lunes, 13 de mayo de 2013

El principio que no fue principio

Con permiso de Planeta, ya un poco más tranquilos con el impulso de compra y esas cosas, aquí va el principio de En la cocina con la drama mamá. Es muuuyyy largo pero es que pasar de papel a blog es complicado, así que aquí va el primer trocito.



El principio que no fue principio
Yo no sé cocinar. Pero ni un poquito. Soy la persona que  hace el peor arroz blanco en el mundo, y mira que es difícil que un arroz blanco te salga malo, que no hay que hacer nada: poner agua a hervir y echarlo dentro. La máxima variación que acepta es un chorro de aceite y algo de sal. Pues, chica, a mí me sale asqueroso. He compartido piso con unas quince personas a lo largo de mis once pisos de alquiler, y ninguna me ha dicho jamás: «Este arroz está bueno.» Ni por compromiso, aquellos que casi no me conocían; ni por pena, aquellos que eran amigos de verdad y me habían visto intentar cocinar en repetidas ocasiones; ni por amor, mis novios; ni siquiera cuando éramos estudiantes y no teníamos dinero y sí mucha hambre, en aquella época en la que el surimi era un manjar. No. Nunca nadie me ha dicho que cocino bien. Nadie. Nunca. Es triste. Mi puñetero arroz blanco da asco. Así que me he pasado la vida intentando no cocinar. Lo que es muy complicado teniendo en cuenta que, de media, uno debería alimentarse tres veces al día. Es como un examen que tienes que repetir todos los días. Un infierno para cualquier estudiante y yo, en la cocina, soy Jaimito, pero no hago gracia, sólo intoxico a la gente.

Hasta los veintidós años, que viví en casa de mis padres, fue relativamente sencillo. Mi madre cocinaba, y el día que no lo hacía, yo no comía. Así de sencillo. Pero luego me independicé. Si alguna vez en los años que han pasado desde entonces he pensado en volver al nido familiar, ha sido después de medio indigestarme con mis propias recetas. Que puede que penséis: «Qué exagerada.» Pues, hombre, un poco. Pero el otro poco es verdad. He llegado a hacerme un batido de fresas y tirarme dos días vomitando. Tonterías que piensa una: «¿Qué hago con estas fresas tan maduras que da asco comerlas? » Pues como mi madre me tiene requetebién educada, les quité lo negro, las batí, un poquillo de leche y, hala, un batido para la niña. Un batido y una gastroenteritis porque las fresas no es que estuvieran maduras, es que habían fermentado. Perdí dos kilos.

El caso es que a los veintidós años me fui a Madrid a estudiar. Vivía en un piso compartido con otras tres chicas, no teníamos calefacción, y a mi habitación le llamaban «el iglú». Llegué a dormir con gorro. Pero lo peor, lo peor, era tener que comer, no ya tres veces al día, con una me conformaba. En la primera época, engordé unos diez kilos. Mi madre estaba encantada, porque un poquito de sobrepeso siempre viene bien. «Nena, los kilos son salud, son vida», me decía. ¿En qué consistía mi dieta? Pues salchichas, macarrones, pan y queso. Durante unos cinco meses. Se me puso hasta un color un poco marrón y casi pierdo el hígado. Llegó un día que mi cuerpo dijo: «Hasta aquí hemos llegado, bonita.» Y es que era acercarme a una salchicha a un kilómetro y ponerme a vomitar. Así que un fin de semana en casa de mi madre me dediqué a apuntar todas sus recetas de básicos: lentejas, alubias, vainas (esta última la apunté por ella, porque yo no pienso cocinar vainas en mi vida, así me muera de hambre), sopa, tortilla, acelgas, pescado... Lo que viene siendo un menú normal para comer un par de semanas sin perder órganos necesarios para la supervivencia ni tener el colesterol de un señor mayor de 160 kilos.

No funcionó. Yo lo intenté. Os juro que lo intenté. Pero es que no sé qué hago, que me despisto, o pongo los fuegos muy calientes, o confundo el vinagre con el aceite... El caso es que siempre me salía todo malo, eso cuando no tenía que pasar por urgencias por una diarrea contundente o por quemaduras. ¿Vosotros sabéis lo que salta el vinagre en una sartén? Yo no tenía ni idea. Dos veces no tuve ni idea. El médico no se lo podía creer. En todo ese proceso aprendí a que me salieran ricos el ajo y la cebolla sofritos. Era lo único para lo que tenía mano. Muchos días acabé comiendo eso directamente sobre el pan. Muy triste.

