la otra, si no, os vais a inflar a vainas durante una semana. Ea.
- Ummm ¡Que ricas la vainas!- decía mi hermana y aplaudía suavecito porque tenía un pulgar vendado.

Sí, me debió tocar la única hermana del mundo que aplaudía cuando nos ponían acelgas, rebañaba la borraja y siempre quería doble ración de vainas. Menos mal que era fantástica aguantando el lloro y jamás se quejó por un torniquete mal hecho. Bueno, y para qué mentir a estas alturas, menos mal que ella tenía esa rara hambre de verduras y, según mi madre se daba la vuelta, yo le volcaba mi plato entero.  Y la tipa no soltaba ni palabra. Pasara lo que pasase, que siempre pasaba, las cosas como son.

lunes, 22 de abril de 2013

Una buena carta

Mi amiga Mar es una buena amiga. Nos conocimos en el trabajo y nos hemos seguido la pista durante años. Es una de esas personas  con pasión por lo importante, que no pierde el tiempo en tonterías, que sabe emocionarse, quererte y da unos abrazos apretujados que valen doble y sabe reírse de todo. Es más, a Mar le debo haber publicado mi primer libro. Ella fue la persona que mandó mi manuscrito a Planeta, es mi agente en la sombra. El mejor tipo de agente: se alegra por ti y no te cobra nada.
Últimamente la vida le está tratando mal. Su padre falleció hace poco, por sorpresa. Bueno, como si la muerte no nos pillara siempre por sorpresa.

Pero el viernes pasado me mandó un mensaje de whastApp que me emocionó con la foto que podéis ver en el post.  Le pedí permiso para publicarla en el blog aunque he pixelado los datos personales.
La coordinación de trasplantes les daba las gracias y les informaba que el receptor de los órganos de su padre estaba bien, haciendo vida normal gracias a su gesto y que podían solicitar información más adelante para saber si seguía bien.



Me pareció sanador. Nadie se hace donante por recibir algo a cambio, pero ese pequeño detalle es una ayuda. No te devuelve a quien quieres, tampoco va a restarte dolor, no te va devolver su compañía, no va a ayudarte con  la angustia, pero a mi amiga Mar le reconfortó. Y a mí también.
Ya sé que es una carta automática pero alguien se sentó un día y pensó que era una buena idea, que podía servir para algo, y otra persona se encarga de acordarse de que los familiares del fallecido están sufriendo, buscar su nombre, buscar su receptor, y les manda unas palabras. Y aunque sea poca cosa, algo puede reconfortarles.
La muerte de un ser querido nunca tiene un “para qué” ni “un porqué” y tratar de encontrarlo te puede volver loco. La carta es un pequeño gesto, solo eso, pero en un momento así es una ayuda.

Confío en que un sistema que funciona de esa manera, que tiene esa humanidad detrás, que está hecho por personas y para personas, no se resienta con todos los dichosos recortes con los que lo amenazan, porque sería una auténtica pena que despidieran al empleado que se acuerda de mandar esa carta o que dejara de haber presupuesto para ese sello.

lunes, 15 de abril de 2013

109. Segundas partes nunca fueron buenas

Los de Planeta me tienen aterrorizada con el “impulso de compra”. Se ve que cuando vosotros estáis en casa y leéis: “Ha salido un libro nuevo”. Tenéis un resorte que os obliga a ir a la librería al día siguiente, o en ese mismo momento, preguntar por ese libro y si no está, ya se os olvida, nunca más lo compráis, y mandáis al ostracismo de las devoluciones y los saldos a los pobres escritores impacientes con la lengua larga. Sois así, volátiles, caprichosos, no lo neguéis.
Hace un poco más de un año, yo no me pude aguantar, y pasé de Planeta, del impulso de compra y de todo. Tenía tanta ilusión dentro de publicar un libro que, que se vendiera, era algo completamente secundario.  Confesé dos meses antes de que saliera el libro. No sé si muchos de vosotros no lo comprasteis porque os fastidié el impulso de compra, pero tampoco me importó.

Publicar mi primer libro fue la leche. Todo lo que pasó y todo lo que ha pasado y sigue pasando.  He tenido mucha suerte, mucha más de la que tienen la mayoría de personas que publican. Y no sé por qué.  Oye, que me encantaría saberlo y poder repetirlo cada nada, pero no lo sé.
- El libro ha llegado a la sexta edición.
- Ahora sale en edición bolsillo.
- Publicaron una agenda derivada del libro.
- Compró los derechos el Círculo de Lectores.
- Y ahora se acaba de publicar en Portugal (Aquí la versión portuguesa).

