Mi amiga Mar es una buena amiga. Nos conocimos en el trabajo y nos hemos seguido la pista durante años. Es una de esas personas con pasión por lo importante, que no pierde el tiempo en tonterías, que sabe emocionarse, quererte y da unos abrazos apretujados que valen doble y sabe reírse de todo. Es más, a Mar le debo haber publicado mi primer libro. Ella fue la persona que mandó mi manuscrito a Planeta, es mi agente en la sombra. El mejor tipo de agente: se alegra por ti y no te cobra nada.
Últimamente la vida le está tratando mal. Su padre falleció hace poco, por sorpresa. Bueno, como si la muerte no nos pillara siempre por sorpresa.
Pero el viernes pasado me mandó un mensaje de whastApp que me emocionó con la foto que podéis ver en el post. Le pedí permiso para publicarla en el blog aunque he pixelado los datos personales.
La coordinación de trasplantes les daba las gracias y les informaba que el receptor de los órganos de su padre estaba bien, haciendo vida normal gracias a su gesto y que podían solicitar información más adelante para saber si seguía bien.
Me pareció sanador. Nadie se hace donante por recibir algo a cambio, pero ese pequeño detalle es una ayuda. No te devuelve a quien quieres, tampoco va a restarte dolor, no te va devolver su compañía, no va a ayudarte con la angustia, pero a mi amiga Mar le reconfortó. Y a mí también.
Ya sé que es una carta automática pero alguien se sentó un día y pensó que era una buena idea, que podía servir para algo, y otra persona se encarga de acordarse de que los familiares del fallecido están sufriendo, buscar su nombre, buscar su receptor, y les manda unas palabras. Y aunque sea poca cosa, algo puede reconfortarles.
La muerte de un ser querido nunca tiene un “para qué” ni “un porqué” y tratar de encontrarlo te puede volver loco. La carta es un pequeño gesto, solo eso, pero en un momento así es una ayuda.
Confío en que un sistema que funciona de esa manera, que tiene esa humanidad detrás, que está hecho por personas y para personas, no se resienta con todos los dichosos recortes con los que lo amenazan, porque sería una auténtica pena que despidieran al empleado que se acuerda de mandar esa carta o que dejara de haber presupuesto para ese sello.