Luego pasé un periodo de comida imaginativa. Una cosa bastante necesaria para cocinar es comprar, que parece una soberana tontería y, oye, probablemente lo sea, pero yo nunca conseguía tener a la vez la receta de un plato y todos los ingredientes necesarios. Era como un bucle infinito de carestía de materias primas. Esto es culpa de que no sé ir a un súper. Es cuestión de concentración. Un sitio con tantos colores e impactos me vuelve loca y se me olvida qué iba buscando. Lo mismo me acuerdo de tres cosas, sí, pero me llevo ocho que no me sirven de nada, pero que me han llamado la atención. No te quiero contar si me metes en un Ikea. Un colapso, en serio. A veces no he conseguido comprar nada, bueno, unas galletas de chocolate que tienen. Pero muebles, ni uno. Voy pasando por los pasillos como una loca porque no consigo ordenar la cabeza, me angustio cada vez más, empiezo a dudar de si realmente necesito una cortina y de si era de 1,80 o de 1,50, y luego ¿qué estampado escoges entre los 3.500 que tienen? ¿Qué estampado me gustará lo suficiente para verlo los 365 días del año? Porque una cosa es que te hagan gracia los lunares, y otra tener que ducharte viendo lunares durante dos años. ¡Qué horror! Pues en el súper me pasa algo parecido: según entro, ya me quiero ir. Creo que donde más cosas compro es en la caja: pilas, chicles y ambientador para el baño tengo en cantidades industriales. Porque claro, ahí me quedo quieta, esperando mi turno, y consigo fijar la mirada, centrarme un poco... Y me hago preguntas de buena compradora: «¿Me quedan pilas o chicles?» Lo malo es que me doy respuestas de mala compradora: «No me acuerdo.» Ni siquiera recuerdo dónde las guardo. Intento rebuscar en mi memoria visual todos los cajones de la casa, pero nunca me acuerdo. Y me digo eso de «las pilas siempre vienen bien». Luego, cuando llego a casa y veo los tres botes que tengo llenos de pilas sin usar, ya me acuerdo. De golpe. No creo ni que sea bueno para la salud.

También tengo dos cajas de pilas de Ikea. Si alguna vez entra un psiquiatra a casa va a pensar que tengo el síndrome de Diógenes más tonto del mundo, porque a los tres botes de pilas sin usar, se le suman los dos botes de pilas usadas, que, por supuesto, nunca me acuerdo de llevarlo al contenedor de reciclaje.

Pues, con la comida, tres cuartos de lo mismo. Tengo galletas y vermut para alimentar a un pueblo, si es que hubiera un pueblo que creyera que se puede sobrevivir con esos dos alimentos. Aunque nunca se sabe, que hay pueblos para todo. Eso sí, ¿que necesito pollo para el arroz? Pues probablemente tenga fiambre de pavo. ¿Que quiero hacer lentejas con chorizo? Pues sin lentejas va a ser complicado... ¿Que quieres comer un bizcocho? Olvídate de tener suficientes huevos... Vamos, que mi nevera es: una balda vacía, otra balda vacía, salchichas, una balda vacía, y un yogur caducado. Así es muy difícil cocinar. Pero como soy muy animada, nada me amilana. Yo primero me lanzaba: «Me apetece un arroz con pollo al curry.» Empezaba a sofreír cebolla, que se me da bien. Me ponía a buscar arroz, que no tenía. Pero sí tenía macarrones,  que en mi mente era algo muy, muy parecido a la fideuá, lo que viene a ser, casi, casi, igual que el arroz. Así que hervía la pasta, mientras mi sofrito de cebolla me quedaba casi calcinado. Luego buscaba pollo. Tampoco había. Pero, vamos, el pollo y el pavo son prácticamente lo mismo, ¿no?, aunque sea fiambre de pavo. ¿Quién lo iba a notar? Pues, venga, echaba el pavo encima de la cebolla negra. Cogía el curry. Yo siempre tengo curry, la verdad, eso nunca me falta. También por encima. Pero no había manera de que se deshiciera, se quedaba como a grumos. Me metí en internet y leí, primera noticia, que la salsa con curry se hace con nata. Quién lo iba a decir.

Como no tenía nata, lo mezclaba con leche. Resultado final: mi arroz con pollo al curry se convertía en macarrones con pavo que flotaban en un charco de leche con grumos de curry.