Sin contar, todas las cosas que me han pasado personalmente. Ha sido muy divertido.

Y sí, gracias a todo eso, a todos vosotros, tengo casi la entrada para la casa en la playa y a Don Giovanni. Esto en España con un libro es muy difícil. Soy una afortunada.

Pero aún más lo soy porque Planeta va a publicar mi segundo libro. Esto sí que es difícil. Primero, porque alguna gente consigue publicar el primero, pero luego las ventas no responden. Y también, porque escribir uno es difícil, pero escribir dos, y el segundo en un año, es aún más complicado.

Y a pesar de que sé me voy a llevar una regañina de Planeta por eso de vuestro caprichoso impulso comprador, lo tengo que decir: el 30 de abril, en todas las librerías, sale mi segundo libro. Bueno, lo de en todas todas las librerías, lo mismo es exagerar… Vamos a dejarlo en casi todas, o en muchas.



¿Y qué ha dicho la drama mamá de mi nuevo libro? Pues por supuesto no lo ha leído, porque si no, hubiéramos necesitado años para conseguir su aprobación, pero se lo he explicado, más o menos, y a su manera, ha colaborado. Aunque convencida, lo que se dice convencida no está:

- Nena, segundas partes nunca fueron buenas.
- Mamá, no es una segunda parte, es algo distinto.
- ¿Dime una segunda parte que haya ido bien?
- “Terminator 2”.
- Eso no ha podido ir muy bien porque yo no lo conozco. Te digo bien en plan: “Mujercitas” ¿Tú te acuerdas de “Mujercitas 2”? Pues eso.
- Bueno mamá, me hacía gracia la idea, a Planeta le hacía gracia, y tampoco es tan importante. Que me quiten lo bailado.
- Sí, sí, claro, tú siempre bailando, con lo bien que se te da… Con esa psicomotricidad tan divina que tienes, que a veces me parece casi prodigioso que seas capaz de mover todas las extremidades a ritmos tan distintos. Eso tiene que servir para algo, aunque para bailar no, está claro.
- Tú tranquila, mamá, de verdad, que no me juego las lentejas con esto. Solo tiene que ser divertido.
- Pero, nena, ¿un libro de recetas? Si tú confundes la lavadora con el lavavajillas. ¿Qué vas a enseñarle tú a nadie en una cocina?
- Que no, que no es eso, se titula El libro de recetas que no conseguí escribir, no es de cocina.
- No nena, se titula En la cocina con la drama mamá, que ya me la has vuelto a liar. Eso que tú dices es el subtítulo.
- Es que me dijeron que lo de “drama mamá” es una marca y hay que ponerlo en el título, porque así la gente sabrá de qué va al primer vistazo.
- ¿Cómo que una marca? ¿Desde cuándo soy una marca? Lacoste es una marca o Fairy. ¡Pero yo soy tu madre!
- No,  tú no, la marca es la drama mamá, el personaje…
- Ya, nena, ya, pero que la gente se cree que soy yo tal cual, incluso me han parado por la calle para decirme que no parezco tan así…
- ¿Tan así cómo?
- Pues eso digo yo.  No sé, “tan así” dicen.
- Tú no eres tan así, eso seguro.
- Bueno, pero la gente se lía. Les lías tú, que eres una liante. ¡Y ahora recetas! ¡Nena! Que la cocina es algo serio.
- Tranquila que el libro tiene instrucciones.
- Pero nena, ¿tú les has dicho a los de Planeta que no tienes ni idea de cocinar? ¿Que no me haces ni caso, y que haces el peor arroz blanco del mundo?
- Chica, no te agobies, el libro va de otra cosa, las recetas son una excusa…
- ¿Y de qué hablas?
- Pues de la vida, de las madres, de las hijas, de las discusiones…
- O sea, hablas de ti y de mí discutiendo. Como si lo viera.
- No, tranquila, son la nena y la drama mamá discutiendo, como cuando intentamos hacer pochas.
- Vamos, que somos  tú y yo. Ya me la has vuelto a liar. ¿Y seguro que has puesto bien la receta?
- Hombre, seguro, seguro… Lo que me acuerdo de lo que me enseñaste… Yo creo que sí y lo han leído tres personas.
- ¡Nena! Que Planeta se va a la ruina. Te lo digo, ya no me tomo en serio lo que pone en los libros desde que tú escribes libros.
- No te preocupes, de verdad, que es un libro de humor.  Ya vas a ver cuándo lo leas, que no es para tanto.
- Pero tú has puesto muy claro que no sabes cocinar ¿no? ¿En letras muy grandes? Lo podrían poner en la faja esa…
- Mamá, en serio, que no es un libro de cocina. Hablo de cuando las tías vinieron a Madrid, y de ir a súper, de algunas tradiciones familiares… Las recetas están ahí, y oye, he hecho la mayoría.
- Yo creo que Planeta se va a la ruina. Así te lo digo. Y a mí déjame tranquilica ya. A ver si empiezas a escribir de historias más normales, que luego la gente se piensa que yo soy un poco así.
- No les hagas caso mamá, tú no eres así para nada.