Para haber matado a alguien. Yo decía que era comida imaginativa, pero, vamos, no tengo claro si realmente aquello era comida.Y todo hay que decirlo, la segunda vez que comenté en mi piso compartido que iba a hacer comida imaginativa, desaparecieron todos. Así que me dije: «Nena, tú limpia bien el baño y que alguien cocine para ti.» Fue la peor época culinaria de mi vida, porque vivía con dos chicas de Cuenca que, al menos dos veces por semana, cocinaban zarajos y morteruelo. ¡Yo comiendo tripas de cordero enrolladas en un palo y un puré de restos de caza! ¡Yo! Que si de pequeña me decías que la pechuga era de pollo, ya no podía comer pensando en el pobrecito animal. Por Dios, qué penita me daba. Lo que hubiera dado por tener compañeras italianas, con sus pizzas y su pan de ajo... Ahora, eso sí, las conquenses de mi piso tenían una bebida que se llamaba resolí, que te daba un puntito tontorrón...

Ni que decir tiene que en aquella época de mi vida aprendí a comer de todo. Pero de todo. A pesar de haber sido una malísima comedora de pequeña, volvía a casa de mi madre, y las gambas, a las que llamaba «los mosquitos del agua» sólo unos meses atrás, cosas mías, me parecían deliciosas. Las acelgas, ambrosía para el paladar; hasta el bacalao, que yo siempre decía que olía a pies, me gustaba. Lo que hace el hambre... Mi madre estaba encantada viéndome comer sin rechistar todo lo que siempre había odiado. Bueno, menos las vainas, eso no ha habido manera. Tampoco ha habido manera de que mi madre deje de hacerme vainas cada vez que voy. Que vosotros diréis: «Qué exagerada, ¿cada vez que vas?» Vosotros no tenéis ni idea. Cada vez que voy. Así es ella, tozudica en su pedagogía. ¿Que no te gustan las vainas? Pues te vas a hartar, nena. Conforme yo iba recuperando mi peso, mi madre estaba algo menos encantada, aunque me seguía escribiendo más recetas. Nunca pude confesarle que jamás hice todas. Abandoné porque un ser humano es capaz de tropezar dos veces con la misma piedra, pero, en mi caso, siete gastroenteritis y dos cocinas casi quemadas me pareció más que suficiente.

Continuará...

34 comentarios:

  1. Pues yo sé cocinar...me las doy de cocinillas y me sale una paella y una fideuá que quita el sentío, pero te juro que jamás he conseguido que me salga el arroz blanco medio qué...excepto desde que salieron a la venta los vasitos mágicos de basmati, todo un triunfo en mi cocina.

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  2. :O lo que daría por conseguir ese libro :(

    buenisimo!! me recordaste mucho a mi, parece que me estabas describiendo. tuve un bote con ajos en el refrigerador, pero ya habían echado raices, y hace poco descubri que si esta muy frio los huevos se pueden congelar :O
    jajaja

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    1. Se puede comprar en formato electronico! Yo estoy del otro lado del mundo, y busque a ver cuanto costaba que me lo mandaran desde amazon España, pero lo puedes comprar digital, sale mucho mas barato :)
      *lo que si es que no recuerdo si era desde amazon España o desde otro portal.

      Ale

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  3. Te entiendo perfectamente ¿quieres que te pase la receta de tortilla deconstruida con patatas de bolsa? No hace falta ni vomitar, porque la comida ya se parece bastante a su consecuencia.

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  4. La olla arrocera de Lidl y triunfarás

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  5. La olla arrocera de Lidl y triunfarás

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  6. Que bueno. Como me he reido ajajjajajaaj Me encantó!!
    http://elrincondebiel.blogspot.com.es/

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  7. Yo estaba hoy muy triste, pero solo leer tu receta de arroz con pollo al curry/ fideos en leche grumosa...me he reído y se ve mejor el día. Aunque no creas, hice sopa de frijol con huevo, sí los dejad en una bolsa un mes, los huevos se pudren...y de arroz blanco no hablemos que mi madre acaba de regalarme una olla arrocera para que mi esposo deje de sufrir

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  8. Yo estaba hoy muy triste, pero solo leer tu receta de arroz con pollo al curry/ fideos en leche grumosa...me he reído y se ve mejor el día. Aunque no creas, hice sopa de frijol con huevo, sí los dejad en una bolsa un mes, los huevos se pudren...y de arroz blanco no hablemos que mi madre acaba de regalarme una olla arrocera para que mi esposo deje de sufrir

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  9. Se de alguien que fue a freir un huevo y puso primero el huevo en la sartén y después le hechó el aceite...

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  10. Bueno nena que te digo, creo que nuestro problema no es nuestro si no de nuestras drama mamas que no dejaron acercarnos a su cocina (tenemos algo de que culparlas yupiii) y por Dios quien saco tantos ingredientes para cocinar mínimo debes tener tres mil frascos de especies diferentes, un agudo sentido de la proporción sin mencionar la conversión no de pesos sino de ingredientes es un caos yo sufro, sufro, sufro y comparto tu misma pena, tu libro ha de estar genial.

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  11. Ha sido uno de mis regalos de cumple !!!

    Me encanta !!!!!

    Luna

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  12. Cayó en una noche, de una sentada. Qué "jartá" a reír... Yo creo que tu madre y la mía fueron separadas al nacer :)

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  13. Nena, hoy no vi tu libro en El Corte Inglés ni en el Hipercor, pero no me dio tiempo a preguntar porque iba con mi Drama Mamá y dice que cuando me meto en la librería no hay quien me saque, así que miré por alto y decidí dejarlo para cuando vaya... ¡sola!, porque mi respectivo, pese a haber sacado matrículas en toda la carrera (fuimos a la misma clase aunque me lleve 13 años) y ser de los primericos de su oposición, lo lee más que diarios digitales y las esquelas del periódico. En 5 años y medio le regalé dos libros y están más nuevos que el chirri de Lina Morgan.
    Yo cocino como los ángeles, mi madre sólo me supera en la tortilla de patata (es la reina), las almejas a la marinera y el pollo a la marinera. Lo malo es que hago mucha repostería y mi respectivo se enfada a veces porque dice que lo quiero engordar.
    Por cierto, mañana haré bizcocho de yemas xD
    ¡Me ha encantao!

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  14. YA LO TENGO Y NO DESMERECE EN NADA AL PRIMERO,ME ENCANTA LO ESTOY DISFRUTANDO MUCHO .
    SUPONGO QUE SERA UN ÉXITO,LO CUAL ME ALEGRA.UN BESO

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  15. Yo lo sabía... da igual sobre que tema escribas, es divertidisimo leerte. Gracias!

    Mi dramamama cuando le dije que estaba embarazada, me dijo:
    - Tu no puedes tener un hijo! si no sabes ni freir un huevo!

    Iba a explicarle que para encargar un hijo realmente no es necesario saber cocinar, pero... ahora tengo dos hijos y no soy un gran cheff pero me defiendo.
    Lo que no hace una madre por sus hijos...
    Amaya, para aprender a cocinar solo necesitas tener un bebe, cuando tengas que alimentar a los polluelos ya verás como aprendes!!!

    Besos

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  16. Madre mía, qué miedito da tu forma de cocinar. Por suerte, cada vez hay más precocinados medianamente decentes. No sé si recomendarte un libro de cocina, pero Jamie Oliver tiene uno llamado "Escuela de cocina", que explica recetas para auténticos novatos/negados. Lo que sí te recomiendo es que te hagas una lista de la compra, ni que sea en el móvil.

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  17. NO subestimes el arroz blanco, que tiene su secreto, jajaja... ¿acaso cogerle la medida no es ya un misterio en sí mismo? Yo soy cocinillas y el arroz blanco se me resiste, también. Cuando me pongo a hacerlo, también puedo alimentar a un pueblo entero. Se me va la mano XD

    Enhorabuena por la secuela :P

    Besos!

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  18. Madre mía, qué gudari de la cocina!! xDDDD. Yo también soy una mala comedora reformada, ahora que como tú, las vainas las odio... (pero me las estoy comiendo... las hace J, le quedan mejor... para comer sin respirar xD)

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  19. Estoy deseando leer el libro!!! Ya me has enganchado... Yo soy malísima para la cocina y ni recuerdo cuándo fue la última vez que cociné pero debo reconocer que nunca he intoxicado a nadie así que has servido en algo para aumentar mi maltrecha autoestima. Jajaja. Un besote, guapa!!!

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  20. Me encanta cómo escribes, me he estado partiendo de risa biena gustito con tus aventuras gastronómicas...
    Besos!

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  21. Ah! Y yo no habría comido esos platos conqueses ni de coña!!! Arggg!