Pues eso, que ya me he vuelto a cargar el impulso de compra. Pero la primera vez no fue nada mal, nada, nada mal. Igual mi madre tiene razón y los de Planeta no tienen ni idea.

En realidad, si todos vosotros, miles de vosotros (muchos más miles de los que jamás hubiera imaginado) no hubierais mantenido vuestro impulso de compra, tengo clarísimo que yo no estaría hoy aquí, muerta de nervios otra vez y haciendo una de las cosas que más me gusta en el mundo: escribir.

Así que: gracias. Aunque no compréis este, aunque segundas partes nunca fueran buenas, aunque yo no sepa cocinar, gracias. ¡Me lo he pasado en grande!  Mi arroz blanco ya no es el peor del mundo y dentro de dos semanas, en la Biblioteca Nacional, habrá un ejemplar con las recetas de mi madre, los canutillos de mi abuela, el bizcocho de mis tías  y cientos de recuerdos, discusiones y charlas de la nena y la drama mamá. Aunque nosotras no seamos tan así, para nada... Nosotras somos súper normales, tan normales como vuestras madres y todos vosotros…

PD. Amazon, que sabe que existe escritores como yo, lo tiene en preventa. Va por Ana, mi editora, para que luego no me regañe mucho.

jueves, 11 de abril de 2013

Cosas graciosas que he aprendido de los políticos últimamente:

- Si dices Bárcenas delante de un espejo tres veces, pierdes tu pisazo o tu Ministerio. Por eso no lo debes de decir jamás, claro, menos si no tienes un pisazo, entonces adelante.

- Puedes tener un Vuitton y no tenerlo a la vez. Lo está estudiando Cuarto Milenio.

- No hacer nada es hacer algo. Se lo voy a comentar a mi jefa, a ver qué piensa.

- Hay fiestas con tanta cantidad de confeti en la que no caben invitados. Son aburridas pero muy vistosas.

- El twitter está para dar barra libre a todas las sandeces que no se te ocurría decir borracho en un bar.

- Todo lo que pone en internet es verdad, como los power point que te mandan sobre un coche sin luces que lo que quiere es retarte a una carrera mortal. Esos y los de la violencia machista.

- Si llamas decrecimiento a una crisis económica consigues esquivarla.

- Todas las cosas son falsas menos las que son verdad.

- Que 5.999.999 no son seis millones.

- Si dices “y tú más” las suficientes veces, sale el genio de cartera y te da un ministerio.

- Que para ser moderno hay que decir externalizar. Antiguos, que soy unos antiguos del “privatizar” de toda la vida.

- Que los actores españoles son el mal.

- Que existen mujeres que no le preguntan a su marido de dónde ha salido el porsche del garaje.

- Que si cierras los ojos, y miras para el otro lado, a la gente se le olvida que la has cagado.

- Que el nuevo “Te pongo un estanco” es “Te pongo una ITV”.

- Que para ser presidente de España no hace falta dar la cara, solo tener una tele en HD.

- Que puedes robar, mentir, engañar, vaguear, volar en primera comiendo jabugo, inventarte la realidad, arruinar aún más un país, decir que las cosas mejoran aunque no mejoren y  manipular la realidad sin una jodida consecuencia. Bueno, en realidad, tú no puedes.

Pues no, al final, no tiene ni puñetera gracia.

PD. Hoy escribo otro post de prestado en Marea Fucsia. Un 2X1 de indignación: No nos digan, porque no nos importa. #MFdignidad