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  22. Genial como siempre.
    Enhorabuena!

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  23. Bueno, en casa el arroz blanco casi siempre lo hacemos dos veces...me explico: La primera se nos olvida en el fuego y, la segunda, lo hacemos de verdad (y sin movernos de la cocina!!!) para no hacerlo tres veces.....

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  24. Nena, hoy lo he visto en la librería y no lo he podido resistir. Ya está en mis manitas para devorar tus no-recetas este fin de semana. A ver si yo también adelgazo algo...

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  25. Aún no he terminado de leer el post pero es que me ha hecho mucha gracia lo del arroz en blanco, lo de poner el agua a hervir y echarlo dentro... es que no se echa dentro cuando hierva, pones desde el principio agua+arroz a calentar. Claro, así cómo te va a salir :)

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  26. Pues necesitaba un empujón para comprarlo y vivedios que me lo has dado.
    Tenía muy mal día y ha sido leerte y reirme.
    Te daría algún consejo pero me "paeceami" que tú no tienes remedio.
    Oye, todo no se puede tener, si supieras cocinar no hubiéramos podido reirnos con tu libro, así que sigue así...valiente.

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  27. Ja,jaa,aaa no sé por donde empezar...que entrada más potente, parece el inicio de un libro, ejem, bueno que te veo, pero tal cual nena, comiéndote el sofrito sobre pan, de pié en la cocina. Que humor tienes, lo cuentas genial!!!

    Hay seres que no hemos nacido para grandes superficies, yo me he acostumbrado a las tiendas pequeñas, a los mercados o plazas de avastos y como máximo voy al "metadona", porque tiene todo lo integral que me gusta y las cosas siempre en el mismo sitio, pero nada más.
    En mi época de estudiante los días de resaca tras noches alocadas solía bajar al super a por una bebida isotónica y acabar parado alado de los congelados, alucinando con los colores de las bolsas de guisantes, los palitos de cangrejo y los precocinados, pero sobretodo disfrutando del fresquito que me daba en la cara y me espabilaba, los compis de piso se partían al verme allí parado.

    Estoy pensando en todas las historias que tengo por ahí de mi época de piso compartido...y tú has estado en 15!!!! Chica, yo veo filón, las de Cuenca me da que eran como de otro mundo,ja,aja,aja.

    Lo de la cocina para mi nunca ha resultado complicado, mi primer plato de espaguetis los cociné como con 8 ó 9 años, un verano que mis padres trabajaban y mis hermanos no querían hacerme espaguetis. Supongo que el tema es estar cerquita y observar, ver como va la cosa, no meterle mucho fuego y disfrutar de la experiencia...vuelve la época universitaria donde para mi era como una meditación. Me metía en la cocina y me olvidaba de todo, me relajaba.

    Bueno, ya irás contando como va lo del libro, y avisa con tiempo de las firmas, porque firmarás, cuando coincidamos llevaré tus dos libros debajo del brazo; o tres si escribes el de las de Cuenca y demás compis de piso.

    Besos y no se te ocurra ponerte pasta de dientes en las quemaduras, ES PEOR!!!!

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  28. Yo era como tú hasta que puse una Thermomix en mi vida, ¡ahora hago de todo! Parece un mensaje publicitario pero no, juro que es verdad :D

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  29. El arroz blanco debe de tener truco porque a mí me sale siempre asqueroso, o queda como engrudo o más duro que una piedra, sin embargo soy capaz de hacer un arroz con pollo exquisito ;)
    Nunca hice nada de cocina hasta que me casé, gracias a Dios mi marido es un cocinillas, y cuando me fui a Madrid, una de las compis cocinaba y las otras dos recogíamos jejejee

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  30. Jejeje Nos gusta tu forma de explicar las situaciones de muchas en la cocina. Muy mujer real. ¡Muchos éxitos! ;-)

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  31. Que historia de éxito empezar con un blog y terminar con un libro. Felicidades! Lo voy a comprar cuando pueda!

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  32. Acabo de descubrir el blog (yo esque vivo en otro mundo) y tengo que comentar aunque el post tiene ya su añito:
    Debes de ser la peor cocinera del mundo: has conseguido darle a alguien dolor de tripa solo hablando de como cocinas.
    Pero tranquila, esta vez ha sido de la risa. Hacía tiempo que no me reía a carcajada limpia leyendo algo. Felicidades!!

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